lunes, 31 de enero de 2011

¡Qué hermoso!






Fotografía de una postal del año 1925, del archivo particular del autor del blog. Una fotografía bella, sensible, muy propia de la época. El reverso, que contiene un texto escrito, precioso, de amor juvenil, quedará en la intimidad que ha guardado tantos años.

Topónimos cehegineros. Alquipir



El topónimo Alquipir parece ser que proviene del árabe al-Kebir, que viene a significar “el Grande”.Quizás este apelativo, en su origen, se refiriera a alguna alquería musulmana ubicada a los pies del cabezo del Paraíso. En la cumbre de este cerro aún se hallan las ruinas del castillo de este nombre. Desde época romana esta zona estuvo poblada, como así lo han atestiguado las excavaciones arqueológicas realizadas. En el año 1243, el castillo pasó a manos cristianas, por donación de Alfonso X y quedó en tenencia de d. Gombalt de Entenza. Posiblemente en el siglo XIV es semiderruído y abandonado, a causa de la grave crisis económica y poblacional que sufre la zona.

viernes, 28 de enero de 2011

El hombre de Tollund



El Hombre de Tollund, una momia cuya cabeza ha permanecido prácticamente perfecta, despues de ser hallado en una turbera. Pertenece a un hombre del siglo IV a. de c. que fue sacrificado y arrojado a un pantano. Fue hallado en la localidad de Silkeborg, Dinamarca, por una trabajadores que iban a extraer carbón de la turbera, en el año 1950. Es alucinante la expresión y serenidad del rostro y los detalles extremos de su conservación. Maravilloso.

La Orden de Santiago en Cehegín. Una síntesis histórica.

Introducción

A veces, paseando por el Casco Viejo encontramos señales y huellas, bien  a nivel de edificios o ruinas o por otro lado topónimos que han quedado como nombres de calles o lugares, preguntándose sobre el origen del nombre de la calle en cuestión o de éste o aquel edificio. La calle de las Olivericas, la calle del Horno de Don Santos, la Tría, las Eras Bajas, todas esas denominaciones esconden un retazo de la historia local, más o menos importante, pero siempre evocador. También encontramos la calle de la Orden o el paraje del Huerto de la Orden. Estos dos últimos son reminiscencias del poder que la Orden de Santiago tuvo en Cehegín. Poseer el hábito de Santiago hasta el siglo XIX era una pretensión buscada con afán por los beneficios de prestigio que conllevaba.
A modo de introducción decir que la Orden de Santiago apareció en el siglo XII, hacia el año 1175. Nació en el reino de León y se extendió rápidamente por Castilla, Francia, Portugal, Aragón, y otras regiones. No obstante será en Castilla y León donde adquiera su mayor auge y se asiente definitivamente. Básicamente los caballeros de las órdenes militares son conocidos como frailes guerreros por la doble vertiente religiosa y militar de que gozan. Hacían votos como el de pobreza o castidad, aunque ello no fue impedimento para que pudiesen casarse, ya que la castidad absoluta sólo se prometía para antes o después del matrimonio. Su máxima autoridad militar era, como veremos, el Maestre, toda vez que la religiosa para Castilla era el prior del Monasterio de Uclés. Los santiaguistas tuvieron una gran relevancia durante las últimas fases de la Reconquista y, como veremos, en la zona que nos atañe, que es la de Cehegín, Caravaca, Moratalla y en general la zona fronteriza con Granada, teniendo encomendada la función de control de la frontera con el reino Nazarí. Fueron baluarte importante en la conquista del reino granadino.
Como bien es sabido el Reino de Murcia mediante el pacto de Alcaraz, del año 1243 pasa a ser protectorado de Castilla y en el año de 1266, una vez aplastada la sublevación mudéjar, que comienza dos años antes, se convierte en territorio perteneciente a la Corona Castellana, siendo entregada su jurisdicción a la Orden Militar del Temple. Efectivamente, cuando cae en desgracia dicha Orden en Europa por motivos que serían largos de comentar en este momento, pero que tienen relación con las cotas de poder económico y político que alcanzan sus maestres, digo que, una vez desaparecida ésta, Caravaca (con Cehegín incluido) y Bullas pasarán a la Orden de Santiago concretamente en el año 1311, poco después de la desaparición de la mencionada Orden Militar del Temple, aunque esto sucede de facto ya que oficialmente esto no ocurrirá hasta el privilegio de 1344, otorgado por Alfonso XI. En el año de 1335 pasará también a Santiago el señorío y encomienda de Canara, mediante compra por cinco mil maravedíes.
El símbolo del poder santiaguista en Cehegín vendrá representado por construcciones imponentes, una de tintes defensivos como es la fortaleza y la otra religiosa como la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, como símbolos de lo que, en sí mismo, eran los caballeros de la propia  Orden de Santiago,  dígase guerreros y monjes.

La Orden de Santiago

-El Maestre
El Maestre en la Orden de Santiago es el más alto cargo en la pirámide de poder de la institución. A él deben fidelidad todos los miembros de la Orden y él solo la debe al Rey. Únicamente los Capítulos Generales pueden limitar algunas de sus actuaciones. Era elegido por el Consejo de los Trece, pero estas prerrogativas, poco a poco van recayendo en torno a la Corte, hasta que ya desde el siglo XV serán los Reyes quienes hagan la elección del Maestre.

El prior de Uclés
La Encomienda de Caravaca dependía eclesiásticamente del Priorato de Uclés. El Prior de Uclés es el máximo responsable religioso para la Orden en Castilla. En realidad el hecho de que el priorato se encargara de la administración de las rentas eclesiásticas y de todo aquello que conllevaba la administración de iglesias, como el cobro de las rentas y diezmos, trajo problemas de confrontación con el maestre, fundamentalmente en las grandes encomiendas por el volumen de producción de los bienes santiaguistas.
-Los Trece
Es un consejo que tiene facultades consultivas y se encarga, entre otras cosas de elegir al Maestre. Básicamente se encargan del asesoramiento del Maestre y son convocados por el Prior de Uclés.

-El Capítulo General
Se encargaba de regular la actividad interna de la Orden y limitaba o sancionaba las actuaciones del Maestre. Se encargaban de compilar la legislación interna, la disciplina dentro de la Orden y, como hemos dicho limitar o sancionar las actividades del Maestre

-Los Comendadores
El Comendador era el máximo responsable de la gestión de la encomienda tanto a nivel económico como militar, por lo que fue este un cargo apetecido por lo que conllevaba la administración de las rentas que se producían, que en algunos casos eran inmensas. Mas adelante referimos el caso concreto del comendador de Caravaca por pertenecer Cehegín a dicha encomienda.

