lunes, 27 de abril de 2015

Doña Josefa Alcázar Durán, primera maestra de la enseñanza pública en Cehegín.



(Este artículo es una separata del trabajo “Las primeras maestras en el Cehegín del siglo XIX”)

© Francisco Jesús Hidalgo García


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Para Cehegín tenemos documentación, básicamente, incluida en las actas capitulares del Concejo con referencia a los maestros de escuela de la villa, desde el siglo XVI. Juan de Velasco es uno de los más antiguos maestros de que tenemos conocimiento. No es excesivamente complicado recuperar la historia de la educación en este pueblo desde el punto de vista de los maestros y de los niños. Sin embargo, cuando entramos de lleno en el acceso de las mujeres a la educación tanto como alumnas y, desde luego, como docentes, la situación cambia radicalmente. Hasta el siglo XIX para esta localidad no tenemos información suficiente, y no la hay porque no hubo ni maestras ni niñas en las aulas hasta, al menos, los años 30 de este siglo. En realidad, como bien es sabido, a las mujeres y las niñas se les negó sistemáticamente el derecho a la educación y la docencia hasta época ya muy tardía. Aunque ya existía la figura de la institutriz para educar a las jóvenes de familias pudientes y sabemos que desde finales del siglo XVIII aparecen algunas maestras, en las capitales fundamentalmente, a título privado y siempre en la enseñanza primaria elemental, no tenemos noticias de la irrupción de una mujer como maestra pública en Cehegín hasta el año 1843, como veremos un poco más adelante, y privada unos pocos años antes, concretamente en 1835. En 1842 había dos escuelas privadas y ninguna de las maestras disponía de título. Al año siguiente una de ellas, doña Josefa Alcázar Durán, obtuvo el título, pasando un examen de capacidad, y su escuela de niñas pasó a ser pública.
Hubo varias leyes que regularon el acceso femenino a la docencia, aunque el eje central estuvo en torno a la Ley de Instrucción Pública, la conocida como ley Moyano (1857) en la que se convertía en obligatoria la escolarización de las niñas y se creaban las Escuelas Normales de Maestras. También la ley anterior de 1847 fue importante para la cuestión que nos atañe. 
La Real Orden de 28 de agosto de 1838, publicada en el Boletín Oficial de la Provincia de Murcia de 11 de septiembre de 1838, fue aprobada para aplicarla a la instrucción primaria. En ella se hace referencia a que ésta es pública y privada, y se divide en elemental y superior.
Doña Josefa Alcázar Durán, que en el año 1842 figura como maestra sin título, y doña Teresa Artero, que tampoco tiene título, ejercen en las dos escuelas de niñas, que son privadas, de Cehegín. Doña Josefa consigue el título al año siguiente, en fecha de 3 de enero 1843, expedido por la Dirección General de Estudios, convirtiéndose su escuela en pública. Ella será una de esas maestras que dedicará su vida a las niñas de Cehegín y durante cuarenta años se alargará su trabajo como maestra, desde aquellos tiempos en que comenzó a ejercer en una escuela privada, hacia el año 1835. De doña Teresa Artero no hemos podido recabar más información con fecha posterior al año 1843.
Sabemos con certeza que la primera escuela pública de niñas de Cehegín se crea en el año 1843 y que, por  lo tanto, la primera maestra que ejerció en la enseñanza pública en la historia de este pueblo fue la referida doña Josefa Alcázar. Esta mujer tenía, en el momento de obtener el título, 32 años y era soltera. Natural de Murcia, su casa-escuela estaba en la calle de la Iglesia. Nació en 1811.
Una de las cuestiones más bonitas e interesantes de estas primeras maestras, estas pioneras de la enseñanza, es poder conocer dónde y cómo aprendieron y qué era lo que aprendían, su nivel de conocimientos, las materias que dominaban, qué nivel cultural tenían, etc. Doña Josefa debió de instruirse en un ambiente privado, quizá, como solía ocurrir a menudo en el siglo XVIII y principios del XIX, con alguna mujer que, a nivel particular, le enseñase las nociones básicas de la primera enseñanza. Esta cuestión que acabo de referir es muy interesante, ya que sabemos que en los pueblos y las ciudades existía un tipo de mujer, normalmente viuda o soltera, que a