jueves, 18 de septiembre de 2014

El doctor don Juan Yáñez Espín, médico y humanista en el Cehegín del siglo XVII.



                                                           © Francisco Jesús Hidalgo García

Introducción.

Resulta sorprendente el que una figura que parece haber tenido cierta relevancia dentro del entramado cultural, económico, religioso y social del Cehegín de la primera mitad del siglo XVII no haya sido estudiada hasta el momento desde un punto de vista histórico con la rigurosidad que se merece. En este aspecto habría que hacer un énfasis aclarando que hasta hoy en día sólo lo sacó a la luz con unas pinceladas literarias el laureado escritor ceheginero Salvador García Jiménez (1). Es un personaje prácticamente desconocido hoy aunque, no obstante, persona de reconocido prestigio en el Cehegín de su época, tanto a nivel social, como profesional y también en su faceta de erudito de vasta cultura. De familia noble y adinerada, fue médico, humanista, hombre de letras e historiador (en el sentido de la época). Lamentablemente, hasta el momento, como veremos más adelante, sólo tenemos noticias sobre sus escritos por informaciones de contemporáneos y estudiosos de época posterior a la suya. Se le ha nombrado desde el manuscrito de Ambel, del siglo XVII,  hasta los escritos de don Miguel Mas, a mediados del siglo XX, pero nadie investigó su biografía, al menos profundizando en su vida, de modo que, hasta el momento, eran muy pocos los datos suyos que se tenían. No disponemos de ninguna obra escrita de su mano, ni copia (a excepción de los fragmentos que don Martín de Ambel incluye en su libro “Antigüedades de la villa de Cehegín”), aunque sí algunos documentos médicos firmados por él.
La investigación de personajes históricos es apasionante, pero también presenta dificultades importantes en cuanto a que el investigador no se puede restringir a indagar en un único archivo histórico y debe de buscar y rebuscar, casi como persiguiendo una aguja en un pajar, hasta encontrar datos fidedignos y, aún más, cuando prácticamente no hay casi nada por donde comenzar el trabajo. Ésta es la situación del doctor Yáñez Espín.  Del Archivo Histórico de Cehegín, el Histórico Provincial de Murcia, el Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca, el Archivo Parroquial de Cehegín, entre otros, han manado las fuentes de donde hemos bebido para elaborar este bonito trabajo de investigación.
Vamos a intentar sacar a la luz a un hombre prácticamente desconocido, su historia familiar, su vida, sus relaciones, el mundo en el que se desenvolvía su actividad profesional, literaria y también económica. En esencia, vamos a descubrir cosas que nadie sabía desde hace siglos. Este año 2014 se cumple el trescientos sesenta aniversario de su fallecimiento. Lo celebraremos con su rescate, que no es poca cosa, con la idea de enriquecer un poco más la historia local a través de la biografía de un personaje de relieve que quizá, junto con su buen amigo don Juan de Quiroga, fuese la persona más culta que caminó por este pueblo durante toda la primera mitad del siglo XVII. Comencemos, pues, esta aventura.




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(1) García Jiménez, Salvador.  La gran historia de honor de don Martín de Ambel. Edit. KR. 1997.


Un marco histórico.

Cehegín crece mucho durante el siglo XVI, y a comienzos del XVII el pueblo avanza en su trazado urbanístico. Se conforman de manera definitiva las vías principales, la calle Mayor de Arriba, la Cuesta de Moreno y la calle de la Tercia, de modo que en este espacio se instalarán las principales casas de los potentados cehegineros. La población se extiende desde los arrabales del siglo XVI hacia el cabezo de la Concepción, y  por toda la parte meridional va creciendo paulatinamente a un lado y a otro de esas vías que hemos comentado. A finales del siglo XVIII se habrá completado la urbanización de lo que hoy conocemos como el Casco Antiguo de Cehegín. Pero ahora estamos a principios del siglo XVII. El doctor Yáñez Espín, a lo largo de su vida, conoce el final del reinado de Felipe II (el monarca fallece cuando tenía nuestro protagonista once años), el reinado de Felipe III completo y el de Felipe IV hasta fallecer once años antes de la muerte del monarca.
La economía de la villa de Cehegín estaba totalmente controlada por unas cuantas familias que, a su vez, juntaban en torno a sí a otras de menor rango, unas veces por lazos familiares y otras por simple interés y se creaban redes de lazos clientelares que se hacían más sólidas a través de matrimonios concertados entre ellas. Entonces intentaban controlar el Concejo como medio para poder dirigir la economía local en beneficio de sus propios intereses. Estas familias tenían importantes propiedades en tierras, hornos, almazaras y molinos, que les proporcionaban grandes beneficios. Cehegín había crecido enormemente en los últimos cien años.  Desde el año 1500 hasta el 1600 la población aumenta de manera espectacular, pasando de, aproximadamente, unas mil quinientas almas a finales del siglo XV a unas seis mil hacia principios del siglo XVII. La economía está basada en la producción agrícola, la seda, el viñedo, el olivar etc. La estructura social, desde un punto de vista económico, se puede estructurar en familias hidalgas adineradas, labradores ricos que durante los siglos XV-XVI eran conocidos como caballeros cuantiosos, y que aspiran a la hidalguía, un grupo intermedio y variopinto de personas con oficios varios y que invierten en propiedades en tierra y, desde luego, una gran masa poblacional de braceros que viven una vida dura y mal remunerada, a expensas del trabajo en las propiedades de los hacendados.
En este tiempo la villa se encuentra integrada en la llamada Encomienda de Caravaca, perteneciente a la Orden Militar de Santiago. Los roces y tensiones eran habituales entre el Concejo, que quería mantener su independencia política y económica, y la Orden que, con el fin de proteger sus intereses, presionaba para intentar controlar económica y políticamente al Concejo y con él, a la villa.
Este es un mundo rural y, en muchos aspectos, unas vías de comunicación en mal estado propiciaban un cierto aislamiento del resto del mundo pero, al fin y al cabo, eso era lo que sucedía en todas las villas del interior del Reino de Murcia. Sin embargo, gente como el doctor Yáñez y otros personajes de la élite económica y social lo rompían con sus viajes a Murcia y a Madrid, a la Corte, donde la vida urbana era totalmente diferente a la de este Cehegín deprimido y pobre.
Don Juan, con sus viajes periódicos, podía respirar el aire de la ciudad, visitar amigos, librerías y bibliotecas particulares y a la vez enriquecer la suya propia con compras de libros de todo tipo, incluso también los censurados. Nuestro personaje debió de poseer una rica e interesante biblioteca, pero de la que no nos ha quedado vestigio alguno.
Este es, en unas breves pinceladas a modo de introducción, el Cehegín que conocía el doctor don Juan Yáñez Espín.


Don Juan Yáñez Espín en su niñez y juventud

Don Juan nace en Cehegín, siendo bautizado el día 20 de enero del año 1587 (2), como hijo de don Juan Yáñez Espín y de doña María Hernández (3), y nieto, por vía paterna, de don Alonso Yáñez y doña María López Espín y por la materna de Juan de Carmona y de Catalina Sánchez. El pequeño crece en una familia hidalga, los Yáñez, cristiana vieja, con una buena disposición económica, en dinero y bienes, y con presencia documentada en esta villa desde la segunda mitad del siglo XV. Su antepasado Lope Yáñez  figura como hidalgo en el padrón de los Reyes Católicos del año 1495. Será su abuela, doña María, la que una el apellido Espín, también hidalgo, a la familia, y que portarán tanto su padre como él y sus hermanos.
La niñez y juventud temprana de don Juan se desarrolla en Cehegín donde, al amparo de su tío Alonso Yáñez, hermano de su padre, y por aquellos tiempos maestro de escuela en la villa, se le irá inculcando el amor por el conocimiento y el pensamiento humanista que, años más tarde, será sello que portará a lo largo de toda su vida. Quizá fue durante su juventud temprana, a la vez que aprendía las letras con su tío Alonso cuando, imbuido tanto por las enseñanzas de éste, como por la propia curiosidad de sus años jóvenes, empezó a tener una cierta querencia y preguntarse por las cosas de la antigüedad llevado, sin duda, por ese espíritu de que “el saber no ocupa lugar” y la presencia, por los cuatro costados del término de la villa, de restos de tiempos antiguos, como el mismo castillo que, hacia el año 1600, cuando él sólo tenía 13 años, era un edificio destinado a mantener la pompa y el prestigio de la Orden de Santiago y sobre todo de su alcaide, pero que sólo quedaba como imagen de otros tiempos, una fortificación que no tenía un sentido práctico como instrumento defensivo de la villa. También conocía perfectamente la ruinas de Begastri, que a finales del siglo XVI todavía mantenían visible la estructura de la planta de la ciudad, aunque ya se había iniciado tiempo atrás el desmantelamiento de las murallas para utilizarlas como cantera de piedra. No obstante ni él, ni nadie, por aquel entonces, sabía qué ciudad había sido esa. Ese misterio hacía que la gente se preguntase por ella, su antigüedad, quién había vivido allí, su historia.  En la época de la niñez y juventud de Juan Yáñez Espín el término municipal de Cehegín aún conservaba una cantidad enorme de vestigios que, en la mente de una persona con inquietudes, resultaba un estímulo enorme para fomentar la búsqueda del conocimiento sobre los tiempos antiguos. Estas cuestiones fueron convirtiendo a Juan en un amante de las cosas de la Historia. Sabemos que nació seis años antes que don Martín de Ambel y  Bernad y cuatro años antes que don Juan de Quiroga Faxardo, los que serían grandes amigos suyos. Ambos fueron personas de cultura, fundamentalmente Juan de Quiroga, que se convirtió en un gran escritor, y con el que es muy probable que Yáñez viajase en alguna ocasión, ya con la mayoría de edad, a Madrid, donde Quiroga cultivaba muy buenas amistades en el ambiente literario de ese tiempo.
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(2) Acta de Bautismo de don Juan Yáñez Espín. APSMM. Libro de bautismos nº 2. Folio 217 v.

“Juan, hijo de Juan Yáñez.
Este dicho día, mes y año, baptizó el dicho a Juan, hijo de Juan Yáñez y Mari Hernández, su mujer. Fueron compadres Alonso de Carmona y su mujer, Juana Guirao. Y por la verdad lo firmé. Pedro de Terán”

(3) Acta de matrimonio de don Juan Yáñez y doña María Hernández, padres del doctor don Juan Yáñez Espín.
APSMM. Libro de matrimonios nº 1. Folio 35 V.

“En onçe de otubre del año de mill y quinientos y setenta y nueve años, beló el padre Antonio López a Juan Yáñez, hijo de Alonso Yáñez y de Mari López, y a Mari Hernández, hija de Juan de Carmona y de Catalina Sánchez. Fueron padrinos  Alonso d´Espín y su mujer, Catalina Rodríguez. Testigos los reverendos Rodrigo de Morales y Pedro González de Rueda, y Alonso Yáñez, maestro de escuela. Y lo firmó el dicho Antonio López.
Antonio López Yáñez”


Los estudios en Salamanca.

Comenzó el joven Juan Yáñez sus estudios de Bachiller en Artes y Filosofía en la Universidad de Salamanca, en el curso 1609-1610, cuando ya tenía 22 años cumplidos, por lo cual es de suponer, aunque no tenemos documentación al respecto, que debió de estudiar en Murcia o en otro lugar durante algún tiempo para luego trasladarse a la famosa universidad salmantina.
El Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca ha resultado ser un magnífico escenario donde poder recabar algunos aspectos fundamentales para elaborar la biografía de este personaje. Lo que en principio parecía, como suele ser habitual en la investigación histórica, una búsqueda un tanto aleatoria, sin saber muy bien si se podría encontrar algún dato referente a la persona sobre la que indagaba, resultó que se abrió un buen canal en lo que se suponía que sería una búsqueda azarosa y quizá de poco fruto. Uno de los primeros hallazgos fue una descripción, somera, pero muy gratificante de don Juan Yáñez Espín. Es realmente interesante, a pesar de ser muy sencilla, porque no tenemos descripciones del rostro de personajes célebres cehegineros en esta época. 

“Juan Yáñez, natural de Cehegín, diócesis de Cartagena. El rostro flaco y una herida en la frente. Con cédula de examen fecha a veinte de diciembre de seiscientos y nueve. Y desde allí ha estado y estuvo un curso en súmulas con Alonso Marcos, natural de La Vellés, de Salamanca, y Domingo Zamorano, natural de Cardenete, de Cuenca. Juraron, etc.” (4)

Hacia el año 1610 se encontraba en Salamanca la que desde tiempos medievales había sido considerada como una de las más prestigiosas universidades, no sólo españolas, sino de toda Europa. La capacidad económica de la familia de don Juan Yáñez permitió que éste pudiese cursar estudios durante, al menos, siete años, que son los que tenemos documentados, aunque pudo ser alguno más. Así, en primer lugar estudió el Bachiller en Artes y Filosofía durante los cursos 1609-1610, 1610-1611 y 1611-1612.  Obtuvo el grado de Bachiller por Salamanca el día 22 de diciembre de 1612. En enero siguiente comenzó los estudios de medicina.

“A 4 de jullio de 1613.

Juan Yáñez, natural de Cehegín, diócesis de Cartagena. Recibió el grado de Bachiller en Artes por Salamanca a veintidós de diciembre de 612, y desde primero de henero de 613 ha estado y provó un curso en medicina theórica y filosofía natural, con los dichos Alonso de Madrid y Luís González. Juraron etc.” (5)

El fondo documental del Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca nos ha permitido conocer que don Juan Yáñez realizó estudios de medicina entre los cursos 1612-1613, 1613-1614, 1614-1615 y 1615-1616. Tanto los libros de matrícula como los registros de pruebas testificales nos ofrecen una interesante información de cara a poder desentrañar los estudios de Yáñez en esta prestigiosa universidad.


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(4) AUSA. 601. Registros de pruebas testificales de cursos y lecciones de las facultades de  Teología, Artes y Medicina. 30 de junio de 1610. Folio 102 v.

