viernes, 1 de abril de 2011

La Feria de Cehegín, en 1900

Fotografía del paseo de la Concepción, donde, hasta la inauguración de la Gran Vía, se instalaba la feria. En la foto superior se observa el espacio donde, antes de su urbanización, se encontraban las llamadas Eras de la Tercia y allí se instalaba la feria de ganado.

 

1900 es un año que siempre me ha llamado mucho la atención. Tal y como lo queramos ver con él termina el siglo XIX y comienza el XX, pero no es cuestión ni momento de entrar en las absurdas disquisiciones planteadas, por ejemplo, con el advenimiento del año 2000 y comienzo del siglo XXI. Desde que tenía catorce o quince años, siempre que he viajado a Murcia he intentado acercarme a la Catedral; no me negarán que es sumamente relajante dar un paseo por su interior, visitando, una tras otra, las capillas de esta inmensa obra de arte y espiritualidad, respirando serenidad a cada paso. Junto a la capilla del Baptisterio hay colocada una placa, con inscripción en latín, conmemorativa de la llegada del siglo XX. Cuando llegas a ella sientes una especie de gozo interior que sólo tiene su explicación por el lugar en que te hallas en ese momento. El año 1900 es un año especial. Es especial para Murcia y también lo es para Cehegín. Este año será siempre el del alumbrado eléctrico y aquel en que se inauguró la nueva feria. Aunque el primer tema resulta de una trascendencia absoluta en el devenir de la población, me siento con mas ganas de contemplar el globo que se soltó en el Paseo de la Concepción, fabricado por el poeta y funcionario municipal Jesús Hernández Puerta y también por Juan García Rubio, caminar entre el ganado y la artesanía expuestos en las eras de la Tercia desde aquel día siete de septiembre hasta el diecisiete del mismo. Resulta curioso que en el Libro de Actas Capitulares del susodicho año vengan prácticamente correlativos ambos temas. La contratación y adjudicación del servicio de alumbrado público aparece antes de un acta, hermosa de leer como pocas en este tiempo, que contiene una descripción del momento relativo a la inauguración de la feria muy propia de esta época, llena de exaltación y alegorías, el paisaje, las celebraciones, la música, las mujeres,

allí aguardaba un numeroso y distinguido personal, en que brillaba el sexo femenino, con su típica gracia y elegante apostura...”