veces cuidaba de los párvulos, niños o niñas de los vecinos, o del barrio y que conocía las primeras letras, o más o menos sabía leer y escribir, que sin llegar a tener escuela privada, acogía a los niños y entre otras cosas les enseñaba esas primeras letras. Una figura interesante para ser estudiada, aunque de difícil documentación, ya que estas mujeres no aparecen reflejadas en los documentos oficiales. Las familias les daban algún poco de dinero o comida a cambio de ese rato que cuidaban a los niños. Puede ser que Josefa Alcázar comenzase a conocer las primeras letras de esa manera. Después buscaría a alguna mujer instruida que le enseñase y preparase para poder aprender más y crear la escuela privada que, como hemos dicho, fundó en 1835.  A su vez, cuando quiso obtener el título también tuvo que estudiar para los exámenes, pero no sabemos de qué manera realizaría esa preparación, aunque el nivel de exigencia de estas pruebas no era muy elevado.
Al parecer, las primeras maestras no eran mujeres de un nivel cultural elevado, incluso las había, y hablamos de principios del siglo XIX, que sólo sabían leer y escribir, y no mucho más, quizá las operaciones básicas de aritmética. Realmente la preparación de las mujeres aumentó mucho, aunque era menor que la de los hombres, desde que se crearon las llamadas Escuelas Normales de Maestras, a partir de la Ley de 1857. Doña Josefa Alcázar vivió en su tiempo como docente un periodo de cambios relativamente importantes desde su época de profesora sin título en una escuela privada, hacia 1841, hasta entrados los años 70 de este siglo XIX, en que ya dejó la docencia por jubilación.
Por este tiempo el título se expedía en función de que la aspirante pasase un examen en el que demostraba estar preparada para dirigir una escuela de niñas. La prueba iba dirigida, obviamente, a las materias que se pretendía que conociese la maestra y se hacía especial énfasis en las tareas propias de mujeres, según la visión social de la época. Por supuesto se debía de demostrar tener conocimientos suficientes para enseñar  las primeras letras y aritmética elemental. De todas formas, el no poder asistir todavía a los centros de estudio para el magisterio suponía que no se les exigiese el mismo nivel que a los hombres, a los que se pedía una preparación, en general, más elevada.
Sabemos por un documento de la Junta de Instrucción Pública de Cehegín, del año 1843, que doña Josefa Alcázar tenía un sueldo, como maestra pública de instrucción elemental, de 1100 reales anuales, y que en su escuela pública estaban matriculadas 80 niñas, en tanto que a la privada de doña Teresa Artero concurrían sólo 14 niñas, posiblemente de familias pudientes.
En la clase estudiaban niñas de diferentes edades pues, aunque la profesora era de enseñanza primaria elemental, en el aula se sentaban alumnas de varias edades y diferentes capacidades,  y se daba una especial dedicación a la clase de bordar, coser y hacer media. Así, aún en contra de lo que dictaba la ley, en una clase podía haber  mezcladas alumnas de entre los cinco y los doce años, por lo que, de facto, hacían como profesoras no sólo de educación primaria elemental sino también, en ocasiones, de primaria superior. Por un documento del año 1842 sabemos que esta maestra tenía dos pasantes en su escuela privada, que le ayudaban en las tareas docentes con las niñas. Doña Teresa Artero, por su parte tenía una. Los pasantes, en este caso, eran mujeres jóvenes, que por un lado ayudaban en clase a la maestra y por otro iban aprendiendo en la práctica de la docencia. Esta es otra figura interesante a tener en cuenta, pues era otra forma de enseñanza para aquellas que querían ser maestras en tanto no se crearon los primeros centros de estudio para el magisterio femenino.
Doña Josefa Alcázar, que tenía un puesto como profesora elemental, muy poco remunerado, en el año 1851 solicitó poder presentarse a examen para optar a una plaza de mayor categoría y con un sueldo más elevado. El hablar de plaza de mayor categoría se refiere a pasar a dar clase de la instrucción pública elemental a la superior, por la que su sueldo se incrementaba notablemente. Otra cosa es que se cobrara en tiempo y forma, dada la precariedad de las arcas municipales.