(5) AUSA. 603. Registros de pruebas testificales de cursos y lecciones de las facultades de  Teología, Artes y Medicina. 4 de julio de 1613. Folio 69 v.



“A 22 de marzo de 1616

Lectiones en cánones, digo en medicina, de Juan Yáñez, natural de Cehegín, diócesis de Cartagena. Probó aber leydo diez lecciones en medicina en diez días lectivos. A estado con Gaspar  Tablares, natural de Freixo de Lamego, y García de Soto, natural de Aixa de León. Juraron, etc.
Y probó aber  tenido y sustentado el general de medicina desta Universidad un acto de conclusiones en medicina que duró más de una hora y media, presidiendo el doctor Lucas Criado de Miranda. Y lo tuvo a quatro  de hebrero de seiscientos quince.
Y aber tenido desde su segundo año Galenos, Hipócrates y Avicenas, y otros libros de la dicha Facultad, con Juan de Cabrera, natural de la Hinojosa, de Córdova, y Pedro de los Arcos, natural de Nájera, de Calahorra. Juraron, etc.”  (6)


Sabemos, pues, que realizó en el Bachiller un curso de súmulas, otro  de lógica y otros tantos de Artes y Filosofía y que durante la Carrera de Medicina cursó estudios de medicina teórica y práctica, cirugía, filosofía natural, medicina práctica de visitar a enfermos etc.
Debieron de ser unos años duros los que pasó en Salamanca don Juan Yáñez, porque los estudios eran difíciles en aquellos tiempos, y aún más los de medicina, en una universidad que cuidaba su prestigio internacional procurando que el nivel obtenido por sus alumnos fuera elevado. El estar durante tanto tiempo alejado de su tierra, ya que sólo vendría en los periodos vacacionales, y no siempre, dado lo incómodo, molesto, e incluso peligroso de los viajes en esta época, debió de resultar difícil de asimilar los primeros años. A la vez debieron de ser años gratificantes tanto por las amistades que debió de hacer allí como por el nivel del profesorado. Por otro lado entre sus compañeros hubo gente que luego destacó en el campo de las artes, la medicina o la filosofía. En este tiempo universitario, al socaire de las buenas bibliotecas de Salamanca y el ambiente de estudio de todas las facultades fue cuando, con seguridad, don Juan comenzó su faceta de hombre bibliófilo.
La Universidad, como institución, y Salamanca, como ciudad, lo transformaron en una persona distinguida y culta, a partir del joven provinciano, inteligente y listo, que partió un día de Cehegín con la falta de experiencia que cargaba por haber vivido en una villa rural, pobre y aislada, aunque él fuese de familia hidalga con buenas posibilidades.
Después del año 1617 ya no hemos encontrado documentación sobre la continuidad de sus estudios en la Universidad de Salamanca, de modo que, hasta el momento, aunque sabemos que él obtuvo el título de doctor, no hemos podido localizar la documentación que nos confirme el año en que obtuvo dicho reconocimiento. Sabemos, por otras fuentes, que en 1623 ya lo era.

“2 de abril de 1616

Juan Yáñez, natural de Cehegín, diócesis de Cartagena. Provó un curso en medicina teórica, método y práctica de visitar a enfermos, desde San Lucas pasado hasta oy día, con Bartolomé Garay, natural de Morón, diócesis de Sigüenza, con Baltasar Cardosa, natural del Barco, diócesis de Ávila. Juraron etc.” (7)

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 (6) AUSA. 605. Registros de pruebas testificales de cursos y lecciones de las facultades de  Teología, Artes y Medicina. 22 de marzo de 1616. Folio 75 r.

(7) AUSA. 606. Registros de pruebas testificales de cursos y lecciones de las facultades de  Teología, Artes y Medicina. 2 de abril de 1616. Folio 61 v.


Familia

Don Juan casó con doña María de Burguillos en fecha de 12 de diciembre de 1627 (8), en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, de Socovos, Albacete. Contrajo, pues, matrimonio con cuarenta años, posiblemente condicionado por su vida de estudio que, sin duda, se alargó hasta cumplir los treinta. Doña María era hija de don Diego de Burguillos Ballestero y de doña Polonia Mercado, naturales de Santisteban del Puerto, en Jaén.
En el siglo XVII la edad normal para casarse era de veinte años para los hombres y dieciocho para las mujeres. Doña María de Burguillos era menor que él,  y con ella tuvo como hijos a Lope en 1629 que falleció muy niño, Alonso en 1631, también muerto al poco tiempo, y los hijos que le sobrevivieron hasta llegar a la edad adulta fueron María, nacida en el año 1633, Lope en 1637, y Restituto, del que no conocemos la fecha de nacimiento por no haber sido bautizado en Cehegín, pero que nació en fecha anterior al año 1637, ya que sabemos por el testamento de su padre que era el hijo varón de mayor edad. (9)



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(8) Acta de matrimonio de don Juan Yáñez Espín y de doña María de Burguillos. APNSA. Libro de matrimonios nº 2. Folio 3. Año 1627. Socovos

“El doctor Juan Yáñez Espín y doña María de Burguillos. Veláronse en Cehegín.

En doce días del mes de diciembre del año de mil y seisçientos y beinte y siete años yo, el licenciado Luís de Perea, del ábito de Santiago y cura propio de la villa de Cehegín, desposé por palabras de presente, in facie eclesia, abiendo precedido las amonestaciones que manda el Santo Concilio, así en la villa de Cehegín como en la de Socobos, y abiéndose traydo mandamiento del señor don Diego de Ballesteros, vicario general de la villa de Yeste y su partido, al doctor Juan Yáñez Espín, hijo legítimo de Juan Yáñez Espín y de doña María Fernández Piñero, vecinos de la dicha villa de Cehegín, y a doña María de Burguillos, hija legítima de Diego de Burguillos y de doña Polonia Mercado, vecinos y naturales de la villa de Santisteban del Puerto. Fueron testigos el doctor Luís de Tamayo, teniente de cura de la villa de Férez, y a don Francisco de Estremera, y a Alonso Carmona, vecinos de la villa de Cehegín. Y yo lo firmé. Ut supra.
Licenciado Luís de Perea Prado.”

(9) Acta de Bautismo de María Yáñez de Burguillos, hija del doctor Juan Yáñez Espín y doña María de Burguillos. APSMM. Libro de bautismos nº 6. Folio nº 256. Cehegín

“María, hixa del doctor Juan Yáñez. En veinte y tres días del mes de março del mil y seisçientos y treinta y tres años, yo, el liçenciado Alonso Fernández, cura, baptiçé a María, hija del doctor Juan Yáñez y doña María de Burguillos, su mujer. Fueron compadres el liçenciado Paco, presbítero, y doña Polonia, mujer de Alonso Fernández. Y lo firmé.
Alonso Fernández”

Nota: María Yáñez de Burguillos casó con don Rodrigo Carreño Espín, en un matrimonio concertado, de que se conserva el acta notarial, de fecha seis de septiembre de 1654, poco antes del fallecimiento de su padre, el doctor Yáñez, según consta en protocolo notarial, nº 8161 del AHPM. En dicho documento se fijan las dotes y bienes que los padres han de dar a los contrayentes una vez que se haya formalizado el matrimonio, de  modo que don Alonso Carreño le da a su hijo tierra y determinados bienes que le ayuden a aumentar su patrimonio y, de la misma manera, don Juan Yáñez lo hace con su hija, doña María.
Restituto casó dos veces, en primeras nupcias con doña María Espín Chico, hija del licenciado don Diego Espín y de doña María Chico, en el año 1658, y en segundas con doña Juana Lorencio, viuda de don Baltasar de Béjar, en el año 1668. En cuanto a Lope no tenemos referencia alguna sobre su matrimonio, quizá quedó soltero o casó fuera de la villa.


El doctor Yáñez tenía como hermanos a Alonso Yáñez Espín, Lope, María y Matías. Un personaje interesante para ser estudiado es Alonso, su hermano mayor, que en el año 1600, con alrededor de veinte años, figura como estudiante. Se trata de un hombre con un cierto poder económico y político en el Cehegín de la primera mitad del siglo XVII, de modo que fue regidor en el Concejo y consiguió que su hijo Joaquín Yáñez, nacido en 1610, fuese nombrado por el rey don Felipe IV, en el año 1639, Regidor Perpetuo de la villa de Cehegín, tal y como figura en las actas capitulares del Concejo. Alonso había casado con doña Juana Fernández el día 25 de abril del año 1602, y Joaquín, hijo de ambos, casó con doña Mariana de Carmona en el año 1630.
Esta rama familiar de los Yáñez Espín resulta interesante para sacarla a relucir, pues aunque el doctor Yáñez Espín no entró en cuestiones de política ni ocupó cargo alguno (que sepamos por la documentación) como regidor ni alcalde ordinario del Concejo, ni otros oficios que no fuesen el directamente relacionado con su profesión de médico, sí que la presencia de su hermano Alonso y después de su sobrino Joaquín, como regidores, con quienes mantenía, según se desprende de algunos documentos, una muy buena relación, le permitió defender determinados intereses personales y económicos propios, habida cuenta del importante patrimonio de que disponía.
Don Juan Yáñez fue un hombre rico, quizá no al nivel de las más poderosas familias de la villa, pero sí lo suficiente como para ostentar y llevar un buen nivel de vida y de ello da fe su testamento.
Sabemos que cuando redactó su testamento (10) creó un mayorazgo de bienes vinculados que recaía sobre su hijo Restituto, que era el mayor de los hermanos varones, de modo que dicho mayorazgo era indivisible y pasaría de padres a hijos por la línea de los herederos del primogénito. Si éste no tuviese herederos entonces pasaría a la línea genealógica del segundo, Lope, y la siguiente en la sucesión, en caso de que Lope no tuviese herederos era María y sus hijos. Tenía un valor aproximado en bienes de unos mil ducados. Doña Maria de Burguillos, su mujer, quedó con el usufructo de dicho vínculo y mayorazgo, hasta que falleció en el año 1656.
Tenía el doctor Yáñez una buena cantidad de tierras, entre las que destacaba la heredad del camino de Canara, con unas cuarenta peonadas, como una entre sus muchas heredades repartidas por el término de la villa de Cehegín. Además tenía un horno en el Coso, que arrendaba produciéndole una buena cantidad de ganancias al año. El último arrendamiento que hizo fue a Marcos López, unos meses antes de su muerte.

“ Y el dicho doctor Yáñez dixo que da en arrendamiento al dicho Marcos López un horno  de pan cozer, que tiene en esta villa, en la calle de los Corbalanes, en el varrio del Coso, con çinco cuerpos de casa, linde Juan Corbalán, alcayde,  y otros por tiempo y espacio de tres años, que han de correr y contarse desde primero de mayo hasta ser cumplidos los otros dos, otro día primero de mayo del año de çinquenta y siete, por preçio cada un día de los que fueren de trabaxo  en que se puede cozer pan de dos libras de pan de trigo bueno , de dar e reçebir, con que las fiestas forzosas y domingos no  a de pagar cosa alguna…” (11).


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(10) AHPM. Testamento de don Juan Yáñez Espín. Protocolo notarial nº 8160. Folio nº 26.

(11) AHPM. Carta de arrendamiento del doctor Juan Yáñez contra Marcos López. Protocolo notarial nº 8161. Folio nº 38.



Don Juan Yáñez, médico en Cehegín.

“En la villa de Cehegín,  a cinco días del mes  de mayo de mill y seisçientos  y cuarenta y dos años, el doctor Juan Yáñez Espín, médico, y Jerónimo de Moya, çirujano, vecinos de esta villa, con juramento que hiçieron en forma de derecho declararon que están curando y visitando a Sebastián Ruiz Maya Capel, veçino  de esta villa, de çiertos achaques y mala dispusiçión que tiene del hígado, de que tiene el cuerpo con algunas llagas y flema sacada y está de modo que en haçiendo cualquier exerciçio brota sangre por las manos, por la dicha flema….”

Don Juan de Quiroga.    El doctor Yáñez Espín.   Jerónimo de Moya.

Ante mí, Cristóbal d´Avila.” (12)


El médico, durante la Edad Moderna, era una persona socialmente muy reconocida y una profesión bien pagada. Sabemos que, en Cehegín, el Concejo tenía dos galenos que cobraban un sueldo, pero que además atendían a enfermos por cuenta privada.
Junto con el doctor Juan Yáñez Espín estaba, hacia 1640, el doctor Pedro Enríquez de Mezquita. Acompañado del cirujano solía visitar a los enfermos en sus casas, diagnosticar en base a su experiencia, conocimientos, y la observación del estado del enfermo, pero en escasas ocasiones se aventuraba a realizar las intervenciones quirúrgicas, sangrías u otras operaciones, ya que de ello se encargaba el cirujano, cuando lo había, y en cuya falta se ocupaba de ello el barbero. En la época del doctor Yáñez el cirujano era Jerónimo de Moya. No obstante, nuestro doctor tenía conocimientos de cirugía, disciplina que había estudiado en Salamanca, como hemos visto en textos precedentes, pero no intervenía por considerar, por un lado, que se invadía el campo de trabajo del cirujano y, por otro, porque el propio prestigio del médico conllevaba no realizar determinadas funciones que debían hacer otros profesionales de rango inferior al suyo.
El médico, en esa relación especial que existía entre él y el enfermo, era una persona que ejercía una cierta labor de compañía, de ahí viene la expresión “médico de cabecera”. En muchas ocasiones esa relación traspasaba lo puramente profesional, de modo que se creaba un entorno de amistad entre ambos. En otros casos afloraba la imagen del “matasanos” en algunos médicos, a los que se consideraba que no ejercían su actividad debidamente y eran sancionados.
En este tiempo la casa del médico estaba abierta a las peticiones de los enfermos fuese la hora que fuese y, además, él estaba obligado a asistirlos en sus casas particulares cuando se lo solicitasen. Por la documentación que hemos podido consultar sobre el doctor don Juan Yáñez se puede entrever que se le consideraba un buen profesional. Cuando se atendía a enfermos pobres que no podían pagar la consulta el Concejo solía cubrir los gastos de la atención dispensada por el médico.