-Los Freires
Dentro del escalafón social de la Orden los freires ocupan las últimas posiciones, e incluso dentro de ellos hay, a su vez subdivisiones. El freire podía ser freire canónigo o freire militar. De los clérigos salían los curas que abastecían las parroquias santiaguistas y los caballeros freires se encargaban  de nutrir las milicias, e incluso algunos de otras actividades de lo más diverso dentro del entramado de la Orden. Estaban sujetos a una férrea disciplina, fundamentalmente desde la fundación de la Orden de Santiago y a lo largo de la Baja Edad Media, estándoles prohibido abandonarla bajo pena de cárcel e incluso de excomunión. No obstante ser freire traía consigo importantes beneficios. Por debajo de éstos están una especie de escuderos o sirvientes con que cuentan, también llamados en Castilla pajes de lanza que se encargaban de ayudar a los freires caballeros.

La Orden de Santiago. Cehegín

La Encomienda Santiaguista. Las Visitaciones de la Orden.
La encomienda de Cehegín siempre estuvo íntimamente ligada a la de Caravaca, como lo demuestra el hecho de que estuviese bajo el control de un mismo comendador, o sea, el Comendador de Caravaca. La encomienda es la base del éxito de la producción económica de la Orden de Santiago. Básicamente tiene una naturaleza económica, en cuanto está basada en los bienes de la Orden y las rentas que ellos producen, y es el primer escalón en la estructura económico-social lo que también, con el tiempo, llevó al choque con los Concejos que, paulatinamente, conforme se avanza desde la Edad Media a la Moderna fueron adquiriendo más cotas de poder en perjuicio de las propias Ordenes Militares. Lo que si queda muy claro es que la Orden de Santiago fue el motor de la economía en las zonas que administró desde la Edad Media hasta entrada la Edad Moderna, cuando, como hemos advertido, los Concejos adquirieron ya las cotas de poder que los definen. Otro elemento de choque, que ahora se verá es el referido a la cuestión de los curas y el obispado de Cartagena.
Las Visitaciones de la Orden de Santiago nos dan una idea detallada de los bienes que albergaba la encomienda en Cehegín. La visitación del año 1480 en principio nos indica que el cura de Cehegín, encargado de la parroquial era Ferrán Martínez de de Zafra, freyre canónigo del Convento de Uclés. En primer lugar se manda dar pregón de que si los vecinos de la villa tienen alguna queja con don Pedro Fajardo, Comendador de Caravaca, o con sus hombres que la presenten a los visitadores. Según la Visitación era administración de la Orden la iglesia de Santa María Magdalena, con todas sus rentas, muchas casas que pagaban un censo, tierras en gran cantidad tanto de viña, como de tierra blanca, y destinadas a otros productos agrícolas, hornos, molinos, etc. También se realiza un recorrido por la murallas de la villa ordenando los visitadores que se reparen por hallarse en algunos puntos en muy mal estado y casi derruidos. Estas Visitaciones se realizaban cada cuatro años. No obstante desde mediados del siglo XVI van decayendo para desparecer ya en el siglo XVIII. El auge de los concejos en el siglo XVI estimulado sin duda por que el maestrazgo de las Órdenes recayera ya en los monarcas desde los Reyes Católicos, fue posiblemente culpable, en gran medida de ello.
El lugar donde la Orden cobraba las rentas y se almacenaban los cereales que le correspondían era la actual casa de la Tercia,  parece ser que desde el siglo XVII, pero con anterioridad debió de estar ubicado en la misma fortaleza. Era el pósito de la villa de tanta y relevante importancia para el propio sustento de la población. Se cobraban los diezmos, el arrendamiento de casas y bancales, los censos y los derechos señoriales, todo ello dirigido al mantenimiento de los santiaguistas.

El Comendador de Caravaca
Caravaca y Cehegín, y Canara ya desde el año 1335, estaban administradas por un solo comendador que era el de Caravaca. Ya se ha visto, aunque someramente, el papel y función de las encomiendas en cuanto a centros de producción de rentas y era éste la máxima autoridad dentro de la encomienda. Normalmente se gestionaba con libertad y cierta autonomía, siempre y cuando ello fuera acorde con lo dispuesto y por la fidelidad debida al Maestre y a la Regla de la Orden como caballeros santiaguistas que eran. Debían rendir cuentas en las visitaciones y la gestión era tanto económica como militar, aún más tratándose de una zona tan sumamente peculiar como ésta. Los Fajardo fueron comendadores de Caravaca desde la segunda mitad siglo XV  y, tras el año 1504, en que se funda el Marquesado de los Vélez, estos continuaron con el cargo hasta el tercer Marqués de los Vélez, Don Pedro Fajardo Chacón de Córdoba, que fallece el 12 de febrero del año 1579.

Fortaleza, Alcaides e Iglesia Santiaguista

La fortaleza de Cehegín es bien conocida, fundamentalmente a través de las Visitaciones de la Orden de Santiago, que periódicamente se realizaban para controlar, vigilar e inventariar todos los bines muebles de la Orden en la encomienda. El castillo fue, posiblemente construido como un hisn musulmán hacia el siglo X para, una vez conquistado el reino de Murcia por Alfonso X pasar a poder de Castilla, que daría su administración a Gombalt de Entenza. Como decíamos anteriormente pasará a la jurisdicción de la Orden de Santiago hacia el año de 1311. En el siglo XV, el castillo estaba compuesto de varias dependencias que lo convertían en zona defensiva pero también de residencia del Alcaide. Las visitaciones nos hablan de bodegas, molino, cocina, establos, todo un complejo residencial. Tenía cinco torres que eran las del Homenaje, la Mocha, la del Mirador, la del Alhorý y la de la Esquina. Esta fortaleza, al igual que todas las que se hallaban en la frontera, tenía un carácter eminentemente defensivo y de control del territorio. Desde aquí salían los hombres necesarios cuando había alguna algarada musulmana o si había que hacer alguna incursión en territorio granadino, saliendo habitualmente gentes de Cehegín, Caravaca y Moratalla juntas. Hay que advertir, y es una cuestión importante, que Cehegín era zona fronteriza con el reino de Granada, al hallarse cerca de un territorio que, en cierta manera, era tierra de nadie donde se movían tanto cristianos como mulsumanes, por lo que el papel de los caballeros santiaguistas fue aún mas acentuado si cabe, tanto en materia militar como económica.
El Alcaide de la fortaleza era el máximo responsable de la administración del castillo, en todas sus vertientes. Debía de dar cuentas de su estado y conservación en las visitaciones. Algunos nombres conocidos son Francisco de Monterrosso, Juan de Quiroga Fajardo o Rodrigo Carreño Melgarejo. Vivían en el mismo castillo, donde tenía sus dependencias y aposentos.
Al parecer, el culto a Santa María Magdalena pudo venir de tiempos templarios y ellos serían quienes fundaron la parroquia y elevaron la primitiva iglesia sobre los restos de la antigua mezquita musulmana, pero son los caballeros de Santiago quienes, por necesidades tanto de aforo como de los nuevos tiempo que se avecinaban, plantearon las obras que, en última instancia y tras muchos lapsus de tiempo junto, sin duda a roces entre el Concejo y la Orden, se extenderían desde el siglo XVI hasta casi finales del siglo XVII. Será hacia el año 1690 cuando ya queda totalmente terminada con el aspecto actual, a excepción de la torre que es del siglo XVIII. El cura de la parroquia, siempre de este hábito, era colocado allí por la Orden de Santiago, en forma que recuerda ciertas relaciones de tipo feudo-vasallático de épocas anteriores al siglo XV. El cura, freire canónigo, debía obediencia a la Orden y al Prior de Uclés, de tal manera que ello vino a traer rencillas y disputas con el Obispado de Cartagena, hasta tal punto de que sólo en momentos puntuales, y debido a una mejora en las relaciones entre ambas instituciones se permitió al Obispo intervenir en algunas cuestiones. Tenemos el ejemplo del año 1602 en que el Concejo de la Villa solicita el cambio de las fiestas de San Zenón del día 9 de septiembre al 9 de julio, que es su fecha natural, lo cual es aceptado por el Obispo en visita realizada a  Cehegín. No obstante, el control total y absoluto de la parroquial, y sus rentas, era propio de la Orden. Precisamente las disputas entre los obispados y la Orden tenían su raíz donde suele brotar generalmente toda disputa de esta clase, en los beneficios y rentas, o sea en la producción económica, que era bastante elevada, de los bienes de Santa María Magdalena.