“En la villa de Cehegín, a diez y ocho de noviembre de mil ochocientos cincuenta y uno. Reunido el Ayuntamiento Constitucional de la misma en sus salas consistoriales bajo la presidencia del sr. Alcalde de ella. Se dio cuenta de un memorial de doña Josefa Alcázar Durán, su fecha treinta de octubre próximo pasado, solicitando que puesto aspiraba a examinarse maestra de niñas de mayor categoría y clase de la que en la actualidad desempeñaba en esta villa, se dignase este Ayuntamiento informar a su continuación sobre su conducta política y moral, y desempeño al mismo tiempo de dicho su establecimiento. En consecuencia, debía esta Corporación de acordar y acordó:
Se le devuelva dicha solicitud a la interesada con el oportuno informe, firmado por el sr. Presidente, en la cual se patentice su buena conducta política, moral y religiosa, como la asiduidad y esmero con que procura educar y enseñar así las niñas pobres como las que tienen el carácter de pudientes. Y de cómo así lo acordaron y firman sus S.S. Yo el secretario doy fe.

Alfonso Álvarez Castellanos. Santos Cuenca Abril. Juan Alarcón Pradera. Alonso Clemente Abril. Alejo de Gea. José Sánchez. Damián García Bonillo. Francisco Pareja Guirao. Gonzalo Hidalgo. José Adán Hidalgo.

Ante mí. José Jiménez Sánchez.” (1)

“Doña Josefa Alcázar, maestra pública de niñas de esta villa, ha verificado su examen extraordinario para gozar de la mejora de sueldo con arreglo a lo que dispone el artículo 12 del Real Decreto de 23 de septiembre de 1847, quedando aprobada de sus ejercicios y mereciendo por ellos el aumento de dicho sueldo hasta la cantidad de 2666 reales anuales. En su virtud ese ayuntamiento dispondrá que en el presupuesto adicional que debe formar en el mes de enero de 1852 y remitir a la aprobación del sr. Gobernador se consignen los 1566 reales que resultan de diferencia entre la dotación que hoy disfruta y la que debe de tener en el indicado año 1852. Y espera la Comisión que a la brevedad posible dada cuenta a esa Corporación remita usted copia del acta en que conste el acuerdo que recaiga sobre el particular.

Dios guarde a usted muchos años. Murcia, 22 de diciembre de 1851.

El presidente”.  (2)  


Las maestras disfrutaban un sueldo bastante menor que el de los maestros, lo cual venía regulado en el mencionado Real Decreto de 23 de septiembre de 1847.
Cuando ya llevaba cuarenta años ejerciendo como maestra, la Junta Municipal de Enseñanza quiso de alguna manera homenajear a doña Josefa Alcázar en lo que eran las postrimerías de su carrera como maestra de niñas. Mujer a la que se reconoció de manera sincera la labor y dedicación que durante toda su vida tuvo para con varias generaciones de niñas cehegineras, en el acta de examen y reconocimiento de su escuela, del año 1875, se le presta un merecido homenaje.