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(12) AMC. Excepciones a los hidalgos para no ir a la Guerra de Cataluña. Año 1642. S.C.


Tenemos constancia de la presencia de don Juan ejerciendo la medicina en Cehegín desde el año 1623, en que ya figura como el doctor Juan Yáñez, hasta prácticamente el mismo momento de su muerte, ocurrida en el año 1654. Por eso, cuanto más tiempo se llevaba ejerciendo y tratando enfermos, mayor era el prestigio, en cuanto a que la experiencia, como hoy en día, era muy tenida en cuenta.






Don Juan Yáñez.  Humanista, historiador y erudito.

La faceta de don Juan Yáñez como hombre culto y persona interesada en la historia o las tradiciones antiguas viene reflejada, fundamentalmente, a través del manuscrito de Martín de Ambel y Bernad  (13)  en el siglo XVII y de fray Pablo Manuel Ortega (14) en el siglo XVIII, ya que la historiografía posterior, básicamente, se ha limitado a reflejar lo que decían ambos en sus escritos. Cehegín le reconoció en el año 1895 su papel como protohistoriador y ceheginero de relevancia al dedicarle una calle frente a la ermita del Santo Cristo.
Es evidente que la figura del doctor don Juan Yáñez Espín siempre fue y ha ido en cierta manera ligada a la de don Martín de Ambel y Bernad. Ellos fueron grandes amigos. Sin embargo la clave en esta asociación que siempre hemos tenido presente reside, sin duda, en que fue el gran apoyo para que Ambel, encerrado en la torre de la ermita de la Purísima Concepción, escribiese ese conocido manuscrito denominado “Antigüedades de la villa de Cehegín”.
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(13) Ambel y Bernad, Martín. Antigüedades de la villa de Cehegín. Trascripción y comentarios de José Moya Cuenca. Excmo. Ayuntamiento de Cehegín. 1995.

 (14) Ortega, Pablo Manuel. Descripción Chorográfica del sitio que ocupa la Provincia Franciscana de Cartagena. Edit. Pedro Riquelme Oliva. O.F.M. Murcia. 2008.


Don Martín copió fragmentos del texto original de don Juan y, sin duda, se ayudó de los conocimientos de aquel que era considerado como una de las personas más cultas en el Cehegín de su tiempo. Desde luego, el doctor Yáñez era una persona de talla intelectual superior a la de Ambel.
Parece no haber duda de que el manuscrito de “Antigüedades de la villa de Cehegín contiene importantes fragmentos de la obra del doctor Yáñez y, además, el autor lo nombra en varias ocasiones a lo largo del texto.

“El doctor Juan Yáñez Espín, médico, en un manuscrito que hizo de antigüedad y fundación de Cehegín dice que fue hallada una piedra antigua en los años pasados en las ruinas de una población que está destruida, en el término de Caravaca, que se llamó ciudad de Assoto” (15)

Fray Pablo Manuel Ortega, en su “Descripción Chorográfica”, hace referencia tanto al manuscrito de Ambel como al del doctor Yáñez  Espín y, en algunos momentos, la lectura del texto sugiere que el franciscano está manejando ambos textos. Ambel copia un fragmento de la primera hoja del manuscrito de Yáñez.

“De esta piedra consta ser escrita de más de 3000 años a esta parte, en la cual contiene el tiempo que hubo entre la fundación de Atenas  y su fundador Solón y Dracón, legisladores, de Solón a Polícrates y de éste hasta los Siete Sabios de Grecia, como así mismo otras cosas que por estar con el tiempo estragadas las letras no se pueden leer bien”. (16)

Yáñez fue la persona que propició el que, en el año 1635, el Concejo pidiese las autorizaciones eclesiásticas necesarias para declarar a San Restituto como patrón de Cehegín, aunque en este caso fuese en base a unos cronicones elaborados un siglo antes, que él consideró muy antiguos.
En las actas capitulares del Concejo de Cehegín, del año 1635, se pone de manifiesto el activo papel que el doctor Yáñez tuvo en su faceta de investigador en cuanto a historia y tradiciones antiguas se refiere, de modo que gracias a él San Restituto fue convertido en patrón de Cehegín, aunque esa devoción, llegado el siglo XVIII, ya se olvidase entre la población de la villa. Lo realmente importante, a mi juicio, en este caso, no es tanto el que se basase en los Falsos Cronicones para argumentar que fue cierto el hecho que planteaba al Concejo en cuanto al martirio de San Restituto, y que él los considerase como verdaderos, siendo falsos, sino el afán por buscar restos y pruebas de tiempos antiguos, por supuesto a la manera que se hacía en el siglo XVII.
Los dos textos siguientes son los que figuran en esas actas capitulares sobre  San Restituto y su nombramiento como patrón de Cehegín.









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(15)  Obra referenciada en la nota nº 13.  Página nº 7.

(16)  Obra referenciada en la nota nº 13. 


“Y platicaron que por parte del doctor Juan Yáñez Espín se a echo relaçión que en escripturas antiguas a hallado que fue martiriçado San Restituto, natural desta villa por la fe de Jesucristo, el año de trescientos y seis del nacimiento de Cristo, siendo emperadores Diocleçiano y Maximiano, y presidiendo en España el cruel Daçiano, y siendo Sumo Pontiffiçe San Marçelo, en diez de junio, y que por ser natural desta villa se goze su fiesta y guarde. Acordaron se berifique por las dichas escripturas antiguas y contestándoselo ansí se bote y pida a su Señoría Ylustrísima del Obispo de Cartajena la mande guardar y çelebrar con toda deboçión.” (17)



“San Restituto

Otrosí, acordaron se despache poder deste Conçejo a procurador de la çiudad de Murçia para pedir a su Ylustrísima del Señor Obispo de Cartajena  que mande aprovar y confirmar la fiesta del bienabenturado San Restituto mártir, que padeçió en esta villa el año de trescientos y seis del naçimiento de nuestro Salvador Jesucristo por diez de junio, que a botado y da su boto este Conçejo, para que se guarde y benere, el qual, desde luego, elijen por su deboto y patrón desta villa, y por sí lo acordaron y firmaron los que saben” (18).


Parece ser que el doctor Yáñez no sólo estudió todos los documentos antiguos que llegaban a sus manos sino también restos arqueológicos, monedas, la epigrafía romana (en su casa había embutida en un muro una lápida con inscripciones romanas, según  Ambel). Hizo copias en papel de varias piedras que dibujó en su manuscrito, y una de ellas fue la que está engastada en una pared de la ermita de la Soledad. Precisamente la referencia y dibujo que nos presenta fray Pablo Manuel Ortega es una de las pruebas que yo mismo alego de que el Franciscano trabajó tanto con el manuscrito de Ambel como con el del doctor Yáñez Espín. Dice así este fragmento de su “Descripción Chorográfica”:


“La tercera lápida está también engastada en una pared de la hermita de Nuestra Señora de la Soledad, a la esquina del oriente, hace espalda a la puerta. Es mármol pardo, y sin duda tenía alguna beta de franca, porque se ha consumido mucho más de lo que acostumbra el mármol, de modo que, si no fuera ayudado del manuscrito del doctor Espín, que la copia muchos años antes, no se pudieran haver leído las dicciones que aquí se ponen…” (19)






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(17) AMC. Libro de actas capitulares del Concejo de Cehegín. Año 1.635. Folio 143.

(18) AMC. Libro de actas capitulares del Concejo de Cehegín. Año 1.635. Folio 156.

(19) Obra referenciada en la nota nº 14. 

Como hombre cultivado de su tiempo, el doctor Yáñez fue un buen conocedor de las lenguas clásicas, tanto latín como griego, y ello le permitió poder leer y traducir las obras clásicas que llegaban a sus manos en la lengua original. Por otro lado su afición por la epigrafía y las inscripciones antiguas le hizo, como hemos podido comprobar en el texto de fray Pablo Manuel Ortega, copiar las inscripciones y textos grabados que iba conociendo aunque, por desgracia, sólo ha podido llegar a nosotros, a través del texto del erudito franciscano, la copia de la inscripción romana que hay en la ermita de la Soledad.
Verdaderamente es una pena que no conservemos sus trabajos manuscritos,  quizá alguno de ellos esté impreso, aunque es posible que estemos en camino de hallar pistas sobre su paradero. Todo sea cuestión de tiempo y de encontrar el camino correcto en su búsqueda.
Decíamos en líneas anteriores que en la propia casa del doctor Yáñez había, en la pared, una lápida romana, de la que nos dan noticia tanto don Martín de Ambel como fray Pablo Manuel Ortega, éste último a través del manuscrito de Ambel.  Expone el franciscano en la obra ya referenciada en la nota nº 14:

“El referido don Martín de Ambel dice que en un lienzo de la pared de la casa del referido doctor Yáñez havía otra lápida que él pone, y dice solamente que era jaspe negro. Tampoco pude descubrir esa lápida y assí la copio de dicho manuscrito, y advierto que en la última dicción de FIXIT, la F debe ser V, según parece.”

Según este autor la lápida decía:

POMPEYA M. F. BILESETON. PROBA. V. FIXIT

Lo cual, traducido al castellano por el mismo fray Pablo Manuel significa:

“Pompeya Proba, hija de Marco. Bilesetonense. Murió de cinco años.”




Los últimos años de don Juan y doña María

Don Juan Yáñez fallece el día veinticinco de diciembre del año mil seiscientos cincuenta y cuatro (20), catorce meses antes de morir doña María de Burguillos, su esposa, momento que llegará el día veinte de febrero de mil seiscientos cincuenta y seis (21). Don Juan tenía, en el momento de morir, sesenta y siete años. Cuando testamenta, seis meses antes de su fallecimiento, debió de sentirse ya con síntomas de vejez o enfermedad, aunque, como hemos podido comprobar en el estudio de los protocolos notariales, aún por la época en que redacta el testamento, sigue ejerciendo una determinada actividad en cuanto a los arrendamientos de algunas propiedades, como el horno del Coso, la cuestión del matrimonio de su hija María, alguna compraventa, otras gestiones particulares, etc. La firma del propio testamento, aunque ya denota cierto temblor en el pulso, aún es firme y demuestra que todavía podía valerse. Sin embargo, doña María, con una edad que rondaba los cincuenta y pocos años, siendo más joven que el doctor Yáñez, se ve obligada a hacer el testamento ante una muerte en principio imprevista, quizá por una enfermedad repentina. Su estado de salud le impide la firma, como alega en el momento de firmar:

“Francisco Rosillo, vezino de esta villa, firmó ante el escribano, a ruego de la otorgante, que dixo no puede, con la gravedad de  la enfermedad…” (22)

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 (20) Acta de defunción del doctor Juan Yáñez Espín. APSMM. Libro de defunciones nº 1.

“El doctor Juan Yáñez, vecino de esta villa, murió en ella en veinticinco de diciembre de seiscientos y çinquenta y quatro años. Otorgó su testamento ante Sebastián de Teruel, escribano público de esta villa, en treçe de junio de dicho año.
Albaceas a doña maría de Burguillos, su mujer y por sus herederos universales a don Restituto Yáñez, a don Lope y a doña María, sus hijos. Y ordenó  lo siguiente.

-Que se entierre en la iglesia mayor de esta villa.
-Que el día de su entierro se la haga una misa cantada como es costumbre.
-Que se digan por su ánima y la de sus difuntos çiento y cuarenta y ocho misas reçadas.
-Que se de a las mandas forzosas lo acostumbrado.
-Que le acompañen todas las cofradías de esta villa.

Francisco Fernández.”

 (21) “Acta de defunción de doña María de Burguillos. APSMM. Libro de defunciones nº 1.

“Doña María de Burguillos, viuda del doctor Juan Yáñez Espín, vezina de esta villa, murió en ella, en veinte de febrero de seisçientos y çinquenta y seis años. Otorgó su testamento ante Sebastián de Teruel, escribano público de esta villa, en onçe de dicho mes y año. Dexó por sus albaceas al señor  don Francisco Fernández Carmona, presbítero, y a don Agustín de Góngora Quirós, y por sus universales herederos a don Restituto Yáñez, y a don Lope Yáñez y doña María de Burguillos, sus hijos. Y ordenó lo siguiente.

-Que la entierren en la iglesia mayor desta villa
-Que se le diga una misa de réquiem cantada, como es costumbre.
-Que se digan por su ánima y la de sus difuntos çiento y veinte misas reçadas.
-Que se de a las mandas forzosas lo acostumbrado.
-Que se de a los religiosos del conbento de San Francisco de esta villa quatro ducados.

Francisco Fernández”

(22) AHPM. Testamento de doña María de Burguillos. Protocolo 8160. Folio 142.

El doctor Juan Yáñez fue enterrado en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, en una sepultura que compró para él y sus herederos en la dicha parroquia, sobre la cual se hizo una capilla, aunque el testamento no aclara cual es, pero que quedó en propiedad de la familia, y en ella también sería sepultada doña María, su esposa. Ella fallece en el año 1656, como se puede leer en la nota nº 21, en que hemos reflejado la partida de defunción. Doña María pidió en su testamento ser enterrada en la sepultura donde yacía el doctor Yáñez Espín, su marido. Como hemos explicado en páginas anteriores, en el momento del fallecimiento ella era usufructuaria de los bienes y del mayorazgo que había creado don Juan. Era una señora de buena posición social, persona respetada y respetable, como la viuda que era y mujer que había sido de don Juan Yáñez.
El doctor falleció unos años antes que sus buenos amigos Martín de Ambel y don Juan de Quiroga. No hay duda de que fue un personaje de su tiempo, de modo que su muerte fue sentida, fundamentalmente en cuanto a su papel como médico en la villa, después de más de treinta años ejerciendo el oficio y con un prestigio social importante. Su muerte, y siete años después la de Quiroga, supone el fin de una época en que la villa de Cehegín no volverá a tener personajes con este nivel cultural, que sepamos, al menos hasta mediados del siglo XVIII.




Fuentes

Siglas de los Archivos en que se ha trabajado para la elaboración de este artículo.

