El mar Mediterráneo visto desde el castillo de Santa Bárbara, Alicante.
Agua. No existe una palabra que
se pueda asociar tanto a la vida como ésta. Todos los seres vivos estamos
compuestos en un altísimo porcentaje de ella. Todos sabéis que es una molécula,
compuesta de oxígeno e hidrógeno, y fue el elemento en que se desarrolló la
vida. Desde hace al menos 4600 millones de años hay agua en el planeta Tierra.
Es muy probable que este elemento llegase desde el espacio exterior a través de
las formidables lluvias de grandes cometas de hielo que, durante muchos
millones de años, azotaron el planeta en los primeros tiempos. Lo que más me fascina de todo esto es que, el agua en que nos bañamos, la que bebemos, la que
admiramos en los océanos, la que tenemos en nuestro organismo, toda ella es la
misma que había hace 4000 millones de años en este planeta. Perfectamente
podemos beber agua que hace 150 millones de años formó parte del cuerpo de un
dinosaurio, o de un pez de hace 400 millones de años. El agua siempre estuvo
aquí, y siempre fue la misma, a excepción de las pequeñas cantidades que
posteriormente puedan haber llegado en cometas de hielo que han chocado contra la Tierra.
Las características de nuestra
atmósfera hacen que no se pierda en el espacio. Por ello, el llamado ciclo del
agua es algo maravilloso. En el mar, o un lago, el agua se evapora, luego se
forman las nubes, después llueve o nieva, se vuelve a quedar como agua líquida
en la superficie, luego se vuelve a evaporar y así en un ciclo que nunca acaba.
Y qué decir de la lluvia. Puede
ser algo terrible o algo conmovedor. Los tintes
poéticos de la lluvia son incontables. Bendita lluvia, bendita agua.
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