miércoles, 25 de mayo de 2011

Las rogativas a la virgen de la Peña, de Cehegín

Fotografía de la ermita de la virgen de la Peña, en Canara (Cehegín)

Desde época muy antigua, documentalmente lo sabemos desde el siglo XVI, pero con seguridad se hacía desde más antiguo, las rogativas a la Virgen de la Peña fueron muy habituales, hasta el siglo XIX en que ya decaen. La imagen era trasladada en procesión, entre rezos, plegarias y cánticos religiosos, desde su santuario en Canara hasta la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, en Cehegín, para pedir, normalmente, que llegasen las lluvias, aunque también en los brotes epidémicos y desastres naturales. Las rogativas fueron una de las muestras de religiosidad popular que con más efervescencia brotaron desde la Edad Media. Al fin y al cabo lo que se pedía era, ni más ni menos que la ayuda para poder subsistir, que no es poco, en épocas en que una prolongada falta de lluvias podía acabar con los sembrados y, si era muy general, provocar una crisis de subsistencia. En Cehegín, al ser  la ermita de la virgen de la Peña de titularidad concejil, era el Ayuntamiento quien convocaba las rogativas, pidiendo a autoridades y pueblo que asistieran con fervor para suplicar remedio a los males que tenían encima.
Aunque, en su origen, eran oraciones públicas que se realizaban en los tres días anteriores al de la Ascensión para pedir contra enfermedades y plagas, a posteriori se celebraba cuando era necesario suplicar la intercesión de la Virgen contra los males que les azotaban. Estas rogativas, por otro lado, son una fuente de información muy interesante en cuanto a estadística sobre sucesos climáticos, epidemias, plagas y otros, de modo que su estudio y recopilación nos puede ayudar, y así en efecto,es, como apoyo en investigaciones en los aspectos económicos, sociales y otros, además de la información antropológica que ofrecen.

He aquí un fragmento de Acuerdo del Concejo, del año 1780, sobre una rogativa a la Virgen de la Peña.

“Rogativa.
En la villa de cehegín, a veinte y zinco de marzo mil setecientos y ochenta, los señores del Conzejo, Justizia y Regimiento de ella que aquí firmarán juntos en forma de cabildo en su sala capitular, con zitazión, atendiendo como lo acostumbran, digeron que por determinazión deste Ayuntamiento, explicada en el que se zelebró día nuebe de diciembre  del año próximo de setenta y nuebe , se zelebró rogatiba a la sacrosanta ymagen  que se benera en su santuario de Nuetra Señora de la Peña de Canara, por cuio medio se logró el alibio en las enfermedades, epidemias y el socorro que los campos necesitaban por la falta de llubias ; enpero sin embargo, de estos dos alibios se reconoze aora una suma falta de lluvias que aniquila los sembrados y deteriora demás plantas y a muchos veneros y raudales de los ríos y de los arroyos. Y para ocurrir nuevamente al remedio de estas esterilidades por ynterzesión de la ynsinuada milagrosa ymagen decretó este Ayuntamiento se aga nueba rogativa, traiendo en prozesión a esta parroquia a la Madre de las Piedades ymplorando su ausilio hasta lograr el veneficio que se desea, para lo qual se nombran por comisarios a los señores don Pedro de Góngora Fernández y don Gregorio Chico de Buendía, capitulares…”

La imagen que subyace detrás de una rogativa es mucho más dramática de lo que pueda parecer de antemano. En una sociedad donde la propia subsistencia de una parte importante de la población depende de que pueda o no llover, o que ante una epidemia no hay solución posible, evidentemente provoca la extrema necesidad de ponerse en manos de lo divino. La Virgen de la Peña ha sido siempre una virgen milagrosa para la cultura popular ceheginera. Cuando la gente asistía a estas rogativas, lo hacía, sin duda, de corazón, a sabiendas de que, o al menos ellos lo creían así, su vida dependía de encomendarse a lo divino.

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