-AHMC.    Archivo Histórico Municipal de Cehegín.
-AUSA.     Archivo Universidad de Salamanca.
-APSMM. Archivo Parroquial de Santa María Magdalena, Cehegín.
-AHPM.    Archivo Histórico Provincial de Murcia
-APNSA.  Archivo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, de Socovos, Albacete.

AHMC

- Libros de actas capitulares 1580-1660
-Traslado del padrón elaborado por los Reyes Católicos en 1495, incluido en una Carta  Ejecutoria de la familia Sánchez de la Rosa. Año 1619. Inv. Nº 71.
- Excepciones a los hidalgos para no ir a la Guerra de Cataluña. Año 1642. S.C.

AUSA

-Libros de matrícula en las facultades de  Teología, Artes y Medicina. 1608-1618.
-Registros de pruebas testificales de cursos y lecciones de las facultades de  Teología, Artes y Medicina. 1608-1618

APSMM (A través de la copia digitalizada de los libros de la Parroquia que ofrece, vía Internet, Familysearch)

-Libros de bautismo.      1561-1650
-Libros de matrimonio.  1571- 1650
-Libros de defunciones. 1607- 1670

APNSA. (A través de la copia digitalizada de los libros de la Parroquia que ofrece, vía Internet, Familysearch)

-Libros de matrimonio. Año 1627

AHPM.

- Protocolos notariales nº  8160, 8161 y 8162.


Este artículo puede ser consultado en versión papel, en la revista de Historia Alquipir, nº 15, editada por la Concejalía de Cultura del Excmo Ayuntamiento de Cehegín.








lunes, 7 de julio de 2014

El Ayuntamiento de Cehegín publica el número 15 de la revista de historia Alquipir



La Concejalía de Cultura del Excmo Ayuntamiento de Cehegín ha publicado el número 15 de la revista de historia local Alquipir que podrá ser adquirida en os puntos habituales de venta al precio de cinco euros. Este número destaca por la calidad de los trabajos de investigación publicados en la misma.

lunes, 30 de junio de 2014

La curiosa alineación de algunos edificios religiosos de Cehegín y Caravaca



¿ Queréis conocer una curiosidad? Si tomamos como punto el lugar donde estaba ubicada la antigua ermita de san Agustín, ya desaparecida, en el cabezo con el mismo nombre, de Cehegín, y tendemos una línea recta que acaba en la esquina sur de la iglesia del Salvador, de Caravaca de la Cruz, nos encontraremos con algo muy curioso, que muy poca gente conoce: esta línea recta pasa justamente por encima del Santuario de la Vera Cruz de Caravaca, de la ermita de la Soledad  (de Caravaca) y de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, de Cehegín. Estos cinco puntos religiosos están alineados de manera perfecta. Posiblemente sea una casualidad, pero es algo que resulta muy interesante, máxime cuando la distancia entre los dos extremos es corta, de 7,5 kilómetros en línea recta.

viernes, 20 de junio de 2014

Se entregan los premios literarios Salvador García Jiménez y Alfonso Gil Tudela del año 2014, en el Ayuntamiento de Cehegín







Ayer jueves, 19 de junio de 2014, se hizo entrega en el salón de plenos del Excmo Ayuntamiento de Cehegín de los premios literarios correspondientes al X concurso de cuento Salvador García Jiménez, cuyo ganador resultó ser Luis del Romero Sánchez-Cutillas y el VII concurso de poesía Alfonso Gil Tudela, del que resultó premiado el poeta Ramón Bascuñana.

jueves, 19 de junio de 2014

Algunos de los primeros médicos conocidos en el Cehegín del siglo XVI

Acta capitular de 25 de enero de 1613. Archivo Municipal de Cehegín. Pichar en la imagen para aumentarla

Los médicos más antiguos que conocemos en Cehegín son el doctor Valeriola, que ejerció durante el siglo XVI, en su segunda mitad y después, coincidiendo ambos durante un breve periodo de tiempo, el doctor Salvatierra.  Como bien podemos inferir a través de este documento éste último médico fue sustituido por el doctor Mercado, en el año 1613. Desde los años 20 del siglo XVII el  doctor Enríquez de Mezquita y el más famoso médico de la Edad Moderna ceheginera, don Juan Yáñez Espín, ejercieron a la vez. Quizá elaboremos un listado de los médicos que hubo en Cehegín desde el siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XX. Parece un trabajo inmenso, pero es perfectamente posible con la documentación que tenemos en el Archivo Municipal de Cehegín, aunque evidentemente lleve mucho tiempo elaborarlo, aunque poco a poco se puede llevar a cabo.

El siguiente documento es el del acta capitular en que se acepta que el doctor mercado sea médico en la villa de Cehegín

“Ayuntamiento de 25 de henero de 1613.

Platicose que, por cuanto este Concejo inbió carta a el doctor Mercado, médico de la villa de Caravaca para que viniese a esta villa a hazer asiento en ella y curar los enfermos por ser médico de satisfacción y opinión, atento que el doctor Salvatierra, que estaba en esta villa se a despedido y a hecho ausencia Della. Y el dicho doctor Mercado a ofreçido, en rrespuesta de la que esta villa le inbio, que vendrá a usar en ella su ofiçio de médico. Y porque conforme a las leyes  y pragmáticas destos rreynos no puede ninguno usar el dicho ofiçio sin estar examinado y aprobado por los protomédicos y tener los grados que se requieren. Mandaron juntamente  a el dicho doctor Mercado que dentro del segundo día exhiba en este Ayuntamiento sus títulos y examen que tiene para poder curar. Y siendo bastantes se le da liçencia para poder curar y desde luego se admite por tal médico desta villa y conçejo della, y mandan se le guarden todas las onrras y preeminencias…”

Acta Capitular del Concejo de Cehegin. 25 de enero de 1613. Archivo Histórico Municipal de Cehegín

La carestía de trigo en el Cehegín del año 1598


Fe del escribano de la villa de Minaya, que se encuentra inserta en acta capitular del Concejo de Cehegín, de 15 de agosto. Archivo municipal de Cehegín. Pinchar en la imagen para aumentarla.


“Yo, Juan de Sevilla Guerra, escribano público y del Ayuntamiento desta villa de Minaya y con una aprobación rreal doy fee y testimonio de verdad a los que el presente vieren  en como en esta villa no se halla trigo ni cebada ni centeno a ningún presçio que sea. Y de pedimento de Juan Corbalçán y Gonzalo Frutuoso, de la villa de Zehegín, di el presente en la villa de Minaya, a seis días del mes de agosto de mill e quinientos e noventa y ocho años. Y fize mi signo, en testimonio de verdad.”

Actas capitulares del Concejo de cehegín. 15 de agosto de 1598. Archivo Municipal


Este documento es muestra de los problemas de abastecimiento que, en ocasiones, planteaban graves problemas. Cehegín andaba buscando abastecimiento de trigo porque ese año los sembrados de la villa produjeron muy poco y, por haber sido un año de fuerte carestía este de 1598, las personas enviadas por el Concejo para comprar no lo encontraban. Las leyes prohibían, y estaba muy castigado, el acaparamiento de cereales para luego especular con ellos en época de falta de producción, pero, aún, así se daban casos. No obstante éste año, quizá por una fuerte sequía, fue complicado abastecerse en todo el reino de Murcia. Piensen que la zona de Minaya, en Albacete, era un gran productor de trigo, y también de cebada, y sin embargo ese año sólo tuvieron para consumo propio.


lunes, 14 de abril de 2014

Los molinos harineros en Cehegín




Restos de uno de uno de los molinos del Puntarrón. Fotografía de Francisco Ortega Bustamante.



Desde la antigüedad el molino ha sido un elemento de primer orden dentro del entramado económico por su importancia para la alimentación de la población, por un lado y por la producción económica que traía a sus propietarios en materia de rentas. Nos vamos a hacer eco de los molinos durante la edad media y moderna, aunque esto mismo puede ser perfectamente extrapolable al siglo XIX y parte del XX en Cehegín.
Había muchos tipos de molino en cuanto a la materia que se trabajaba aunque los dos más importantes eran el molino harinero y el molino de aceite, conocido como almazara. Hablemos del molino harinero.
Desde la Edad Media en cehegín se encuentran molinos que tienen una titularidad concejil y otros que la tienen privada. Era ésta una cuestión muy controlada dadas las rentas que producían, ya que, evidentemente, la población debía de llevar el trigo a la molienda para obtener harina y por ello se cobraba un dinero. Pronto los más pudientes a nivel económico y político fueron ejerciendo e intentando controlar estos medios como los molinos hornos etc y consiguiendo licencias para su construcción y uso. El concejo tenía uno o dos molinos de su titularidad, al Orden de Santiago tenían el suyo y los ricos también. Ello llevó a importantes pugnas de tipo político, en que la oligarquía se afanaba por ocupar puestos en el Concejo, más que por cuestión honorífica, por cuestión económica, ya que el control del Concejo suponía controlar la economía y las rentas que se producían, además de poder especular con la producción de los molinos propios y sus rentas. Estas luchas entre oligarquías trajeron serios problemas de violencia en los siglos XVI al XVIII en Cehegín.

Había varios tipos de molino dentro de los harineros, básicamente en función del medio que se utilizaba para mover la piedra, aunque en Cehegín el más común era el de tipo hidráulico, en que una corriente de agua movía un mecanismo que accionaba la piedra para la molienda del cereal. También había de tracción animal y de viento, aunque estos últimos no existían en esta comarca, ya que no se daban las condiciones de viento adecuadas para su funcionamiento.
La referencia más antigua que tenemos para un molino en Cehegín es del año 1295, cuando se vende a Nicolás Pérez de Val Borraz el Señorío de Canara, en que se incluyen los molinos que tenía.
Durante los siglos XVI al XVII consta documentalmente la existencia de varios molinos en Cehegín, entre concejiles y privados, al igual que almazaras, pero no podemos saber el número exacto. Es ya a mediados del siglo XIX cuando podemos saber una cifra exacta, entre otras fuentes, a través del Diccionario Geográfico Estadístico de d. Pascual Madoz, en el año 1847. Dice así:

“11 molinos harineros, 8 de aceite, uno de éstos muele con agua, 11 hornos y 2 fábricas de jabón”

Ya en el año 1906 , un documento del Archivo Municipal de cehegín nos ilustra con un censo sobre los molinos harineros, siendo 12 los que había en ese mismo año.



A mediados del siglo XX el número era de unos 15 molinos, para ir progresivamente decayendo desde los años 60 en adelante hasta desaparecer los molinos tradicionales.

Desde la Edad Media, se molía trigo, cebada y centeno básicamente, amén de algún otro cereal másminoritaria, y a partir del siglo XVII la introducción maíz, conocido como panizo, también se dedicó a la producción de harina.


También lo pueden leer en mi libro " Miscelánea Histórica de Cehegín".

jueves, 27 de marzo de 2014

Las primeras maestras en el Cehegín del siglo XIX




Este artículo tiene reservados los derechos de autor. Toda la información que aquí se aporta es libre para ser utilizada con fines educativos, divulgativos, de investigación, docentes, científicos etc.



Las primeras maestras en el Cehegín del siglo XIX


©  Francisco Jesús Hidalgo García.  Año 2014


Introducción

En Cehegín tenemos documentación, básicamente, incluida en las actas capitulares del Concejo con referencia a los maestros de escuela de la villa, desde el siglo XVI. Juan de Velasco es uno de los más antiguos maestros de que tenemos conocimiento. No es excesivamente complicado recuperar la historia de la educación en este pueblo desde el punto de vista de los maestros y de los niños. Sin embargo, cuando entramos de lleno en el acceso de las mujeres a la educación tanto como alumnas y, desde luego, como docentes, la situación cambia radicalmente. Hasta el siglo XIX para esta localidad no tenemos información suficiente, y no la hay porque no hubo ni maestras ni niñas en las aulas hasta, al menos, los años 30 de este siglo. En realidad, como bien es sabido, a las mujeres y las niñas se les negó sistemáticamente el derecho a la educación y la docencia hasta época ya muy tardía. Aunque ya existía la figura de la institutriz para educar a las jóvenes de familias pudientes y sabemos que desde finales del siglo XVIII aparecen algunas maestras, en las capitales fundamentalmente, a título privado y siempre en la enseñanza primaria elemental, no tenemos noticias de la irrupción de una mujer como maestra pública en Cehegín hasta el año 1843, como veremos un poco más adelante, y privada unos pocos años antes, concretamente en 1835. En 1842 había dos escuelas privadas y ninguna de las maestras disponía de título. Al año siguiente una de ellas, doña Josefa Alcázar Durán, obtuvo el título, pasando un examen de capacidad, y su escuela de niñas pasó a ser pública. Hablaremos a lo largo de este artículo de las primeras maestras que educaron en Cehegín, mujeres que fueron pioneras, que encontraron un pequeño resquicio para acceder a un mundo que había sido de hombres y, por otro lado, poder salir de sus roles tradicionales para trabajar, lo cual desde la perspectiva de su tiempo fue algo absolutamente innovador, aunque en las aulas defendiesen un modelo de educación tradicional y basado en los valores sociales y religiosos de la sociedad de su época tal y como les exigía la legislación educativa vigente en ese tiempo.
Hubo varias leyes que regularon el acceso femenino a la docencia, aunque el eje central estuvo en torno a la Ley de Instrucción Pública, la conocida como ley Moyano (1857) en la que se convertía en obligatoria la escolarización de las niñas y se creaban las Escuelas Normales de Maestras. También la ley anterior de 1847 fue importante para la cuestión que nos atañe.  No obstante, quiero centrar este trabajo de investigación sobre la figura de esas maestras del siglo XIX, desde las primeras hasta los comienzos del siglo XX, a través de un punto de vista social, humano y profesional, más que plantear el artículo en el aspecto legislativo. Por ello conoceremos a todas las mujeres que ejercieron en los colegios de niñas del siglo XIX y principios del XX, cómo obtenían el título, donde estudiaban, quien las enseñaba a ellas, qué enseñaban, dónde daban clase, cómo era su vida, su profesión, su mundo, en definitiva su historia, con el intento de recuperar a estas mujeres que buscaron el acceso a la cultura a través del único lugar que les estaba permitido, la enseñanza primaria.
Ser maestra en el siglo XIX era algo totalmente vocacional y si ese trabajo se desarrollaba en una capital se puede pensar que la vida para la docente era en algunos aspectos más llevadera, a pesar de que los sueldos no fueran muy elevados, pero las maestras que recalaban en una población como Cehegín, algunas de ellas llegadas de la ciudad y por tanto acostumbradas a las comodidades que ofrecía la vida del mundo urbano, se encontraron de pronto en un espacio cerrado, en casas frías, en mal estado y poco acondicionadas, con escasos medios para conducir adecuadamente su escuela, en un mundo rural mucho más hermético y conservador que el de la ciudad.
El papel de estas mujeres fue mucho más importante de lo que podemos presuponer, habida cuenta de que la educación de las niñas dependió de ellas en exclusiva hasta que llegó el tiempo, ya muy entrado el siglo XX, en que se instaura la educación mixta. Efectivamente, sólo podemos decir que las mujeres eran maestras por vocación en el siglo XIX. Las que tenían inquietud por aprender únicamente podían hacerlo mediante el camino de profesora de  la primera enseñanza, y también había mujeres que optaban por salir de los cánones establecidos, el trabajo fuera del hogar, y esta salida sólo era posible mediante la profesión de maestra de escuela.

