Con la película de “Las brujas de
Zugarramurdi” se va a poner de moda otra vez esta cuestión de la brujería. ¿Alguna vez os habéis planteado el por qué se
habla siempre de brujas y casi nunca de brujos? En este tema hay un fenómeno
basado fundamentalmente en la misoginia terrible en que vivía el cristianismo
desde la Edad Media
y fundamentalmente en los siglos XVI y XVII. La Inquisición en España
estaba dirigida por los dominicos. Ellos tuvieron mucho que ver en la tortura y
muerte de muchos miles de mujeres. La gran mayoría de hechos que se atribuían a
las brujas eran totalmente falsos. De hecho mucho de ello no eran más que
rituales antiguos que se habían mantenido en las zonas rurales al amparo de la
tradición y también había muchos hombres que los practicaban. Cuando eran
torturadas en el potro contestaban a lo que el torturador quería que
contestasen y normalmente se declaraban como adoradoras del Diablo, siendo
falso, simplemente por la tortura. La gran mayoría de las personas quemadas por
brujería eran mujeres. El celo por parte de los inquisidores era, sin duda,
mayor con ellas. La mujer era considerada un ser impuro. Desde siempre, cuando
había calamidades, epidemias, plagas, se les solía culpar a ellas de los
castigos que enviaba Dios. Por eso, en realidad, aunque eran tanto hombres como
mujeres, en la idea tradicional de la persona practicante de la brujería ha
quedado la mujer y muy raramente el hombre. En todo ese tema de los aquelarres,
fiestas con el diablo, orgías con carneros, hay mucho de leyenda. En el siglo
XVII podías acabar en el potro simplemente por hacer una pócima para el dolor
de estómago y rezarla. Era un mundo basado en el miedo, pero no el miedo al
Diablo, sino a las cosas de Dios en la Tierra. Cualquiera
te podía denunciar por cualquier cosa. La vida misma estaba basada en un terror
psicológico que sólo se puede imaginar pensando en los países que viven
dirigidos por fundamentalismos religiosos hoy en día.
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