A las seis de la tarde del día siete de septiembre se inauguraba la feria entre grandes muestras de alegría popular, con una ciudadanía que posiblemente era más devota de los bailes y jolgorio que de las novenas y procesiones.  Fue gracias al empeño de D. José Navarro de Cuenca por el que se puede volver a disfrutar de las ventajas que ofrece tener una feria junto con fiestas. El conocido Alcalde sabía que comenzaban nuevos tiempos para Cehegín, en determinados aspectos ya habían comenzado, y de alguna manera pretendía que este año lo reflejase. En el Acta capitular se da a entender que la organización de la feria de ganado y artesanía fue posible por que se daban unas condiciones económicas favorables, lo que no era posible en años anteriores. D. José Navarro de Cuenca fue un Alcalde del pueblo, valga la expresión. Recordemos que durante su mandato, aparte de la iluminación eléctrica, y la feria, se construyó la tan nombrada plaza de toros…
 Tuvo que ser una celebración realmente hermosa. La feria tiene una connotación festiva, pero también eminentemente económica. El núcleo central de las fiestas, con sus casetas, donde estaba instalado el comercio en general y algo tan típico de las ferias desde siempre, la venta de juguetes, la iluminación, la Banda Municipal de Música con el maestro Nogueras a la cabeza, era el eterno Paseo de la Concepción. Junto al paseo estaba el teatro. Cuantas miradas terminarían esas tardes-noches en besos a escondidas, o en coplas junto a una ventana. Imagino a los jóvenes riendo ante un chato de vino en el merendero de Juan Zarco, instalado allí para la ocasión. A veces creo que la fiesta, al igual que la muerte, nos iguala a todos, al menos en los momentos de diversión.
La feria de ganado era una idea que resultaba necesaria para estimular la economía local. Hasta el día diecisiete de este mismo mes, el bullicio festero y el movimiento comercial brillaron en Cehegín. La documentación oficial nos muestra un pueblo agitado y alegre, pero no todo el mundo pudo disfrutar en igual manera. El día 25 de junio y siguientes una serie de granizadas, al parecer catastróficas, junto con lluvias torrenciales y vientos huracanados provocaron un auténtico desastre en la agricultura ceheginera. Los cereales que se hallaban en plena cosecha, los cáñamos, la vid e incluso la aceituna, terminaron de manera desastrosa. Para mucha gente fue un año verdaderamente malo. Pensemos en las cerca de 500 familias consideradas pobres en el Término Municipal. Se ha conservado en el Archivo Municipal de Cehegín un expediente de calamidad relativo a este suceso, tal vez en algún otro momento trabaje sobre este tema en profundidad…  A pesar de las ayudas a los damnificados imagino que muchos debieron de ir a vender a la feria animales o géneros variados para poder subsistir, si tenían para poder hacerlo. La economía municipal, como no se pude imaginar de otra manera, estaba basada en la agricultura y, en menor medida, la ganadería.  A este respecto los datos que aporta la documentación municipal sobre la catástrofe del mes de junio nos indican que fueron 302 colonos, de los cuales 197 son considerados pobres por la Junta Local de Beneficencia, 48 en la margen del río Quípar, siendo 15 pobres y 73 en el río Argos, siendo también pobres 42 de los afectados. Estamos hablando que el temporal afectó directamente a la economía de 423 familias, que vivían casi exclusivamente como colonos o braceros, más el número de vecinos que indirectamente pudo perder trabajo como jornaleros, y que no tenían tierra. Directamente afectó a 2000 habitantes e indirectamente al menos a la mitad de la población. Por ello decía anteriormente que la fiesta no debió de sentirse igual en todas partes, como reza el refrán que dice “cuán poco dura la alegría en la casa del pobre”
 La ganadería también era importante, pero a un nivel menor que por ejemplo Moratalla o Caravaca, que disponían de más terreno de pasto y monte para el ganado. Según los padrones, que, aunque no se han conservado para 1900 si hay en años cercanos, nos dan cifras de unas 4000 cabezas de ganado lanar y cabrío, 220 de caballar y mular, unos 350 asnos censados y sobre las 20 de ganado vacuno, todo ello en el Término Municipal. Aunque parezcan bastantes cabezas de ovino y caprino, en realidad no son muchas comparadas con otros términos municipales. En su mayoría están distribuidas en rebaños pequeños, habiendo comprobado hasta 60 propietarios, siendo el rebaño más grande de 207 reses y el más pequeño de 6. Muchos de estos pequeños ganaderos acudieron con sus ganados a la feria, donde se producían compras y ventas. Ganaderos, carniceros, marchantes (utilizando una denominación muy de la época para definir a los tratantes de ganado) trataban, estipulaban los precios y buscaban la mejor partida posible en la compra o la venta. Todo era cuestión de ser buen negociador.
La feria y fiestas se realizan dentro de un contexto socioeconómico un tanto anclado en el siglo XIX. No obstante muchas cosas han cambiado con respecto, por ejemplo a 1850. La sanidad ha evolucionado de manera sumamente positiva. Desde al menos 1892 se realizan campañas de vacunación, fundamentalmente a niños. Se crean listas de pobres para la asistencia sanitaria. El cólera ha desaparecido. A pesar de todo, en Cehegín una cuarta parte de sus 11500 habitantes son pobres.  La educación sigue siendo una tarea pendiente, porque a pesar de la existencia de una escuela pública de niños, y otra de niñas, el índice de analfabetismo de la población del Casco Urbano, está en torno al 66% y al 98% en las pedanías.
El Cehegín de 1900 ya parecía caminar, claramente hacia los nuevos tiempos, pero, en España, en general, los verdaderos nuevos tiempos habrían de tardar aún mucho en llegar. Podemos decir que se veían a lo lejos, en el horizonte. Por un lado muchas cosas recordaban al siglo que ha transcurrido, sobretodo en los partidos rurales, que eran los claramente marginados a costa de que el propio Casco Urbano tuviese mejores condiciones sanitarias, urbanísticas y económicas, pero también otros nuevos vientos e ideas iniciaban el siglo XX.
Estas fiestas fueron 11 días de agitación sana en el pueblo, que no de descanso para los humildes, aunque ello no impedía que disfrutasen de los festejos compaginando con el trabajo que suponía el pan de cada día. Nunca se pudo esta frase aplicar mejor.




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