Las primeras maestras

La Real Orden de 28 de agosto de 1838, publicada en el Boletín Oficial de la Provincia de Murcia de 11 de septiembre de 1838, fue aprobada para aplicarla a la instrucción primaria. En ella se hace referencia a que ésta es pública y privada, y se divide en elemental y superior. La instrucción pública primaria elemental comprendía como materias los principios de religión y moral, la lectura, la escritura y principios de aritmética, aunque en los colegios de niñas se primaba la enseñanza de materias relacionadas con el hogar y la condición femenina. En cuanto a la superior, además incluía mayores nociones de aritmética, elementos de geometría, dibujo lineal, nociones de física e historia natural, geografía e historia.  A pesar del énfasis que se hacía en estas leyes sobre la importancia que tenían los establecimientos de enseñanza, no era obligatoria la escolarización de las niñas, aunque se recomendaba. La obligatoriedad de matricular a las niñas se produce con la ley Moyano, de 1857. Así la gran mayoría de población femenina española, quizá en niveles superiores al 85%  y en todas las edades, era analfabeta hacia el año 1840. También el nivel de preparación de las maestras en esta época era inferior al de los hombres, sobre todo porque estos se preparaban y accedían a la docencia desde las Escuelas Normales, a las que las mujeres no tienen acceso hasta la mencionada Ley de Instrucción Pública de 1857.
La documentación de la Junta Municipal de Enseñanza, de Cehegín, a la vez que las actas capitulares, por suerte, nos ha permitido saber quienes fueron las primeras maestras que enseñaron en este pueblo. Doña Josefa Alcázar Durán, que en el año 1842 figura como maestra sin título, y doña Teresa Artero, que tampoco tiene título, ejercen en las dos escuelas de niñas, que son privadas, de Cehegín. Doña Josefa consigue el título al año siguiente, en fecha de 3 de enero 1843, expedido por la Dirección General de Estudios, convirtiéndose su escuela en pública. Ella será una de esas maestras que dedicará su vida a las niñas de Cehegín y durante cuarenta años se alargará su trabajo como maestra, desde aquellos tiempos en que comenzó a ejercer en una escuela privada, hacia el año 1835. De doña Teresa Artero no hemos podido recabar más información con fecha posterior al año 1843.
Sabemos con certeza que la primera escuela pública de niñas de Cehegín se crea en el año 1843 y que, por  lo tanto, la primera maestra que ejerció en la enseñanza pública en la historia de este pueblo fue la referida doña Josefa Alcázar. Esta mujer tenía, en el momento de obtener el título, 32 años y era soltera. Nació en 1811.  (Ref. en las fuentes documentales, nº 1)

Una de las cuestiones más bonitas e interesantes de estas primeras maestras, estas pioneras de la enseñanza, es poder conocer dónde y cómo aprendieron y qué era lo que aprendían, su nivel de conocimientos, las materias que dominaban, qué nivel cultural tenían, etc. Doña Josefa debió de instruirse en un ambiente privado, quizá, como solía ocurrir a menudo en el siglo XVIII y principios del XIX, con alguna mujer que, a nivel particular, le enseñase las nociones básicas de la primera enseñanza. Esta cuestión que acabo de referir es muy interesante, ya que sabemos que en los pueblos y las ciudades existía un tipo de mujer, normalmente viuda o soltera, que a veces cuidaba de los párvulos, niños o niñas de los vecinos, o del barrio y que conocía las primeras letras, o más o menos sabía leer y escribir, y que sin llegar a tener escuela privada, acogía a los niños y entre otras cosas les enseñaba esas primeras letras. Una figura interesante para ser estudiada, aunque de difícil documentación, ya que estas mujeres no aparecen reflejadas en los documentos oficiales. Las familias les daban algún poco de dinero o comida a cambio de ese rato que cuidaban a los niños. Puede ser que Josefa Alcázar comenzase a conocer las primeras letras de esa manera. Después buscaría a alguna mujer instruida que le enseñase y preparase para poder aprender más y crear la escuela privada que, como hemos dicho, fundó en 1835.  A su vez, cuando quiso obtener el título también tuvo que estudiar para los exámenes, pero no sabemos de qué manera realizaría esa preparación, aunque el nivel de exigencia de estas pruebas no era muy elevado.
Un tema realmente importante, sumamente interesante, es el de la transmisión y enseñanza de conocimientos, como el leer y escribir, entre mujeres, con anterioridad al siglo XIX. A las niñas y mujeres o las enseñaban otras mujeres o no las enseñaba nadie y las escuelas para niñas ya aparecen en el primer cuarto del periodo decimonónico. A las niñas de familias con posibles normalmente se les ponía una institutriz a su servicio, pero fuera del mundo aristocrático sí que parece ser que existía una relación de enseñanza entre mujeres, tanto con la figura que he comentado antes de la que acogía a los párvulos de los vecinos, como con algunas mujeres, aunque son casos muy concretos, que enseñaban en privado las letras a niñas y mujeres y de donde luego surgirían las primeras escuelas privadas. No obstante esto no es lo común, ya que sabemos que en el Cehegín del siglo XVIII prácticamente el 95% de mujeres eran analfabetas.
Al parecer, las primeras maestras no eran mujeres de un nivel cultural elevado, incluso las había, y hablamos de principios del siglo XIX, que sólo sabían leer y escribir, y no mucho más, quizá las operaciones básicas de aritmética. Realmente la preparación de las mujeres aumentó mucho, aunque era menor que la de los hombres, desde que se crearon las llamadas Escuelas Normales de Maestras, a partir de la Ley de 1857. Doña Josefa Alcázar vivió en su tiempo como docente un periodo de cambios relativamente importantes desde su época de profesora sin título en una escuela privada, hacia 1841, hasta entrados los años 70 de este siglo XIX, en que ya dejó la docencia por jubilación.
Por este tiempo el título se expedía en función de que la aspirante pasase un examen en el que demostraba estar preparada para dirigir una escuela de niñas. La prueba iba dirigida, obviamente, a las materias que se pretendía que conociese la maestra y se hacía especial énfasis en las tareas propias de mujeres, según la visión social de la época. Por supuesto se debía de demostrar tener conocimientos suficientes para enseñar  las primeras letras y aritmética elemental. De todas formas, el no poder asistir todavía a los centros de estudio para el magisterio suponía que no se les exigiese el mismo nivel que a los hombres, a los que se pedía una preparación, en general, más elevada.
Sabemos por un documento de la Junta de Instrucción Pública de Cehegín, del año 1843, que doña Josefa Alcázar tenía un sueldo, como maestra pública de instrucción elemental, de 1100 reales anuales, y que en su escuela pública estaban matriculadas 80 niñas, en tanto que a la privada de doña Teresa Artero, concurrían sólo 14 niñas, posiblemente de familias pudientes.
En la clase estudiaban niñas de diferentes edades pues, aunque la profesora era de enseñanza primaria elemental, en el aula se sentaban alumnas de varias edades y diferentes capacidades,  y se daba una especial dedicación a la clase de bordar, coser y hacer media. Así, aún en contra de lo que dictaba la ley, en una clase podía haber  mezcladas alumnas de entre los cinco y los doce años, por lo que, de facto, hacían como profesoras no sólo de educación primaria elemental sino también, en ocasiones, de primaria superior. Por un documento del año 1842 (Ref. en las fuentes documentales, nº 1), sabemos que esta maestra tenía dos pasantes en su escuela privada, que le ayudaban en las tareas docentes con las niñas. Doña Teresa Artero, por su parte tenía una. Los pasantes, en este caso, eran mujeres jóvenes, que por un lado ayudaban en clase a la maestra y por otro iban aprendiendo en la práctica de la docencia. Esta es otra figura interesante a tener en cuenta, pues era otra forma de enseñanza para aquellas que querían ser maestras en tanto no se crearon los primeros centros de estudio para el magisterio femenino.
Doña Josefa Alcázar, que tenía un puesto como profesora elemental, muy poco remunerado, en el año 1851 solicitó poder presentarse a examen para optar a una plaza de mayor categoría y con un sueldo más elevado. El hablar de plaza de mayor categoría se refiere a pasar a dar clase de la instrucción pública elemental a la superior, por la que su sueldo se incrementaba notablemente. Otra cosa es que se cobrara en tiempo y forma, dada la precariedad de las arcas municipales.

“En la villa de Cehegín, a diez y ocho de noviembre de mil ochocientos cincuenta y uno. Reunido el Ayuntamiento Constitucional de la misma en sus salas consistoriales bajo la presidencia del sr. Alcalde de ella. Se dio cuenta de un memorial de doña Josefa Alcázar Durán, su fecha treinta de octubre próximo pasado, solicitando que puesto aspiraba a examinarse maestra de niñas de mayor categoría y clase de la que en la actualidad desempeñaba en esta villa, se dignase este Ayuntamiento informar a su continuación sobre su conducta política y moral, y desempeño al mismo tiempo de dicho su establecimiento. En consecuencia, debía esta Corporación de acordar y acordó:
Se le devuelva dicha solicitud a la interesada con el oportuno informe, firmado por el sr. Presidente, en la cual se patentice su buena conducta política, moral y religiosa, como la asiduidad y esmero con que procura educar y enseñar así las niñas pobres como las que tienen el carácter de pudientes. Y de cómo así lo acordaron y firman sus S.S. Yo el secretario doy fe.

Alfonso Álvarez Castellanos. Santos Cuenca Abril. Juan Alarcón Pradera. Alonso Clemente Abril. Alejo de Gea. José Sánchez. Damián García Bonillo. Francisco Pareja Guirao. Gonzalo Hidalgo. José Adán Hidalgo.

Ante mí. José Jiménez Sánchez.” Ref. en las fuentes documentales, nº 12

“Doña Josefa Alcázar, maestra pública de niñas de esta villa, ha verificado su examen extraordinario para gozar de la mejora de sueldo con arreglo a lo que dispone el artículo 12 del Real Decreto de 23 de septiembre de 1847, quedando aprobada de sus ejercicios y mereciendo por ellos el aumento de dicho sueldo hasta la cantidad de 2666 reales anuales. En su virtud ese ayuntamiento dispondrá que en el presupuesto adicional que debe formar en el mes de enero de 1852 y remitir a la aprobación del sr. Gobernador se consignen los 1566 reales que resultan de diferencia entre la dotación que hoy disfruta y la que debe de tener en el indicado año 1852. Y espera la Comisión que a la brevedad posible dada cuenta a esa Corporación remita usted copia del acta en que conste el acuerdo que recaiga sobre el particular.

Dios guarde a usted muchos años. Murcia, 22 de diciembre de 1851.

El presidente” Ref. en las fuentes documentales, nº 12

Las maestras disfrutaban un sueldo bastante menor que el de los maestros, lo cual venía regulado en el mencionado Real Decreto de 23 de septiembre de 1847.

Cuando ya llevaba cuarenta años ejerciendo como maestra, la Junta Municipal de Enseñanza quiso de alguna manera homenajear a doña Josefa Alcázar en lo que eran las postrimerías de su carrera como maestra de niñas. Mujer a la que se reconoció de manera sincera la labor y dedicación que durante toda su vida tuvo para con varias generaciones de niñas cehegineras, en el acta de examen y reconocimiento de su escuela, del año 1875, se le presta un merecido homenaje.

“En expresada villa de Cehegín a catorce de julio de mil ochocientos setenta y cinco. Reunidos los señores de la Junta Local de Primera Enseñanza, la comisión de Instrucción Pública y varios individuos del Ayuntamiento y particulares, se dirigieron al local de la profesora dª Josefa Alcázar y Durán, adonde hallaron reunidas 131 niñas con el mayor orden y compostura, colocados los indicados señores en la plataforma, fueron saludados cortés y atentamente por la niñas, a cuyo nombre lo hizo particularmente la discípula dª Antonia Clemente y García.

A seguido se procedió al acto del examen teniendo a la vista la relación nominal, habiendo encontrado a las niñas a más altura elevada y sobresaliente en todos los ramos de la enseñanza primaria. Hubo clases que leyeron con perfecta corrección. Se presentaron planas de escritura muy buena. Las labores se exhibieron en verdadera profusión y variedad, habiéndolas distinguidas y de admirable perfección. En religión y moral demostraron conocimientos muy superiores a sus tiernas edades, sucediendo lo propio en historia sagrada, doctrina cristiana etc., etc.
Terminado el acto a las doce de la mañana se hizo la distribución de premios, escaseándolos lo posible porque no había suficientes ni correspondían al mérito de algunos de los trabajos exhibidos.