Marte. El planeta hermano de la Tierra.



Marte es un planeta con aspecto desolado, desértico, y sin embargo tiene una belleza que quizás transciende de lo puramente físico para acentuarse con esa necesidad que los humanos tenemos de mirar y buscar en el cielo. Es, ciertamente, otro mundo. Siempre, desde muy pequeño me ha resultado fascinante imaginar qué clase de sonidos tendrá Marte, cómo resoplará el viento, cómo se verá su cielo desde la superficie marciana… Parece ser que hasta hace unos 3000 millones de años este planeta tuvo agua, ríos, océanos, mares, ¿quizás tuvo vida? Hoy es un mundo desolado, pero atractivo, hermoso. Hace unos 4000 millones de años, Marte, Venus y la Tierra eran muy similares, después todo cambió y cada uno tomó su particular viaje en el tiempo. ¡Qué curioso y raro un planeta con agua, cascadas, ríos y sin embargo con una tierra exclusivamente con vida microscópica! Así era la vida en la tierra hace varios miles de millones de años y quizás también en Marte y Venus. En ese tiempo los primeros seres unicelulares y después pluricelulares comenzaban su andanza. Poco antes había comenzado la historia de la vida y quizás en Marte y Venus también hubo una historia de la vida que por los avatares que fueren se truncó para siempre, o no… El Universo debe de ser un hervidero de vida, y quizás de inteligencia.

jueves, 27 de enero de 2011

Carta de Juana de Castilla, de 1515, al Concejo de Cehegín


Real Orden de Juana I de Castilla, conocida como Juan la Loca, conservada en el Archivo Municipal de Cehegín. Hace referencia a la obligación de no comprar paños extranjeros y sólo adquirir los producidos en la Corona de Castilla. Año 1515. El Archivo Municipal de Cehegín conserva documentación original desde el año 1508.

Los Tiempos del Cólera

LA EPIDEMIA DE CÓLERA-MORBO ASIATICO DEL AÑO 1855 EN CEHEGÍN

Autor: Francisco Jesús Hidalgo García




Un hombre está a punto de morir. Es bracero. Hace apenas dos días se hallaba en el campo, en sus faenas, y nada hacía presagiar lo que se avecinaba, pero esta mañana ha comenzado a tener diarrea y vómitos. Está postrado con los ojos vidriosos y tiene mucha sed. D. Francisco López Gómez, médico, ha venido esta tarde a visitarlo. En la cara del galeno se denota una gran preocupación. En casa sólo su mujer e hijos están cerca. Los vecinos no vienen a interesarse por su salud, como de seguro habrían hecho si se tratase de otro tipo de enfermedad, pero se trata del cólera… Y el miedo aflora. Estos últimos días de julio han muerto varias personas en el pueblo, y se ha corrido la voz de que la epidemia, que ya se ha instalado en Caravaca, se acerca sin remedio, a pesar de las medidas que el Ayuntamiento ha dispuesto.
Esta noche, casi como todo el día, las mujeres, y también algunos hombres, rezan el Rosario una y otra vez y se encomiendan a Dios…


