domingo, 19 de febrero de 2012

Cosas de átomos

Vamos a jugar un poco. Podéis pisar en el suelo, o tocar la madera de la mesa del ordenador. No se mezclan los átomos de vuestra mano con los de la mesa, ¿verdad? Entre otras, una de las claves subyace en los electrones de vuestras manos y los del objeto que estáis tocando. Ambos tienen la misma carga, negativa, y ya sabéis, los polos de la misma carga se repelen. A priori parece que uno está mal... de la cabeza pero, fijaos, qué pensamiento tan bonito: uno sale del trabajo, ha sido un buen día, ves sonreír a tus hijos y entonces piensas ¡joder! este momento sólo puede producirse gracias a una cosa: las fuerzas electromagnéticas que permiten mantener unido el átomo y por lo tanto dar consistencia y sentido al universo. No es una cosa, evidentemente, muy común de pensar al salir del trabajo. No creo que nadie lo piense, ni yo mismo, a excepción de hoy. Es un destello mental de esos que se tienen durante un segundo. Sin ellas no habría ni alegrías, ni momentos, ni nada. Es una pasada. Si las fuerzas nucleares que mantienen unido el núcleo atómico desaparecieran ¡plaf! de pronto todo se diluiría y desaparecería en una masa de partículas elementales sin orden alguno. Nos desvaneceríamos en el espacio. Nosotros y todo lo que existe. La clave del orden universal, sin duda, está en las fuerzas nucleares. Sabéis que un átomo está compuesto de electrones, protones y neutrones. El núcleo lo componen los neutrones, de carga neutra y los protones, de carga positiva, y los electrones, con carga negativa, flotan como una nube alrededor de éste. Una perfecta correlación de fuerzas entre las partículas atómicas, por un lado, y a su vez entre los átomos de un conjunto permite que el Universo tenga un orden racional. Toda nuestra vida, en última instancia, se da gracias a algo, en principio, tan insignificante.

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