La Junta concluyó altamente complacida y totalmente satisfecha, sin haber dejado nada que desear, debiendo consignar en la presente acta que la profesora dª Josefa Alcázar y Durán es digna de toda consideración y merecedora de que se le tribute el debido honor a su constancia, a su amor por ilustrar la niñez, a su perseverancia incansable por la educación. Pues después de cuarenta años de asiduos trabajos, hoy se presenta a exámenes  generales con un número de alumnas crecidísimo y éstas en una altura que no vacilan en calificar de superior. Su celo por el trabajo, sus dotes de cristiana resignación y su hábito no interrumpida en la inocente niñez, la han identificado con ella en tales términos, que aún en las épocas de vacaciones, se le ve rodeada de discípulas, gozosa con este proceder, porque imita la incomparable caridad del mártir del Gólgota con los niños de Jerusalén.”

Acta de la Junta Municipal de Primera Enseñanza. 14 de julio de 1875.  Ref. en las fuentes documentales, nº  21.

Las maestras de Cehegín después de la Ley de Instrucción Pública de 1857

En el año 1861 se contrata como maestra interina a doña Emilia Cayuela y Soto y, al poco  tiempo, en 15 de noviembre de 1861, obtiene la plaza titular de la escuela pública. El siguiente texto es referente a su contratación. El análisis del documento nos muestra claramente la problemática de la educación en las zonas rurales, y desde luego en las pedanías de Cehegín.

“En la villa de Cehegín, a seis de noviembre de mil ochocientos sesenta y uno. El Ayuntamiento Constitucional de la misma, con asistencia del sr. Alcalde don José Montañés y Béjar, constituido en la sala capitular en hora de las diez de la mañana, previa citación al efecto del día anterior, con objeto de cumplimentar el oficio que con fecha veinte y ocho de octubre pasado dirigió a ésta alcaldía el sr. Gobernador de  esta provincia, como presidente de la Junta Provincial de Instrucción Primaria, para admitir a doña Emilia Cayuela y Soto maestra con el carácter de interina, la misma que en dicha hora se presentó ante la Corporación, poniendo de manifiesto la credencial que la autoriza para tomar posesión de su destino. En consecuencia por el sr. Presidente le hizo tomar asiento para que desde luego pudiese enterarse de la escuela vacante anunciada y declarada como tal en el partido de Canara, de este distrito jurisdiccional, según oficio del mismo sr. Gobernador de fecha dos de septiembre último. Enterada la citada profesora del terreno escabroso y que a mayor abundamiento los cortijos se hallan diseminados. Y por último informada de que las casas en donde moran los cultivadores de las haciendas tanto de Canara, cuanto de Cañada Canara y Carrasquilla, son de dueños particulares, destinadas al uso de la labranza, generalmente todas de mala construcción, cuyo relato la Corporación Municipal no pudo menos de confesarlo así mismo por ser en un todo cierto cuanto quedaba referido. Por ello esta interesada suplicaba al Ayuntamiento que suspendiese todo procedimiento en su obsequio, puesto que de ninguna manera podía aceptar la residencia en el expresado punto de Canara, sirviéndose elevarlo al superior conocimiento del expresado sr. Gobernador, como presidente de la Junta Provincial del ramo, para su inteligencia y efectos consiguientes. La Municipalidad  en su virtud acordó suspender esta sesión y que deducida la oportuna copia se dirigiera a su S.S. para los fines que procedan en el asunto de que se trata. Así lo acordaron y firman los señores de que se compone este Ayuntamiento Constitucional, con la indicada profesora, de que yo, el secretario y escribano público, doy fe.

José Montañés. Joaquín Ciller. Cristóbal Sánchez Lorencio. Antonio Sandoval. Francisco López Pareja. Ginés Egea. Antonio Egea Pérez. José Sánchez. Gonzalo Hidalgo. José Vélez. Emilia Cayuela. Antonio López Gómez.

Ante mí: José Jiménez Sánchez” Ref. en las fuentes documentales, nº 13

La solución que se tomó desde la Junta Provincial de Instrucción Pública fue acordar que se crease una escuela de niñas en el casco urbano de la población y que se nombrase oficialmente a doña Emilia Cayuela maestra en propiedad de dicha escuela.
En las pedanías de Cehegín el índice de analfabetismo era casi del 100% y esto es una muestra de ello. Aunque había casas destinadas a escuela en los núcleos rurales más grandes, como Canara o Valentín, los niños y niñas no asistían. Sabemos que el abandono a nivel escolar de las diputaciones o pedanías era alarmante, aunque muy común en esta época. De todas formas había un maestro público que se encargaba, ya desde los años 60 de ir a las casas de los braceros para enseñar, al menos, las primeras letras a los niños.
En este momento había dos escuelas publicas para niñas, de modo que en 6 de febrero de 1862 se nombra como maestra en propiedad a doña Juana Trinidad Jiménez, lo cual queda referenciado perfectamente en acta capitular del Ayuntamiento.
 En el año 1857, como hemos comentado anteriormente, se aprueba la Ley de Instrucción Pública, conocida como ley Moyano por el ministro que la impulsó. Tiene dos puntos fundamentales para el tema que nos atañe, aunque se trata de una ley general que sienta las bases de lo que va a ser la educación en España durante más de cien años. Por un lado impone la obligatoriedad de escolarizar a las niñas y el otro es que las mujeres van a poder cursar estudios en las llamadas Escuelas Normales para Maestras. Estas escuelas de magisterio estaban encuadradas dentro de los estudios de Enseñanza Media, aunque adscritas a un distrito universitario. El título lo expedía el rector correspondiente. Pero no eran estudios superiores. La Escuela Normal para Maestras de Murcia, por ejemplo, se crea en el año 1860, y ella será el germen de una buena hornada de docentes que surgirá en la segunda mitad del siglo XIX, de manera que su número crecerá muchísimo, fundamentalmente desde los años 70 de ese siglo. No obstante las mujeres seguirán cobrando menos que los hombres y, por regla general, su preparación será menor, ya que en las Escuelas Normales se les enseñaba fundamentalmente en gran medida a los temas de hogar y las normas de comportamiento social y familiar de las mujeres en cuanto a su género, aunque también aprendiesen las asignaturas que estudiaban los hombres, pero con bastante menor rigor.

En 9 de octubre de 1869 obtuvo la plaza en propiedad doña Encarnación Roch y López, natural de Moratalla, después de ser interina durante unos meses.

“Vista la comunicación de la Junta provincial de 1ª enseñanza, fecha 8 del que rige, en la que acompaña la propuesta deducida de las oposiciones celebradas en la capital en el mes de julio último, para la provisión de la escuela superior de niñas de esta localidad, figurando únicamente dª Encarnación Roch López por no haber otras opositoras que hayan adquirido derechos a la vacante de dicha escuela, dotada con el sueldo de trescientos noventa y tres escudos, cuatrocientas milésimas. En consecuencia, la municipalidad debía de acordar y acordó:
Nombrar a la referida profesora como tal maestra en propiedad, en consonancia a lo prevenido en la orden de 17 de octubre de 1856, expedida por el Ministerio de Fomento. Que este nombramiento se le haga saber a la interesada por medio de la comunicación correspondiente para su inteligencia y efectos oportunos."

Acta capitular de 9 de octubre de 1869. Ref. en las fuentes documentales, nº 18

En el año 1872 su escuela fue cerrada. No obstante al tener la plaza en propiedad fue maestra de educación primaria pública de Cehegín hasta el año 1877, en que definitivamente deja el puesto. Todos esos años desde 1872 hasta el 77 se encuentra ausente de la población. La causa fundamental del cierre del colegio superior de niñas fue de tipo económico, pues al cambiar el equipo de gobierno se vio que era insostenible el gasto que esto suponía para el erario público. Se argumenta que esta escuela superior de niñas fue creada de manera irresponsable por el anterior equipo de gobierno, sin necesidad de ello. Así dedican un acta capitular para desglosar las razones por las que se suprime este colegio, a la vez que ruegan a la Junta Provincial de Instrucción Primaria que recoloque lo antes posible a doña Encarnación Roch en algún otro colegio fuera de la villa.
La creación de esta Escuela Superior de Niñas en el año 1869 respondía, sin duda, a un intento de afianzar la educación femenina, aún sabiendo del coste que ello suponía. En este año 1868 había dos escuelas públicas de instrucción primaria elemental de niñas, la que dirigía doña Josefa Alcázar y la de doña Mariana Pla y Meliá. La Corporación en ese momento entendió que era necesario que la villa dispusiese de una escuela de Instrucción Primaria Superior para que las niñas ampliasen debidamente su formación. Pero el siguiente gobierno municipal en el año 1872 opinaba que había sido un dispendio, responsabilidad de los antecesores, y por lo tanto, entendiendo que no había necesidad de tal escuela, la suprimieron. En tal estado de cosas se movía la política municipal del siglo XIX en materia educacional y, sobre todo, con relación a la educación femenina.
A la vez que doña Encarnación Roch, ejercía de maestra de instrucción primaria elemental doña Mariana Plá y Meliá, profesora que no recaló con buen pie en este pueblo. Al parecer mujer de carácter huraño y malos modos, tuvo problemas tanto con los padres como con el Ayuntamiento. Así, según consta en la documentación municipal, los padres de las niñas de su colegio presentaron varias instancias quejándose del mal trato que sus hijas recibían por parte de la maestra, y de la falta de preparación teórico-práctica de la docente, de modo que se estimaba el bajísimo nivel que tenían sus alumnas y, analizada la situación por el Ayuntamiento, fue cesada como maestra en 12 de abril de 1869.

“Se dio cuenta por el presente secretario de una instancia subscrita por varios vecinos de esta localidad en la que se manifiesta  que tan luego como doña Mariana Pla y Meliá se encargó de la Escuela de Niñas que dirige en la actualidad, observan con el más profundo sentimiento los poquísimos adelantos de éstas, no sólo en la parte religiosa, también en todos los ramos que abraza la instrucción, mediante a la falta de aptitud, poco celo y modales bruscos de la ante dicha profesora.” Ref. en las fuentes documentales, nº  17


Además de las maestras que ejercían en la enseñanza pública, también las había en la privada. En 1872 sabemos que tenían su colegio privado de instrucción elemental doña Maravillas Martínez Guillén, en la escuela de niñas privada de la calle de la Tercia, y doña Dolores Pintor, en la escuela de la calle de Hileras.
Doña Valentina Imbernón y Montejano comenzó a ejercer como interina para tomar posesión en propiedad como maestra de la escuela pública. Figura ya desde el año1875 y tras varios años ejerciendo falleció, a la edad de 33 años, el día 16 de julio de 1885, dejando a su marido y a dos hijos pequeños.
En el año 1880 ejerce de interina doña Luciana Moreno Guillamón, que debe dejar el cargo ya que conseguirá la plaza una de las maestras de las que dedicaron su vida completamente a la educación de las niñas de Cehegín, doña Josefa Zaragoza y Alonso. Doña Josefa Zaragoza nació en Orihuela, como hija de Juan Antonio Zaragoza y Paula Alonso. Estudió para maestra de primera enseñanza en la Escuela Normal de Maestras de Valencia. Nada más aprobar recaló en Cehegín donde quedó ya toda su vida. Casó con José María Cuadrado López, también maestro en este pueblo. Tomó posesión de su plaza en propiedad en 21 de junio de 1880, presentando título de fecha de 24 de mayo de 1880, expedido por el rector de la Universidad de Valencia, de quien dependía la Escuela Normal de Maestras de Valencia.
 La escuela de doña Josefa Zaragoza estaba en la calle de la Unión, y años más tarde sería trasladada a la casa-escuela de la calle Iglesia, la del arco de la plaza Vieja y de la casa-escuela del castillo. Esta mujer estuvo dando clase en Cehegín durante más de 40 años. Falleció, con 89 años, en 1948.
Evidentemente las escuelas no eran lugares fijos de trabajo, sino que con los años se cambiaba el destino, aunque se tratase de maestras con la plaza en propiedad, de modo que una profesora que estuviese durante varios años en Cehegín podría pasar perfectamente por varios locales diferentes, entre otras cosas debido a que, por regla general, estos edificios eran de propiedad privada, de modo que el Ayuntamiento pagaba un alquiler por la misma, y también porque era muy común que los edificios estuviesen en mal estado, ya que las casas-escuela tenían función de colegio y de domicilio de los maestros.

“Acta de posesión. En la villa de Cehegín, a veinte y uno de junio de mil ochocientos ochenta. Se constituyeron en la calle de la Unión, número 12, casa destinada a escuela de niñas, los señores anotados al margen, que componen la Junta Local de Instrucción Primaria, previamente convocados por el sr. Alcalde, con objeto de posesionar a la maestra en propiedad, nombrada en virtud de oposición dª Josefa Zaragoza y Alonso, la cual en este acto exhibe el correspondiente título expedido por el sr. Rector de la Universidad de Valencia, con fecha veinte y cuatro de mayo último, y la cédula personal número cuatrocientos noventa y dos, librada en Murcia el trece de octubre  de mil ochocientos setenta y nueve, de séptima clase.

No hallándose en el local, por habérsele concedido permiso para restablecerse la profesora que desempeña interinamente esta escuela, dª Luciana Moreno y Guillamón, se le entregó a la señorita Zaragoza la lista de las niñas que asisten a este establecimiento, del que quedó en posesión, retirándose la Junta Local.

Y en cumplimiento de lo mandado se levanta la presente acta, que firman los señores asistentes, con la interesada, de que certifico.

Juan Campos. Damián Caballero. Antonio Carrasco. Alfonso García. Andrés de Paco. Francisco Herráiz Lorencio. Ildefonso Clemente Zafra. Josefa Zaragoza y Alonso.

José del Barco Jiménez. Secretario.” Ref. en las fuentes documentales, nº 5

El día 2 de junio del año 1880 tomó posesión doña Josefa Caballero Caballero, amiga y compañera de Josefa Zaragoza, para dirigir otra escuela de niñas de la localidad. Junto a ellas es también docente doña Ascensión Landete Arago, como interina, y que obtendrá plaza en propiedad en Cehegín en el año 1893.