1. Una Somera introducción


El Cólera-Morbo Asiático

Básicamente, se puede decir que el cólera es una enfermedad que surge a partir de una infección producida por la bacteria que tiene por nombre científico “vibrio cholerae” y que afecta al intestino delgado. Se caracteriza por la aparición de una diarrea muy importante, la cual, si no se toman las medidas adecuadas, puede provocar una deshidratación de tal calibre que lleve a la muerte. Precisamente, y, como más adelante veremos, la mayoría de la gente fallecida en esta epidemia lo hizo porque el tratamiento proporcionado por los médicos de la época no era el correcto. Los síntomas que presenta el paciente de cólera son diarrea acuosa, cólicos abdominales, olor a pescado en la defecación, nauseas y vómitos, ojos vidriosos, mucha sed, somnolencia, taquicardias etc., muchos de ellos producidos por la propia deshidratación que provoca la enfermedad. El cólera, como ya sabrá de antemano el lector, viene a ser producido por la existencia de focos de insalubridad, bien en las aguas de consumo de los habitantes, o bien en alimentos que hayan sido contaminados, lo cual era cosa corriente en la España de mediados del siglo XIX. Los sistemas de alcantarillado y en general de higiene pública son bastante tardíos en Cehegín, aunque es cierto que el cólera llega a Cehegin dentro del marco de la propagación que se produjo en gran parte de Europa y, en cierta manera, nos lleva a recordar las pandemias de diversas enfermedades que venían siendo relativamente frecuentes desde la Edad Media. Algún muerto a causa del cólera encontraremos en Cehegín, periódicamente, en los años que no fueron de epidemia, como así nos lo atestiguan las actas de defunción de la Parroquia de Santa María Magdalena, pero los casos son relativamente escasos en comparación con otras enfermedades de la época. No obstante en 1855 la grave situación producida hay que entenderla en el propio sentido de pandemia a nivel europeo. Las propias condiciones higiénico sanitarias de la villa lo que hicieron fue favorecer la expansión del mal que desde el año 1854 sacudía gran parte del continente.
El llamado cólera-morbo asiático es así definido desde el sigo XIX, precisamente porque su origen parece estar en Asia, concretamente en la India, según algunos estudios y desde allí llegaría a Europa para provocar la epidemia de 1830 que ya, intermitentemente, vendría repitiéndose periódicamente. No obstante las causas de su origen tardaron tiempo en ser conocidas. Sería hacia 1854 cuando un médico, John Snow, descubriera que el origen de dicha enfermedad residía verdaderamente en las condiciones insalubres del agua que se consumía en Londres, todo ello después de que, en unos veinticinco años, en el periodo de 1830 a 1855 muriesen alrededor de 35000 personas en la capital de Inglaterra. A partir de la modernización realizada en el sistema de alcantarillado londinense en 1865 los casos de cólera comenzaron a disminuir de una manera asombrosa. En Europa la primera epidemia conocida de esta enfermedad se remonta a 1830 y llegaría a España en el año 1833, afectando fundamentalmente a la zona de Andalucía y el centro sur con Extremadura, la actual Castilla la Mancha, y también, aunque en menor grado, a Murcia y Valencia.
España se vio azotada por el cólera desde 1833, pero serían las epidemias de 1843 y la de 1855 las que resultaran más formidables en cuanto a número de víctimas. Se han realizado multitud de estadísticas en torno al número de fallecimientos producido en estas epidemias y en general se producen hasta la década de 1880, pero el cómputo global de muertos es un tanto aleatorio, fundamentalmente en las dos más graves, ya nombradas, a las que deberíamos de añadir la epidemia del año 1885. El lector se preguntará cual es, pues, la causa de que no haya un computo exacto del número de fallecidos y la respuesta es que no en todos lados, como veremos, se pudo realizar el entierro adecuadamente. En algunos lugares, la prisa era tal por realizar la inhumación que el cura daba un breve exhorto ante los cadáveres alineados para luego ser echados a una fosa común ya convenientemente preparada con cal viva. No es el caso de Cehegín donde tenemos las listas de muertos de estos años y además con constancia de la causa de su fallecimiento, pero sí sabemos como la tradición oral cuenta, en muchos lugares, que en el cementerio, los muertos eran avocados a estas fosas, en algunos casos sin dar tiempo a que el sacerdote los registrase en la Parroquia. Ello en ocasiones impide obtener un número exacto, pero las estimaciones para toda España estriban para el año de 1833 en torno a unos 100.000 y de 236.744 para 1855, esta última según los datos aportados por la Gaceta de Madrid, año 1857, que es el año en que vamos a centrar nuestro estudio. Aunque el Registro Civil se normaliza hacia el año 1871, se inscribían los nacimientos y defunciones, así como los matrimonios, de manera civil, al menos desde 1845. En el Archivo Municipal de Cehegín se han conservado algunos libros-registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, concretamente, y “por suerte” el de 1855 es uno de ellos; las páginas correspondientes a los meses del cólera están en blanco. Después de todo, efectivamente, eso no es malo del todo. Si sabemos leer entre en esas hojas inmaculadas, sin una sola gota de tinta, podemos extraer una indicación interesante, como se pudo comprobar posteriormente durante la investigación del tema: los encargados de esos registros se fueron del pueblo en cuanto comenzó a arreciar la epidemia.

2. Cehegín a mediados del siglo XIX

Cehegín: Una aproximación al contexto político y socioeconómico hacia 1855

En este tiempo, Cehegín es una villa mediana, con una población que ronda en torno a los 10400 habitantes, donde un 70% de la población habita en el casco urbano y el 30 % restante lo hace en las diputaciones o partidos rurales, hoy día pedanías. La economía está basada casi en su integridad en la agricultura, como no podía ser menos en un mundo rural. Es el de una España que aún no ha encontrado las vías necesarias para alcanzar un desarrollo moderno, con las excepciones siempre presentes de ciertas partes de Cataluña, el País Vasco y alguna otra zona muy localizada de la Península. Destaca el cultivo del cáñamo, la viña de secano y de riego, el olivar, el trigo y la cebada, así como determinados productos de riego procedentes de la huerta…  Por ello veremos como el control de las actividades no agrícolas y ganaderas se halla en manos de un reducido grupo de familias del pueblo.
En este momento Cehegín dispone de once molinos de harina y ocho de aceite, once hornos y nueve fábricas de aguardiente, dos fábricas de jabón, un batán de paños, tres molinos de papel de estraza y uno de blanco, según los datos ofrecidos por el diccionario Geográfico de D. Pascual Madoz en torno al año de 1845. Socialmente hacia el año 1855 la villa está compuesta por una pequeña élite de raíces nobles y abolengo, algunos con residencia fuera y con un mayoral que les administra el patrimonio, una clase media ascendente, una especie de nuevos ricos relacionados con oficios burgueses, alguno de los cuales se ha enriquecido a base de negocios comerciales y operaciones acertadas, que invierten en tierras consiguiendo un patrimonio enorme en extensión y que progresivamente, conforme avanza el siglo, irán adquiriendo más poder político y económico, entremezclándose en matrimonios con los apellidos de mayor rango nobiliario del pueblo. Junto a ellos cohabita una gran mayoría de braceros y colonos, gente en su mayoría pobre, con problemas de subsistencia en muchos casos y que conforman la gran mayoría de la población, dependiendo mayoritariamente de los anteriores para poder sobrevivir. En torno a estos sectores poblacionales tenemos a un conglomerado de oficios relacionados con los servicios, abaceros, panaderos, herreros, tratantes de ganado, taberneros, posaderos, molineros, etc. que también gustaban de invertir los beneficios en tierra, por lo que igualmente suelen aparecer como propietarios, no obstante en muchos casos trabajaban al servicio, o como arrendatarios, de rentistas de la clase media y alta de Cehegín, a los cuales se debía pagar una renta anual, siendo significativo el caso de molinos y hornos.
 A mediados del siglo XIX Cehegín era un pueblo eminentemente agrícola, más que ganadero, en lo que no podía competir con Caravaca y Moratalla. Las listas de pobres eran elevadas, alrededor de un 20% de la población, situación que se ha de mantener hasta entrado el siglo XX. Un 5% de la ciudadanía controlaba en torno al 80% de la producción, hornos, almazaras, fábricas y otros. A la llegada del cólera la enfermedad iba a afectar por igual a todos, ricos y pobres, hombres de iglesia y laicos. Cuando no hay un remedio que se puede pagar con dinero la riqueza no vale para nada. Un poco más adelante veremos como gran parte de los miembros del Ayuntamiento constitucional huirán del pueblo para buscar refugio en el campo, al igual que otros muchos ricos, e incluso el Alcalde se verá obligado a realizar un llamamiento a los tenderos y gente que aprovisiona de comida a la villa, para que no huyan y al cólera le acompañe la escasez e incluso la hambruna.
En este año encontramos como Alcalde Constitucional a D. Amancio Ruiz Sahajosa, que se rodeará para concejales de gente de clase media del pueblo con buenos recursos económicos y poder adquisitivo en aumento debido a sus rentas en tierra y negocios. Había sustituido a D. Alfonso Álvarez Castellanos.