“En expresada villa de Cehegín a catorce de julio de mil ochocientos setenta y cinco. Reunidos los señores de la Junta Local de Primera Enseñanza, la comisión de Instrucción Pública y varios individuos del Ayuntamiento y particulares, se dirigieron al local de la profesora dª Josefa Alcázar y Durán, adonde hallaron reunidas 131 niñas con el mayor orden y compostura, colocados los indicados señores en la plataforma, fueron saludados cortés y atentamente por la niñas, a cuyo nombre lo hizo particularmente la discípula dª Antonia Clemente y García.
A seguido se procedió al acto del examen teniendo a la vista la relación nominal, habiendo encontrado a las niñas a más altura elevada y sobresaliente en todos los ramos de la enseñanza primaria. Hubo clases que leyeron con perfecta corrección. Se presentaron planas de escritura muy buena. Las labores se exhibieron en verdadera profusión y variedad, habiéndolas distinguidas y de admirable perfección. En religión y moral demostraron conocimientos muy superiores a sus tiernas edades, sucediendo lo propio en historia sagrada, doctrina cristiana etc., etc.
Terminado el acto a las doce de la mañana se hizo la distribución de premios, escaseándolos lo posible porque no había suficientes ni correspondían al mérito de algunos de los trabajos exhibidos.
La Junta concluyó altamente complacida y totalmente satisfecha, sin haber dejado nada que desear, debiendo consignar en la presente acta que la profesora dª Josefa Alcázar y Durán es digna de toda consideración y merecedora de que se le tribute el debido honor a su constancia, a su amor por ilustrar la niñez, a su perseverancia incansable por la educación. Pues después de cuarenta años de asiduos trabajos, hoy se presenta a exámenes  generales con un número de alumnas crecidísimo y éstas en una altura que no vacilan en calificar de superior. Su celo por el trabajo, sus dotes de cristiana resignación y su hábito no interrumpida en la inocente niñez, la han identificado con ella en tales términos, que aún en las épocas de vacaciones, se le ve rodeada de discípulas, gozosa con este proceder, porque imita la incomparable caridad del mártir del Gólgota con los niños de Jerusalén.” (3)

Ser maestra en el siglo XIX era algo totalmente vocacional y si ese trabajo se desarrollaba en una capital se puede pensar que la vida para la docente era en algunos aspectos más llevadera, a pesar de que los sueldos no fueran muy elevados, pero las maestras que recalaban en una población como Cehegín, algunas de ellas llegadas de la ciudad y por tanto acostumbradas a las comodidades que ofrecía la vida del mundo urbano, se encontraron de pronto en un espacio cerrado, en casas frías, en mal estado y poco acondicionadas, con escasos medios para conducir adecuadamente su escuela, en un mundo rural mucho más hermético y conservador que el de la ciudad.
Acta de la Junta Municipal de Primera Enseñanza. 14 de julio de 1875. 


. 

El papel de estas mujeres fue mucho más importante de lo que podemos presuponer, habida cuenta de que la educación de las niñas dependió de ellas en exclusiva hasta que llegó el tiempo, ya muy entrado el siglo XX, en que se instaura la educación mixta. Efectivamente, sólo podemos decir que las mujeres eran maestras por vocación en el siglo XIX. Las que tenían inquietud por aprender únicamente podían hacerlo mediante el camino de profesora de  la primera enseñanza, y también había mujeres que optaban por salir de los cánones establecidos, el trabajo fuera del hogar, y esta salida sólo era posible mediante la profesión de maestra de escuela.



(1) Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín, de 18-XI-1851

(2) Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín, de  29-XII-1851

(3) Acta de la Junta Municipal de Primera Enseñanza. 14 de julio de 1875


Fuentes

Archivo Municipal de Cehegín.

-Actas capitulares del Ayuntamiento de Cehegín. Años 1830-1905.

-Documentación de la Junta de Instrucción Pública de Cehegín. Años 1833-1905.


lunes, 20 de abril de 2015

Los versos manuscritos más antiguos conocidos en Cehegín, del año 1549, y autor desconocido, conservados en el Archivo Municipal.