“En la villa de Cehegín, a dos de junio de mil ochocientos ochenta. Siendo las once de la mañana se constituyeron en la casa-escuela de niñas, situada en la calle de la Iglesia, número dos, los señores anotados al margen, que componen la Junta Local de Instrucción Primaria, previamente convocados por el sr. Alcalde, con objeto de posesionar a la maestra nombrada por turno de concurso, doña Josefa Caballero y Caballero, la cual en este acto exhibe el correspondiente título, expedido por el sr. Rector de la Universidad de Valencia, con fecha diez de mayo último, y la cédula personal número diez, suscrita por el sr. Alcalde de Campos, en cuatro de noviembre de 1879.
Hallándose en su puesto la profesora dª Adelaida Beléndez, que desempeña interinamente esta escuela, lo cedió a la nuevamente nombrada, retirándose acto seguido. Después se retiraron igualmente los individuos de la Junta Local, dejando en posesión del establecimiento a la maestra dª Josefa Caballero y Caballero.
Y en cumplimiento de lo mandado se levanta la presente acta, que firmaron los señores asistentes, con la interesada, de que certifico=
Juan Campos.  Damián Caballero.  José Alderete. Antonio Carrasco. Alonso García. Andrés de Paco. Francisco Herráiz Lorencio. Ildefonso Clemente y Zafra. Josefa Caballero.

José de Béjar Jiménez. secretario.” Ref. en las fuentes documentales, nº 5

En el año de 1880 figura como interina doña Adelaida Beléndez y Valero, que luego cesa, para volver de nuevo a Cehegín como maestra en el año 1892 y quedar en el pueblo dirigiendo la escuela de párvulos hasta el año 1902, en que debido a su interinidad es sustituida por la profesora que consigue la plaza, doña Lucía García Fernández, aunque agradeciéndole el Ayuntamiento la buena labor realizada con los párvulos.

“La Junta acordó consignar en la presente la satisfacción con que ha visto la asiduidad y acierto de la maestra interina que era durante el desempeño de su cargo, dirigiendo con eficacia y celo a las niñas de este establecimiento, los cuales observan conocimientos superiores a sus tiernas edades…” Ref. en las fuentes documentales, nº 11




 Documento conservado en el archivo Municipal de Cehegín, del año 1880, relativo a la escuela de niñas de doña Josefa Zaragoza. Pinchar en la imagen para ampliar.


Cuando fallece doña Valentina Imbernón es sustituida por la interina doña Antonia Escámez Gallego. En 25 de junio del año 1887 toma posesión como maestra doña Manuela Hernández Carrilero, que cesará en mayo de 1892 para ser sustituida por la referida doña Adelaida Beléndez.
En el año 1897 toma posesión doña Angeles Thous, que permanecerá varios años como docente.
En el siguiente documento tenemos un buen ejemplo de cómo se accedía a las Escuelas Normales para Maestras, a finales del siglo XIX. Las aspirantes, después de terminar la Enseñanza Primaria Superior debían de presentarse ante un tribunal elegido por la Junta Local de Enseñanza, que siempre estaba compuesto por hombres, nunca por mujeres, a pesar de haber varias maestras con plaza en propiedad en Cehegín. En dicho tribunal estaban maestros con plaza en propiedad y algún miembro de dicha Junta Local. Se examinaba a la joven que quería optar a cursar los estudios de maestra con variadas preguntas relacionadas todas con la educación primaria para niñas.

“En la villa de Cehegín, a veintiocho de septiembre de mil ochocientos noventa y dos, a petición de parte, se reunieron en la sala capitular don Ildefonso González y Gómez, vocal de la Junta Local de Primera Enseñanza de la misma, y los profesores públicos don Jesús Cortés y Carrascosa y don Fermín Muñoz y Martínez, bajo la presidencia del sr. Alcalde accidental, don José Ciller Adán, y con objeto de proceder al examen de la joven María Josefa Sánchez y Fernández, hija legítima de Antonio y Ana, de 16 años de edad y domiciliada con sus padres en la calle del Cantón nº 7, cuyo examen es preparatorio para ingresar en la Escuela Normal de Maestras de la provincia, para seguir la carrera de maestra.
En su virtud, hallándose presente la expresada joven, los mencionados profesores, alternativamente, le hicieron preguntas correspondientes a la Primera Enseñanza, contestándolas todas con exactitud, haciendo los ejercicios de lectura y cuentas de igual modo y con especial modestia y agrado, quedando la Junta completamente satisfecha y gustosa del comportamiento de la mencionada joven.

Con lo que se dio el acto por terminado, mandando el sr. Presidente se le expida la correspondiente certificación a la interesada, acreditativa del acto, que autorizarán todos los sres. concurrentes a los efectos que correspondan.

Así lo firman con el sr. Presidente los referidos señores,  de que yo el secretario, certifico.

José Ciller. Ildefonso González. Jesús Cortés. Fermín Muñoz.

Alfonso Pérez Chirinos. Secretario.” Ref. en las fuentes documentales, nº 5

En el año 1901 encontramos como docentes a doña Elena Fernández Ruiz, a doña Adelaida Beléndez y Valero como maestra en la escuela de párvulos, doña Josefa Zaragoza y Alonso y doña María  de los Angeles Thous y Orts. Mención podemos hacer también del recién creado colegio de las Hermanas de la Caridad, que tenía titularidad privada.


El salario de las maestras y gastos municipales fijos

El salario de las maestras hacia el año 1885 era el mismo que el de los maestros, siempre que tuviesen la misma categoría. Sin embargo existía una retribución o una especie de complemento que era más elevado para ellos que para ellas, de modo que al final el sueldo total de los hombres estaba por encima de el de las mujeres, aunque las condiciones laborales fuesen las mismas. Ya hemos hablado sobre este tema anteriormente, pero lo podemos completar con unos datos del año 1885 sobre la actualización de los salarios de maestros y maestras que ejercen en la educación primaria elemental de Cehegín. Así, podemos ver que d. Elías Martínez Rico  y don Jesús Cortés Carrascosa tiene un sueldo, llamemos base, de 1375 pesetas, que es exactamente el mismo que el de doña Josefa Zaragoza, doña Josefa Caballero y doña Ascensión Landete Arago. Lo que marca la diferencia en estos casos, y que al final es algo exclusivamente de género, es que los hombres tienen una retribución de 81,25 pesetas en cuanto las mujeres la tienen de 31,25 pesetas. Así pues, al final, el sueldo del hombre es mayor que el de la mujer, siguiendo los cánones de la época.
El Ayuntamiento tenía como gastos además del sueldo de la maestra o el maestro, el del material, el alquiler de la casa-escuela y la comentada retribución al sueldo.  Los gastos de material destinado a la enseñanza eran en el año 1885 de 343,75 pesetas para cada una de las cinco escuelas del casco urbano. En el capítulo de las casas-escuela hablaremos sobre lo que costaba el alquiler al Consistorio

“Decreto.

En la villa de Cehegín, a treinta y uno de agosto de mil ochocientos sesenta y dos. Reunido el Ayuntamiento Constitucional en la sala capitular, bajo la presidencia del sr. Alcalde, el licenciado d. José Montañés y Béjar, en sesión extraordinaria, previa citación, por dicho sr. Presidente  se dio cuenta de una comunicación de la Junta Provincial de Instrucción Pública, fecha trece del presente mes, relativa a que la Junta Local, con asistencia de los profesores de este pueblo, diese cumplimiento a lo preceptuado en el artículo 192 de la Ley vigente del ramo, disposición 12 de R.D. de 23 de septiembre de 1857 y la 4ª la R.O. de 29 de noviembre de 1859, sobre establecer con la conformidad de los maestros la nueva forma que se había de dar a las retribuciones que satisfacen los niños pudientes que asisten a los establecimientos, cargando su importe y haciéndolo efectivo del presupuesto municipal a la manera que se hace con los demás impuestos de esta clase. Vista la municipalidad el acta que en el día de ayer, treinta, tuvo efecto ante la expresada Junta Local, con asistencia de dichos profesores, de la cual resulta de la clasificación practicada que don Juan Pablo García ha de percibir dos mil reales anuales por retribución de niños, don José Gómez ochocientos y doña Josefa Alcázar mil quinientos, todo ello conforme al número de niños y niñas que concurren a sus respectivas escuelas. Considerando que la cantidad de 4300 reales a que ascienden las compensaciones en suma aceptable, siempre y cuando los profesores sean celosos y observen las prescripciones de la Ley en su ministerio, desde luego la Corporación presta su conformidad para que se incluya en el capítulo respectivo del presupuesto ordinario para el año inmediato 1863, consignando para el mejor acierto la recomendación a la repetida Junta Local para que vele por el estado y fiel desempeño de las escuelas, verificando visitas periódicas para observar el estado y adelantos de los niños y aptitud de los profesores. Y de cómo así lo acordaron y firman sus S.S. Yo el secretario interino, certifico.

José Montañés. Antonio Abril de Béjar. José Sánchez. Antonio López Gómez. Ginés Egea Portillo. Gonzalo Hidalgo. Pedro Gómez García.

Presente fui. Alfonso Pérez Chirinos.” Ref. en las fuentes documentales, nº 15

El salario estaba estipulado, según la ley de 1857, en función de si era profesor de párvulos, que era el que menos cobraba, enseñanza primaria elemental o enseñanza primaria superior, de modo que éste último era el que tenía un sueldo más elevado. Entonces se tenía en cuenta el número de alumnos que cada maestro o maestra tenía, y cuanto más alumnado, se cobraba más. El hecho de que en este documento doña Josefa Alcázar cobrase más que, por ejemplo, don José Gómez, viene dado a que, aún siendo mujer, ya tenía el título de maestra de enseñanza primaria superior y don José Gómez era maestro de párvulos. Sin embargo, en igualdad de condiciones y méritos, el maestro cobraba más que la maestra por esa especie de complemento que hemos comentado.


Las casas-escuela

Hoy en día parece extraño ese término de casa-escuela, habituados como estamos a los colegios modernos. Pero hasta bien entrado el siglo XX lo común era que el maestro, o en el tema que tratamos, la maestra, viviese en el mismo edificio en que daba clase, de modo que una planta, o lo que se llamaba sala-escuela, estaba destinada y acondicionada para la docencia, en tanto que el resto de la casa era residencia de la maestra y de su familia. El Ayuntamiento, en el siglo XIX, que es el periodo que nos ocupa, estaba obligado a facilitar alojamientos a los docentes, y ante la falta de casas propiedad del mismo, se alquilaban edificios a particulares que pasaban a tener la dicha función de casa-escuela. En la ley de 1839 sobre instrucción pública, viene perfectamente reflejada la obligatoriedad de los ayuntamientos de conseguir alojamiento para los maestros y sus familias.

“Art. 15. A todo maestro de escuela primaria pública se le suministrará:

1º Casa o habitación suficiente para sí y su familia.

2º Sala o pieza a propósito para la escuela, con el preciso menaje para la enseñanza.

3º Un sueldo fijo que no podrá ser menos de 1100 reales anuales para una escuela primaria elemental, y 2500 para una escuela superior, sin tomar en cuenta para estos sueldos mínimos las retribuciones de los niños.
El sueldo podrá ser en metálico, o en granos u otra cosa equivalente, según convenio entre el interesado y el Ayuntamiento.
Los pueblos deberán aumentar el sueldo fijo según sus recursos, para proporcionarse maestros más instruidos.”  Real Orden sobre Instrucción Pública de 28 de agosto de 1838. Ref. en las fuentes documentales, nº 1 y nº 20


Sabemos que el Ayuntamiento tenía alquiladas las casas que servían como centros de enseñanza y residencia de las maestras. El precio del alquiler variaba en función del tipo de casa y de otros factores, como la situación, el estado, etc., no obstante siempre se procuraba que no sobrepasase las 300 pesetas anuales. De este modo, en el año 1885, por la casa-escuela de doña Josefa Zaragoza, ubicada en la calle de la Iglesia, el Ayuntamiento pagaba 220 pesetas anuales, por la de doña Josefa Caballero, en la calle de las Balsas 160 pesetas, y por la de doña Ascensión Landete 160 pesetas.  Ref. en las fuentes documentales, nº 23.

En Cehegín, hasta que en los años 50 del siglo XX se comenzó a construir edificios propios de colegios, la enseñanza se realizaba en casas adaptadas como escuela.
Las casas-escuela, como hemos visto, generalmente estaban mal acondicionadas, de modo que llegaban en ocasiones a rondar la insalubridad y el peligro de la construcción, muestra de la falta de dinero municipal y también, a pesar de que constantemente se hable en las actas de lo importante del tema de la instrucción publica, del verdadero desinterés que se  mostraba sobre este asunto con relación otros temas tocantes al Ayuntamiento. En el año 1884 la profesora doña Josefa Zaragoza, de la que hemos hablado, se queja en una carta amargamente al Consistorio por las pésimas condiciones de su casa-escuela y del callejón que hay junto a ella, y por el que tienen que pasar diariamente las niñas para ir a clase.

“ Dadas las insanas condiciones del callejón llamado de la Iglesia, que las niñas tienen que atravesar para asistir a clase, lo estrecha y antihigiénica que es la casa que habito y también decirse de público que la misma está ruinosa, incluso la plataforma de la sala-escuela. Me dirijo a usted como presidente de la Junta de Primera Enseñanza de esta localidad, para que se digne acordar lo que proceda, a fin de que se me proporcione otra casa y local, o en otro caso dejarme en libertad para que yo pueda hacerlo.
Antes no he dado este paso porque nada se decía de la inseguridad de la casa, ni había segregado del establecimiento la mejor parte de él, pero ahora que estoy observando constantemente el perjuicio que con esta reforma se le sigue tanto a las niñas como a la familia por haber variado la entrada principalmente del local destinado para clase, no puedo por menos, por exigirlo, así mi deber de acudir a usted, como ya digo rogándole encarecidamente se tome la molestia de ordenar lo mejor, tanto para que las niñas y familia no suframos detrimento alguno, cuanto para que podamos vivir en casa que sea algo capaz y decente.