El marco higiénico–sanitario de Cehegín a mediados del siglo XIX

Cuando hablamos del Cehegín de mediados del siglo XIX debemos imaginar un pueblo típicamente rural donde la mayoría de estructuras de tipo sanitario y de higiene pública, destinados a paliar la posible aparición de enfermedades, son prácticamente inexistentes. Hemos de tener en cuenta que la construcción de un sistema de alcantarillado moderno, en el sentido actual de la palabra, se remonta a finales de los años 50 del siglo XX por lo que, hacia 1855, los sistemas de eliminación de residuos líquidos, aguas fecales y otros, prácticamente no habían variado desde el siglo XVI cuando comienza a expandirse el pueblo y a organizarse la población de manera ya similar a la que conocemos hoy en día en el Casco Viejo. En esta época aún se vivía el ¡agua va! en las calles empedradas y la eliminación de las aguas residuales se realizaba a través de canilleros hechos en el propio empedrado o, simplemente, utilizando la vertiente de la calle. Al final estos residuos terminaban o bien en el río, o bien en acequias, de la que es buen ejemplo la conocida acequia del chorrillo, que se abastecía de muchos de estos pequeños canalillos. El agua para beber desde tiempo inmemorial se recogía de los llamados caños del partidor, ubicados en la actual calle de d. Gines de Paco, junto a las escaleras que tienen el nombre de poyos del Partidor, que traían el agua procedente de esta acequia y a su vez de la del Campo, la cual la tomaba en la finca llamada de la Bebedora ya en el término de Caravaca. Allí consumían animales y personas el líquido elemento. A lo largo de la historia del pueblo el río Argos ha sido elemento indispensable no solo a nivel paisajístico, sino a efectos de una integración absoluta en la propia vida de las gentes de Cehegín. Cuando el agua bajaba limpia se recogía para beber, se lavaba la ropa, la gente se bañaba, se utilizaban, como hoy en día las hoyas, para el cultivo, se cortaba la caña… Pero el río también fue, como ocurre en muchos lugares del tercer mundo, vehículo de transmisión de enfermedades y posiblemente tuvo bastante que ver en la expansión del cólera en 1855, porque es probable que se dieran unas condiciones climáticas que favorecieron el que la bacteria que había llegado con la epidemia pudiese incubar en zonas de aguas estancadas y sucias.
La enfermedad hubo de expandirse irremediablemente por todo el levante español y llegar a Cehegín porque la insalubridad y falta de higiene era generalizada. En todas las casas había algún corral donde se guardaban las bestias y animales como pollos o conejos y algo muy común era la falta de higiene personal entre extensos sectores de la población. No obstante las causas de expansión de la enfermedad, que parecen más claras en el estado actual de la investigación, son el consumo de agua del río y de las acequias, ya que debió de ser un verano seco y posiblemente se formara agua estancada y sucia por la falta de corriente adecuada, y por otro lado el normal intercambio de personas de un pueblo a otro fue, sin lugar a dudas, importante causa del desarrollo de la epidemia.
3. Antecedentes a la epidemia de cólera de 1855.


Medidas de prevención generales. Reales Órdenes y Acuerdos.


Desde la aparición del cólera-morbo en Europa en agosto de 1833 se comienzan a tomar en España determinadas medidas legales de cara a la posibilidad de que esta llegue a la Península Ibérica. Así en 1834, se publica una Real Orden, de 24 de agosto, que va a ser la base de las acciones que el gobierno llevará a cabo para atajar los brotes epidémicos que puedan volver a afectar desde este momento a todo el territorio nacional. Un aspecto importante de esta R.O. va a ser la supresión de los cordones sanitarios que se impusieron en el año 1833 y que una vez pasada la epidemia se ha demostrado que no solo no eran eficaces, sino que al contrario, resultaron contraproducentes, pues, como dice el texto :
” Varias autoridades y Corporaciones han elevado al trono su dolorido acento pidiendo con ardor patriótico se modifique el sistema de incomunicaciones, que siendo inútil para evitar la transmisión del mal de unas localidades a otras; pues paralizado el tráfico, e imposibilitando el abastecimiento de comestibles condena a los pueblos, por evitar un mal dudoso, a sufrir los seguros e inevitables que nacen de la escasez y la miseria…”
A partir de este momento no se volverán a realizar esos cordones sanitarios, aunque los controles desde el año 1849 serán intensos sobre todo a la llegada de las epidemias.
El lunes día 9 de abril del año 1849 aparece publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Murcia una Real Orden de 30 de marzo de 1849, de la Reina Isabel II, relativa a las instrucciones a seguir en el caso de una invasión colérica, dada la periodicidad con que se estaban sucediendo las epidemias desde los años 30 de este siglo XIX.  Esta R.O. es de sumo interés de cara a la investigación histórica de la epidemia de cólera de 1855 fundamentalmente porque ya nos da a entender que se era absolutamente consciente de la relación entre la insalubridad en las aguas, la falta de medidas higiénicas y otros con la aparición del cólera, pero aunque se barruntaba que el origen debía estar ahí, no se tenía ni idea de las formas de transmisión, ni de la cura y tratamiento de la enfermedad. En otras palabras, que se tenía cierta idea de como poder prevenirla, pero que una vez que había llegado no se podía controlar y era cuestión casi de esperar a que pasase, a pesar de los esfuerzos empleados en dominar la epidemia. Decíamos antes que John Snow descubrió las causas exactas de las epidemias de Londres en 1854, pero que duda cabe que en la década de los cuarenta ya se sabía, o al menos se intuía, a pesar de no tener una explicación científica, que la falta de higiene era el medio más eficaz de propagación de la enfermedad. La R.O. de 1849 es la que va a marcar los preceptos fundamentales a seguir en Cehegín durante la epidemia de 1855 por las autoridades locales y provinciales.
Se trata de sesenta y siete artículos, que a su vez aparecen distribuidos en los siguientes apartados: Precauciones higiénicas (Art. 1-36), Hospitalidad Domiciliaria (Art. 37-44) Casas de Socorro (Art. 45-58) Hospitales Comunes (Art. 59) y Enfermerías del Cólera (Art. 60-67). Así, antes de comenzar de lleno en el estudio de lo que fue la epidemia, concretamente en Cehegín, y sus consecuencias, es conveniente un breve repaso a esta Real Orden, de cara a analizar las directrices generales que marcarán la lucha contra la propagación de la enfermedad en estos años. Por eso se insiste especialmente en que estas medidas deban ser puestas en práctica en cuanto haya indicios de que pueda aparecer la epidemia. Ni que decir hay que la aplicación de estas Ordenanzas es de carácter general para la Península Ibérica y los demás territorios de la Corona, por lo cual en cada lugar y momento adecuado estas se aplicarán según las propias condiciones del momento y de donde aparezca o haya indicios de peligro de invasión colérica.
La primera parte, titulada Precauciones Higiénicas, hace referencia a la necesidad de actuar convenientemente ante la falta de salubridad e higiene, cosa de la que serán directamente responsables los llamados “jefes políticos”, entendiéndose como tal las Corporaciones Municipales con el Alcalde a la cabeza. Es la parte más extensa de toda la Real Orden y habla desde la búsqueda de las causas de la epidemia hasta las causas generales (conductos de aguas sucias, sumideros, pozos ciegos, arroyos, alcantarillas, letrinas, corrales etc.) y parciales, refiriéndose a los locales públicos donde se aglomera la gente, pensando en la ventilación adecuada del aire, de lo que se intuye que se creía que la enfermedad podría trasladarse por este elemento también, así como a los lugares de venta de alimentos perecederos, como las pescaderías, carnicerías, traperías etc. Los cementerios deben de estar extremadamente vigilados. A lo largo de toda esta parte dedicada a las condiciones higiénicas y de salubridad pública se hace referencia a la necesidad de renovar el aire y su entrada y salida libre de los lugares cerrados.
Las charcas y pantanos en que haya agua estancada deberán ser desecadas y limpiadas antes de que empiece la epidemia y en cuanto ésta aparezca se llenarán otra vez “con el objeto de disminuir los efluvios insalubres que ocasione el cieno…”
En el artículo 17 se dice: “…y prohibiendo desde la manifestación de la epidemia el uso de los pescados que no sean frescos, del bacalao mojado, de las frutas y legumbres no maduras, de las carnes saladas y curtidas, de los embutidos, de los vinos irritantes y acerbos, y en general de todo alimento que se repute nocivo a la salud.”
En general todo el resto de esta primera parte reside en las indicaciones a seguir por las personas en cuanto a la necesidad de comer alimentos nutritivos y evitar los cambios bruscos de temperatura, la limpieza e higiene y el trato que se ha de dar a los cadáveres de los coléricos.

