sábado, 17 de diciembre de 2011

Materia, vida y razón.



A veces pienso que sólo el hecho de poder razonar sobre las cosas y el mundo que nos rodea es algo tan grande, tan sublime, que, sin duda, nos hace ser seres privilegiados por el sólo hecho de poder vivir y entender la vida. Pensad en la cantidad de billones de espermatozoides que han podido dar una vida a lo largo de toda la historia de la humanidad y, sin embargo, hubo uno que fecundó un óvulo y, ahí estás tú, como podría estar otra persona diferente de ti. Poder conjeturar sobre si hay tres, cuatro, once o veintidós dimensiones, o sentir el inmenso placer de un beso, saber que somos átomos que han conformado una especie de máquina capaz de sentir, amar y odiar, pasar de lo puramente físico a lo intelectual, del carbono a la Razón Pura. Esa es la grandeza de vivir, saber que, en realidad eres puro azar. Es la grandeza de saber que tus hijos sólo vivirán una vez en la eternidad del tiempo y a ellos les ha tocado vivir. El que cualquiera de nosotros esté aquí ahora mismo es algo tan difícil no sólo de explicar, sino de que suceda, que, a veces, cuando reflexiono sobre ello, siendo una pena especial por los fetos que fallecen antes de nacer, entendiéndolo como el que está llegando a la meta y, de pronto, al pisar la línea cae desplomado y muere. Cada uno de nosotros es un yo, y ese yo tiene una vida por vivir, pero ni antes de nacer existió, ni después de su muerte, posiblemente exista. Pensemos en lo que supone ser un ser vivo y además, tener la posibilidad de razonar sobre ello. Somos polvo de estrellas, como tantas veces se ha dicho, y como dijo Carl Sagan “ El Universo que ha llegado a tener consciencia de sí mismo”

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