Dios guarde a usted muchos años.

Cehegín, 17 diciembre 1884.

Josefa Zaragoza y Alonso.” Ref. en las fuentes documentales, nº 5


Las actas de las visitas de inspección de la Junta  de Instrucción Pública Local, son ilustrativas de la mala situación educativa y del mal estado de los edificios destinados a escuela. Así, por ejemplo, la visita que se hizo en 13 de mayo del año 1889 refleja perfectamente la realidad de la educación primaria en esta época.

“Acto seguido el sr. inspector manifestó que los alumnos y alumnas que han asistido a la visita ordinaria que acaba de verificarse a las escuelas públicas de ambos sexos de esta población se encuentran, en general, en un regular estado de educación e instrucción, excepción hecha de la escuela que regenta el ilustrado y celoso maestro don Agustín Perea Sánchez, que ha presentado unos cuantos niños que poseen ciertos conocimientos en gramática, aritmética y geografía, bastante superiores, prescindiendo del informe de la escuela de Valentín, de este término municipal, porque no ha practicado la visita por falta de alumnos.
Que los locales de enseñanza no reúnen las condiciones de salubridad y comodidad que debieren, ni son capaces algunos para el número de alumnos que a ellas concurren, por lo cual no tienen todo el menaje que reclama las necesidades pedagógicas de la enseñanza.
Que la asistencia a las escuelas por parte de los alumnos y alumnas es malísima y poco puntual en cuanto a las horas, habiendo en todos los establecimientos niños y niñas de mayor y menor edad que lo que la ley previene.
Que dichos locales no están todo lo céntricos que debieran, atendiendo al terreno y situación del pueblo.
Y por último que teniendo en cuenta que la villa con su distrito municipal consta de 9807 almas y que los niños matriculados en las dos escuelas públicas que existen son 258 y 340 las que lo están en las tres de niñas, conceptúa que no hay suficiente número de escuelas, especialmente de los primeros.” Ref. en las fuentes documentales, nº  5

A continuación el inspector indicó a la Junta lo que debería de llevar a cabo para remediar la situación. No obstante, lo que siempre sucedía en estos casos era que el Ayuntamiento no disponía de dinero y el que tenía lo manejaba de otra manera, de modo que, por un lado realizaba discursos grandilocuentes y dirigidos a ensalzar la importancia de la educación y de los maestros y maestras, pero por otro, progresivamente, iba dejando de lado la inversiones en este tema. En realidad se hacía muy poco por estimular tanto la docencia como la asistencia de los alumnos.

El siguiente inventario que presentamos, elaborado por la maestra de la escuela de niñas, doña Josefa Caballero y Caballero además de enseñarnos por dentro cómo era un aula de niñas en el año 1881, es un claro reflejo de la falta de medios y materiales en estas aulas.

“Villa de Cehegín. Año 1881.

Inventario de los enseres y útiles de enseñanza existentes en la escuela pública de niñas de la misma, que dirige la profesora de ella doña Josefa Caballero y Caballero, que entrega a esta alcaldía, el cual se forma por duplicado.

Primeramente: Tres mesas de escritura deterioradas.

Item. Once bancos asientos para las niñas, cinco de ellos en mal estado.

Item. Tres pizarras deterioradas.

Item. Dos perchas para colocar los bolsos, una de ellas mala.

Item. Una mesa deteriorada para la profesora.

Item. Un jarrero malo.

Item. Un cortinón para la sala de la enseñanza. Bueno.

Item. Una docena de tinteros buenos.

Item. Un crucifijo de madera en buen estado.

Item. Media docena de sillas buenas.

Item. Un registro de matrícula y clasificación bueno.

Item. Otro idem de asistencia diaria. Bueno.

Cehegín a 20 de julio de 1881.

La profesora.

Josefa Caballero Caballero.” Ref. en las fuentes documentales, nº  22




Imagen digitalizada del inventario de la maestra doña Josefa Caballero. Año 1881. Archivo Municipal de Cehegín.
Pinchar en la imagen para ampliar.



La vida de la maestra fuera de la escuela

Evidentemente las maestras también tenían una vida privada, lo cual en ocasiones se olvida. La maestra era obviamente una mujer y por lo tanto estaba sujeta a unos cánones sociales y morales que estaban, en su caso, aún más acentuados y vigilados, en su calidad de instructoras y educadoras de las niñas que tenían a su cuidado en la clase. La propia vida personal de estas mujeres estaba, en cierta manera, sujeta a unas normas de comportamiento en público relativamente estrictas, de modo que determinados excesos o libertades que se pudiera tomar la maestra, siempre entendido en el sentido de la época, si se entendía que podían atentar contra la moral o las buenas costumbres, por ejemplo como no ir a misa o coquetear con hombres, si llegaban a ser conocidos podían acabar en la rescisión de su contrato y su cese inmediato.
La maestra, bien casada, bien soltera, llevaba, después del trabajo, las obligaciones propias de su hogar, como todas las mujeres de la época. La maestra soltera solía vivir en compañía de familiares que se desplazaban con ella, como por ejemplo en el caso de doña Encarnación Roch que, cuando en el año 1869 consiguió su escuela de niñas en propiedad, trajo a vivir a sus padres mayores con ella a su casa-escuela. En otras ocasiones vivían solas cuando no les era posible tener a nadie que les acompañase, aunque socialmente esto no estaba muy bien visto. Las casadas hacían su vida normal con su familia e hijos, residiendo en la casa-escuela que se les proporcionaba. Existe una idea muy extendida entre la gente de la calle acerca de que a las maestras no se les permitía el matrimonio en tanto fuesen docentes y que si se casaban perdían la plaza, pero esto no es correcto para las maestras del siglo XIX. En todo este periodo y en la extensa investigación que he podido realizar he podido encontrar tanto a casadas como a solteras y en ningún momento se les exige esta condición a las que acceden como maestras de una escuela de niñas. Así por ejemplo, doña Josefa Zaragoza, cuando ella ya ejercía en Cehegín conoció a don José María Cuadrado, cuando éste obtuvo su plaza de maestro, y se casaron formando una familia. Sí que es cierto que, en determinados periodos del primer cuarto del siglo XX, algunos ayuntamientos sí lo incluían como una cláusula del contrato, como yo mismo he podido comprobar de la época de la dictadura de Primo de Rivera, en otras localidades.


Conclusiones

Las maestras de enseñanza primaria en el siglo XIX fueron auténticamente unas pioneras, entrando a formar parte, de manera decidida, de un mundo que hasta el momento había sido de hombres. Su importancia reside en que sobre ellas recayó la tarea ingente y complicada, en un  mundo como el de este tiempo, de educar a las niñas, de modo que la formación inicial y primaria de las mujeres de este siglo fue realizada por ellas mismas. La más antigua profesora de enseñanza primaria elemental que tuvo Cehegín fue doña Josefa Alcázar Durán, que consiguió el título en el año 1843, pasando su escuela privada a ser pública entonces, y en la que hasta ese momento ejercía sin título. El mundo de la educación desde el punto de vista de las maestras en el siglo XIX es apasionante ya que significa estudiar este tema desde otra perspectiva. Ellas siguieron enseñando desde los cánones sociales y morales de la época, instruyendo sobre el papel de los valores de la mujer con respecto a la maternidad, la familia y la casa, pero aún así su irrupción en la enseñanza es fundamental y clave para entender que algo estaba cambiando.
La Ley de Instrucción Pública del año 1857 supuso sentar unas bases de la educación en España que se mantendrían prácticamente hasta las leyes educativas que surgen tras el Franquismo. Con la ley Moyano se permite que las mujeres puedan realizar estudios de magisterio en las Escuelas Normales, creándose las de maestras, ya que hasta ese momento sólo los hombres podían acceder a esos estudios. Alojadas en casas-escuela que solían ofrecer unas condiciones lamentables no sólo para la docencia sino para la propia residencia de ellas y sus familias, en ocasiones vivían con problemas si los sueldos tardaban en llegar, fundamentalmente cuando se trataba de  las maestras solteras. Pero como he dicho, era algo vocacional. Normalmente el Ayuntamiento y la Junta Municipal de Enseñanza se deshacían en elogios hacia la necesidad de la instrucción de niños y niñas, pero lo cierto es que en la práctica no era así y los gobiernos municipales de turno solían aparcar las necesidades docentes y educativas, realizando muy pocas inversiones. Por eso los índices de analfabetismo eran altísimos en este pueblo.
En Cehegín tenemos una relación de diecisiete maestras, la mayoría de la educación pública, que ejercieron en Cehegín desde el año 1840 hasta el 1901. Sabemos que con el comienzo del siglo XX y, progresivamente, conforme fue pasando el tiempo, evidentemente su número creció. Desde que doña Josefa Alcázar se convierte en la primera maestra de enseñanza primaria elemental pública de la historia de Cehegín, en el año 1843, hasta el año 1900, muchas cosas cambiaron, aunque parezca lo contrario. Desde ese año 1843 hasta hoy en día han pasado 171 años. La diferencia es abismal, pero la valentía de estas mujeres era grande.




Relación de maestras que ejercieron en Cehegín desde el año 1840 hasta el 1901

-Josefa Alcázar Durán.  Figura como maestra de escuela privada en 1842. Posesión como maestra de escuela pública en 3-1-1843.

-Teresa Artero. Maestra de escuela privada. Figura en 1842

-Emilia Cayuela y Soto. Posesión en 15-XI-1861

-Encarnación Roch López. Posesión en 9-10-1869

-Juana Trinidad Jiménez. Posesión en 6-2-1862

-Mariana Plá y Meliá. Posesión Año 1868.

-Maravillas Martínez Guillén. Maestra de escuela privada. Figura en 1872

-Dolores Pintor. Maestra de escuela privada. Figura en 1872

-Valentina Imbernón y Montejano. Posesión en 1875.

-Luciana Moreno Guillamón. Posesión en 1880, como interina.

-Josefa Zaragoza y Alonso. Posesión en 21-VI-1880

-Josefa Caballero Caballero. Posesión en 2-VI-1880

-Ascensión Landete y Arago. Interina en 1880 y plaza en propiedad en 20-III-1893

-Adelaida Beléndez y Valero. Interina en 1880. Posesión de nuevo como interina en 17 de mayo de 1892.

-Antonia Escámez Gallego. Posesión en 25-X-1885

-Manuela Hernández Carrilero. Posesión en 25-VI-1887

-Ángeles Thous y Orts. Posesión en 1897.

-Elena Fernández Ruiz. Posesión en 1900.



Fuentes

Archivo Municipal de Cehegín.

1. 1838-1845. Expediente instruido para la instalación de la Comisión Local de Instrucción Primaria.

2.  1874-1876. Cuaderno de actas de la Junta Local de Instrucción Pública.

3. 1875. Expediente relativo a estado demostrativo de la nueva categoría con que han de figurar en nómina y presupuesto los maestros de primera enseñanza de la villa.

4. 1875. Certificaciones del secretario del Ayuntamiento Alberto Pérez Chirinos de unos oficios dirigidos por la Alcaldía al Presidente de la Junta Provincial de Instrucción Pública y al Gobernador informándoles de la situación escolar en la villa.

5. 1878-1892. Cuaderno de sesiones de la Junta Local de Instrucción Primaria, y posesiones del profesorado.

6. 1880-1881. Estados, por trimestres, de la inversión de fondos del material de la escuela pública de niñas de doña Josefa Caballero Caballero.

7. 1880-1881. Estados, por trimestres, de la inversión de fondos del material de la escuela pública de niñas de doña Josefa Zaragoza y Alonso.

8. 1881. Presupuesto del material de la escuela pública de niñas para el curso 1881-1882.

9. 1890-1899. Presupuestos de ingresos y gastos de las escuelas públicas del municipio.

10. 1895. Inventarios de enseres y útiles de enseñanza existentes en las escuelas públicas del municipio.

11. 1901-1917. Libro de actas de la Junta Local de Instrucción Pública.

12. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín, de 18-XI-1851 y 29-XII-1851, sobre la maestra doña Josefa Alcázar Durán.

13. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín,  de 6-XI-1861 y 15-XI-1861, referente a contratación de doña Emilia Cayuela y Soto.

14. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín, de 6-II-1862, sobre nombramiento como maestra en propiedad de doña Juana Trinidad Jiménez.

15. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín, de 31 –VIII-1862 sobre relación de maestros de la villa de Cehegín y sueldos del profesorado.

16. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín, de 12-III-1863 sobre relación de maestros de la villa de Cehegín.

17. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín de fecha 6-II-1869 y de 20-II-1869, referente a la maestra doña Mariana Pla y Meliá.

18. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín de 4-IX-1869 referente a contratación de doña Encarnación Roch y López como maestra.

19. Acta capitular del Ayuntamiento de Cehegín de 14-IX-1872, referente a supresión de la escuela de niñas de doña Encarnación Roch y López.

20. Real Orden sobre Instrucción Pública de 28 de agosto de 1838. Incluida en expediente de la  Junta de Instrucción Pública de fecha 1838-1845.

21. Acta de la Junta Municipal de Primera Enseñanza. 14 de julio de 1875. 

22. Presupuesto del material de la escuela pública de niñas para el curso 1881-1882. Incluye inventario de los útiles y enseres existentes en la escuela.

23. Relación de gastos del Ayuntamiento, por escuelas. Incluye salario, material, casa y retribución. Año 1885.

Bibliografía

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Escolano Benito, Agustín. La educación en la España contemporánea: políticas educativas, escolarización y cultura pedagógicas. Madrid: Biblioteca Nueva.

González Pérez, Teresa. “Aprender a enseñar en el siglo XIX. La formación inicial de las maestras españolas”. Reifop, nº 13. Año 2010.

Melcón Beltran, Julia. “La formación del profesorado en España (1837–1914)”. Madrid: Centro de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia. 1992

Rodríguez Gracia, Hilario. “Vicisitudes de un maestro rural (1857-1900). 150 aniversario de la Ley Moyano”. Universidad de Castilla la Mancha. Versión digital en Internet.