La parte dedicada a Hospitalidad Domiciliaria es referida al trato y auxilio que se ha de dar a los enfermos pobres, que también estudiaremos en el caso de Cehegín. Las Casas de Socorro serán el centro donde se ha de aplicar la Hospitalidad Domiciliaria y el apartado dedicado a los Hospitales Comunes y las enfermerías del cólera plantea lo que se ha de hacer en éstos durante la epidemia. En general comentaremos toda esta legislación de manera más extensa dentro del estudio directo de la epidemia en Cehegín.



A las puertas del cólera. Medidas de prevención en la villa. La Junta Municipal de Sanidad

En el mes de abril del año de 1849, concretamente a veinte de dicho mes, se reunió la Junta Municipal de Sanidad, que se había compuesto el día 17 del mismo mes, teniendo como vocales a los concejales Francisco Pareja Guirao y Alfonso Abril Fernández, a los vecinos Pedro José Ciller y Francisco Diego Lorencio, al Párroco Juan Ortiz Flores y al Licenciado en Medicina Francisco López Gómez y bajo la presidencia del Alcalde Constitucional d.. Alfonso Álvarez Castellanos. Esta reunión nos interesa desde el punto de vista en que se constituye para llevar adelante lo indicado en Real Orden con referencia a la prevención del cólera. Se acuerda publicar un bando en que se hace saber “… la limpieza permanente de las calles, el curso expedito de las aguas sucias, sumideros, arroyos, canales, patios y albañales, procurando sacar todos los basureros que se hallen dentro de la población, así como los que estén dentro de las casas que no tengan la ventilación del aire puro…” También se hace constar que los animales muertos habrán de ser enterrados por sus propios amos, indicación que nos sugiere que cuando morían las bestias se arrojaban en el campo, el propio topónimo Muladar así lo indica en referencia al paraje donde hoy en día está ubicado el polígono industrial con el mismo nombre, pues allí era donde se arrojaban las bestias muertas. La tradición oral nos habla de la gran cantidad de buitres que se congregaban en dicho lugar.
En el año 1854 se constituye de nuevo una Junta Municipal de Sanidad bajo la presidencia de d. Amancio Ruiz Sahajosa, Alcalde Constitucional. Por los concejales están como vocales Amador Zornoza y Pedro José Ciller, como vecinos Alfonso Clemente Abril y Juan Alarcón, el cura párroco D. Francisco de Moya y el médico d. Francisco López Gómez. Esta Junta Municipal de Sanidad es la que se las habrá de ver ante la epidemia de cólera –morbo asiático del año 1855, la más devastadora de cuantas asolaron la Península Ibérica en todo el Siglo XIX.
A pesar de los reiterados intentos de la Junta Municipal de Sanidad por luchar contra la insalubridad en la villa parece ser que no se obtuvieron resultados buenos. El veintisiete de agosto del año 1854, el Alcalde Constitucional, d. Amancio Ruiz Sahajosa publica un bando, en términos bastante duros diciendo que, a pesar de los reiterados bandos publicados, la población no ha cumplido con las ordenanzas y por ello se publican unas nuevas que en caso de no ser cumplidas pueden acarrear multas de hasta cuatro ducados. En líneas generales vienen a ser como las anteriores comentadas en cuanto a las basuras, aguas sucias, vertidos al río, etc., añadiendo la prohibición absoluta de vender carne de cerdo en la plaza pública y asimismo de entrar estos animales a la villa en piaras, debiendo dejarlos y alimentarlos en las faldas de la Peñarrubia. También se prohíbe encender hogueras “con el equivocado objeto desinfectar la atmósfera”.
En el año de 1854 el cólera estaba produciendo una gran mortandad en Europa y los temores de que llegase a la península eran realmente fundados. Por ello mismo, aunque ya se estaba trabajando desde el año 1849, fue en este momento, a las puertas de la invasión colérica, cuando la Junta Municipal de Sanidad se puso manos a la obra. Todo ello no evitaría que el cólera se presentase en el verano siguiente como una gran epidemia.
En reunión celebrada el 31 de agosto de 1854 se acuerda que no se puedan matar reses para el consumo del pueblo de Cehegín sin antes haber sido debidamente inspeccionadas en el matadero público. Se deberá de proveer de azúcar, arroz y otros. Se habilitará el hospital de caridad para acoger a más gente. Se acuerda que si llegase la epidemia se habilitará el claustro del convento franciscano, siempre y cuando el número de coléricos en el hospital de la caridad supere los seis. En el cementerio se harán dos zanjas, de doce pies de profundidad, con igual anchura y dieciocho de longitud.
Dentro de estas reuniones de la Junta Municipal de Sanidad hay una del día 8 de octubre de 1854, anecdótica, pero muy ilustrativa del miedo creciente a la posible llegada de la enfermedad y las medidas tomadas para evitarlo. Resulta que por estos días se hallaban varias familias de la localidad descansando en los baños de Mula -ya es sabido que este lugar ha sido lugar de descanso de muchas generaciones de toda la comarca desde tiempo inmemorial- y enterada la Junta se decidió no permitirles el regreso cuando iban a volver y obligarles a pasar una cuarentena en los lazaretos de la Virgen de la Peña y la casa del Lentiscar.
En el año 1855, antes de que en el mes de agosto se declarase oficialmente en Cehegín la epidemia de cólera-morbo asiático la gente ya sabía lo que era esta enfermedad, muchos habían conocido los brotes anteriores, no tan fuertes como ésta que estaba por venir, y por otro lado periódicamente moría alguna persona debido a algún caso aislado, aunque bueno es decir, como comentábamos anteriormente, que había gente que lo contraía y no llegaba a desarrollar la enfermedad, aunque sí la transmitían de diferentes maneras. Sí, sabían lo que era el cólera. Pero era una población acostumbrada a las enfermedades y a la muerte, aunque ello no hubo de quitar una pizca de inquietud y de seguro miedo cuando los rumores de que la epidemia se desplazaba como la pólvora por el levante español y había llegado a las puertas de Murcia.