En el Archivo Municipal de Cehegín conservamos los versos manuscritos y originales más antiguos de que se tenga conocimiento para este pueblo. Fueron localizados y sacados a la luz por mí hace un par de años. Están escritos en el año 1549, compuestos en cuartetos y son dos composiciones que aparecieron en un libro de causas judiciales.  Son de autor desconocido, aunque escritos en Cehegín y con seguridad por un ceheginero. Una joyita más, parte del patrimonio documental y literario de Cehegín. Pueden ver un fragmento de la primera composición en la fotografía, el cual también transcribimos a continuación.
                                                                  
"Querella

Ante tu gran potestad,
ques árbitro impotente,
y ante aquel asistente
Benus diosa.

De cabsa luxuriosa
te presento esta querella,
y te pido sientas della
mi fatiga.

Y pues tu ofiçio te obliga
a juzgar los casos tales,
a ti Fajardo mis males
me querello

De aquel de merino cuello,
de aquel traydor de continuo,
de aquel falso serpentino,
Sajitario.

De aquel que Santilario
lo librara de Satán,
de aquel diestro capitán,
de la estocada"


jueves, 16 de abril de 2015

Sobre la violencia entre familias poderosas en el Cehegín de la Edad Moderna


En varias ocasiones hemos hablado en este espacio de la violencia ejercida por las diferentes familias nobles de Cehegín entre los siglos XVI al XVIII, y donde el siglo más violento fue, sin duda, el XVII. A tenor de las investigaciones que yo mismo he realizado, hay algo que parece incontestable y que da muestra de las relaciones clientelares, familiares y de otros tipos que existían en Cehegín entre familias que se agrupaban en torno a una más poderosa, reforzando el poder de todas ellas, bien mediante matrimonios, bien con lazos clientelares, como he dicho. Así, cuando se producía una muerte violenta relacionada con las luchas entre familias el asesino solía ser de una familia menor relacionada siempre con otra más poderosa. En ocasiones eran criados mandados por su amo, pero, otras veces eran miembros de la entidad familiar. Así, por ejemplo tenemos el caso, comentado por mí varias veces de don Agustín Bernad de Quirós, que participó del asesinato del alcalde ordinario don Alonso Carreño Quirós (del que era, curiosamente pariente lejano, por el apellido Quirós), en el año 1690. Justamente un año antes, estuvieron a punto de matar a don Juan Fajardo Lara, alcalde ordinario por el estado noble. La muerte del Carreño fue, sin ninguna duda, una venganza por este hecho. Antes hemos hablado de don Agustín Bernad. Este apellido ya había aparecido durante el siglo XVII ¿lo recuerdan? Apuesto a que sí. Cuando don Martín de Ambel y Bernad mata a don Alonso de Góngora, alférez mayor. Quizá en este asesinato hubiese algo más que la simple honra de la hermana de Ambel, pero eso es algo que nunca sabremos, pues, sólo conocemos la documentación oficial. Es probable que en este entramado hubiese intereses familiares de por medio, ya que tanto los Ambel como los Bernad eran familias hidalgas menores que vivían a la sombra de otras más poderosas. En fin son conjeturas, pero que pueden ser ciertas perfectamente. ¿Si los Góngora hubiesen realmente querido matar a don martín de Ambel no lo hubiesen matado? Dentro o fuera de la ermita, por supuesto que sí. En caso de no querer derramar sangre dentro de suelo sagrado lo hubieran agarrado cualquier noche y se lo hubieran llevado saltándose las leyes sin reparo alguno. Sin duda hubo un apaño entre familias, aunque no conozcamos los pormenores del caso. De hecho los Ambel parece que tuvieron, durante el siglo XVII una importante relación clientelar bajo el manto de los Fajardo, mientras que los Góngora la tenían dentro del entramado creado por los Carreño. Es factible pensar que este hecho sucedió como una consecuencia más de esa guerra particular que durante este siglo XVII libraron las familias Fajardo y Carreño, y que produjo muchos muertos a lo largo del siglo XVII.
Cuando se reflejan casos de asesinato suelen ser estas familias de hidalgos de menor poder y fuerza económica las que aparecen envueltas como autoras o inductoras del crimen, pero raramente, las familias poderosas a quien servían o de que eran parientes.