4. La epidemia llega a Cehegín



“Con esta fecha ha sido declarada oficialmente en esta ciudad la epidemia del cólera–morbo asiático, si bien sus invasiones hasta el momento son poco numerosas. Dígolo a V.M. para su debida inteligencia. Dios guarde a V.M. Caravaca, 18 de julio de 1855”

Con esta fecha se envía desde Caravaca al Ayuntamiento de Cehegín oficio indicando que la epidemia de cólera ha llegado hasta esta ciudad. En este momento la provincia de Murcia está invadida ya del cólera y sólo es cuestión de un par de semanas el que la enfermedad sea declarada oficialmente en la villa de Cehegín. Aunque ya se estaban tomando las medidas que se creían adecuadas desde hace tiempo la invasión es algo inevitable. El día 20 de julio se reúne la Junta Municipal de sanidad para estudiar el tema y publicar un bando de advertencia. El día 27 del mismo mes, con el miedo ya cogido en el cuerpo y ante la espera de la llegada inminente del cólera, pues ya en estos días se había dado algún caso en el pueblo, la Junta se vuelve a reunir bajo la presidencia del Alcalde Constitucional D. Amancio Ruiz Sahajosa para acordar varias disposiciones relativas a qué hacer en caso de la invasión colérica. En primer lugar se crea un turno para los concejales que se irán relevando de dos en dos cada veinticuatro horas, habiéndose de presentar en la Casa Jaspe, propiedad de D. Gines Chico. Así, se indica que mientras no haya epidemia sólo serán citados dos personas que tendrán la obligación de acudir con sus caballerías para trasladar a los posibles muertos al cementerio, así como convocar a seis vecinos de los que no tengan bestias de tiro para poder ayudar a llevar enfermos al hospital o muertos al camposanto. Aquellos vecinos que no cumplan lo mandado podrán ser multados con diez ducados, pena de cárcel de 20 días y sin perjuicio de que se le abra una causa por los perjuicios provocados. Los vecinos que quieran emigrar podrán hacerlo, pero deberán de dejar intereses disponibles a cargo de sus mayorales u otras personas para contribuir con la parte proporcional que les corresponda.
Conforme va pasando el mes de julio las medidas de prevención ante lo que se avecinaba iban siendo cada vez más drásticas a la vista de la situación que se daba en los pueblos limítrofes, especialmente Caravaca.  En la junta de 29 de julio de 1855 ya se es absolutamente consciente de que la enfermedad va a invadir sin remedio alguno la villa. Para ello se comienza tomando la determinación de poner guardias permanentes en todas las entradas al casco urbano para impedir que nadie procedente de ningún pueblo cercano pueda acceder a Cehegín. Especial celo se habrá de tener con Caravaca que, como hemos comprobado anteriormente, ya sufría la epidemia. Sólo se permitirá la entrada a aquellas personas que presenten un certificado de que han realizado cuarentena y están sanas. Es en este momento cuando se declara como lazareto, que ya lo ha sido otras veces, la ermita de la Virgen de la Peña, lugar en que habrán de hacer cuarentena aquellas personas que vengan de lugares donde se ha extendido la enfermedad. Los labradores y colonos únicamente podrán entrar al pueblo a comprar medicinas o útiles de máxima necesidad. Otros artículos van referidos a la necesidad de contratar un dependiente de justicia con el carácter de Alguacil Mayor y un oficial temporero. Se dice que se habrán de comprar dos menores (asnos jóvenes) dirigidos al traslado de cadáveres y enfermos, y los dichos burros estarán en la posada nueva, que habita Antonio Cuadrado. El acta de 31 de julio presenta varias disposiciones, entre las que destacan el comunicar a los pedáneos que no se permita acoger a familias procedentes de Caravaca, Bullas, Mula o de otros lugares infestados. Así se acuerda el proveer al Lazareto de la Virgen de la Peña para evitar que falte el sustento a los muchos pobres que allí hay retenidos.
Realmente, aunque se tenía la idea de que las condiciones higiénico-sanitarias de la población era elemento indispensable de cara al control de la enfermedad, no se tenía claro cual era el método de transmisión de ésta, por lo que en ocasiones se tomaron medidas, como a palo de ciego, que hoy en día nos parecen de lo más peregrinas, aunque entonces se creían muy adecuadas para poder controlar la entrada de casos de cólera en la villa. En el Acta de la Junta Municipal de Sanidad, del día 2 de agosto nos encontramos por ejemplo con el caso del Acuerdo que se ha tomado para instalar el mercado de frutas y verduras en el río Argos, en el sitio entonces denominado como Bancal del Peñón, en el camino de Caravaca, cerca del límite territorial de ambos términos donde se dice que se habrán de colocar dos cuerdas de sesenta varas cada una, colocadas a diez pasos la una de la otra y en línea recta , de modo que puedan llegar los vecinos desde la parte de arriba, se entiende que en dirección de Caravaca a Cehegín, y al contrario, colocándose en medio los comisarios con una vasija de vinagre donde se irán metiendo las monedas, llevando éste la cuenta para que luego cada vendedor se pueda llevar el dinero de su venta. Para este asunto se decide nombrar a Felipe Palud. Verdaderamente desde una perspectiva actual este tipo de métodos de prevención podrían resultar hasta burdos si no fuese por la propia carga que todo ello, en sí mísmo, lleva implícito. El vinagre es este tiempo es un elemento muy utilizado en curaciones, recomendado por los médicos y utilizado en las boticas; se piensa que puede tener un poder de curación o, cuanto menos, profiláctico frente a la entrada de la enfermedad. El que las monedas hayan de pasar por ahí demuestra que en este momento cualquier cosa que viniese desde zona afectada por el cólera era posible causa de transmisión o, en otras palabras, que ante una situación de evidente peligro sanitario la población estaba prácticamente indefensa con unos métodos que poco habían variado en las zonas rurales desde el siglo XVI. Se intuía la causa del mal, pero no se sabía combatirla.
Desde el comienzo del mes de agosto la epidemia entra en la villa sin remisión alguna. Se ordena a los guardas que controlen todo el término territorial que linda con Bullas, Mula y Caravaca, pero, como no puede ser de otra manera todo es en vano. El día seis de este mes es declarada oficialmente la epidemia de cólera-morbo asiático en Cehegín. El mismo Alcalde Presidente, D. Amancio Ruiz Sahajosa ha de retirarse enfermo de la sesión del día tres, aunque no parece que fuese de esta enfermedad, pues vuelve a aparecer en las sesiones posteriores hasta pasados los días de la epidemia. No ocurre así con otros miembros del Ayuntamiento, que abandonan el pueblo a las primeras de cambio.
Una vez que ya se ha declarado la epidemia sólo se puede intentar llevar a cabo todo aquello que ya viene prefijado por la Junta Municipal de Sanidad. Un dato interesante es que se decida en reunión del día 4 de agosto la instalación de un campamento al aire libre en el Coto Real, y esto es importante, donde se habrán de desplazar las familias pobres y construir como pudieran con madera y los vegetales que se encuentren, las barracas en que habrán de pasar el periodo de tiempo que dure la epidemia. Aquí se entiende como una manera humanitaria de proteger a los más necesitados de la población. La cuestión reside en que las familias pobres solían vivir en casas relativamente pequeñas y con un cierto nivel de hacinamiento, fundamentalmente las del caso urbano y ello venía a considerarse como un elemento de posible propagación de la enfermedad. La mención que expresamente se hace de que el campamento se instale al aire libre viene a ser por la creencia de que los ambientes aireados y bien dotados de aire evitan la expansión de la epidemia. Lo cierto es que tras de todo esto subyace una cierta idea de que los pobres tienen parte de la culpa de la propagación de la enfermedad por su forma de vida y condiciones higiénico-sanitarias. Hay que decir que se estima que en esta época en torno al 20-30% de la población vivía en Cehegín en el umbral de la pobreza, o sea con problemas para poder comer todos los días la familia al completo. Se realiza un padrón, con este fin, de familias pobres, que no se ha conservado, pero que conocemos a través de la documentación de la época y que daría a conocer entre el conjunto de los pobres de la villa quienes deben de ir a dicha colonia. La gestión del cuidado y alimentación de los habitantes de esta provisional “acampada” corre a cargo de la Junta Municipal de Sanidad. La cuestión está en que para estos días se ha comprobado que dicho organismo no tiene ya prácticamente fondos por lo que, cuarenta y ocho horas más tarde, para cubrir estos gastos de la colonia del Coto Real se realiza una derrama con carácter de préstamo reintegrable por el pueblo.
En este momento se prohíbe que salgan de esta villa los miembros del Ayuntamiento, puestos de socorro parroquiales, Junta Municipal de Sanidad, médicos ni practicantes, bajo multa de diez ducados y apertura de causa criminal. Veremos como esto no se cumple estrictamente y muchos de estos individuos poco después huyen al campo cuando el nivel de la epidemia esté en su cenit.
El informe que realizan el día seis de agosto los facultativos d. Francisco López Gómez, d. Juan Bautista Alarcón y d. José Rubio y Arróniz es concluyente, la población está invadida ya por el cólera. Oficialmente se declara la epidemia, a pesar que ya desde principios de mes se están dando fallecimientos por esta causa. Los médicos habrán de ser retribuidos por su trabajo con veinte reales diarios y a los practicantes con diez. Los sepultureros cobrarán a quince reales diarios, nombrándose para este cargo a Joaquín Alix y Juan Marín de Robles, se entiende que en ayuda del que ya hubiere en el cementerio. En este momento la progresión y fuerza de la enfermedad iba en aumento en la villa y así seguirá hasta prácticamente finales de mes en que ya parece que la epidemia tiene síntomas de ir decreciendo en intensidad. La situación en las tres primeras semanas llega a ser casi dramática debido a la gran cantidad de enfermos que se presenta, lo que obliga a la Junta a solicitar que se envíe al menos un facultativo más para socorrer enfermos y que los que están en la villa puedan descansar, pero ello no fue posible ante los graves sucesos que ocurrían en toda la Provincia de Murcia.
Una situación que era realmente temida por las autoridades civiles era la posibilidad de desabastecimiento, debido, en este caso, a que los comerciantes, tenderos, abaceros, panaderos y en general todos aquellos oficios dedicados al abastecimiento de alimentos huyesen del lugar por temor al cólera y se produjese una crisis alimentaria, pero tras las comprobaciones pertinentes y a pesar del bando que multaba con cien ducados y apertura de causa criminal sólo permanecieron algunos vendiendo productos de primera necesidad como garbanzos, arroz, azúcar, habichuelas, etc La inspección realizada por los encargados Francisco de Béjar y José Vélez así lo atestigua.
Una de las resoluciones que toma la Junta es que no se permita la entrada a enfermo de ninguna clase, bajo concepto alguno a la villa, debiendo ser llevado al Convento de los Padres Franciscanos, en cuyo atrio hay instalado una especie de lazareto a tal efecto. Asimismo se moviliza a la Milicia Nacional con el encargo de vigilar las zonas de entrada y salida al pueblo y bajo órdenes estrictas de acompañar a enfermos a los lugares indicados cuando quieran acceder al casco urbano. Dice así el punto primero del acta de 24 de agosto:

Se movilizarán para el servicio ordinario y custodia de las puertas de esta población veinticinco individuos de dicho cuerpo, un sargento con sus cabos correspondientes, con la asignación los primeros de cinco reales por día, diez reales el sargento y seis los cabos,. Quienes podrán practicar dicho servicio con la mejor honradez, cumpliendo las órdenes que recibiera del Sr. Presidente de esta Junta

 Queda prohibida la entrada a todos aquellos vecinos que residen fuera de la población. Se permite la entrada a los arrieros y comerciantes que vienen a vender y traer suministros alimenticios, pero se les obliga a volver por donde han venido, una vez puesto el sol, debiendo dormir fuera de la población. En este momento estamos hablando de fecha de 24 de agosto.
El acta de siete de septiembre de 1855 ya nos da a entender que la epidemia se halla en un proceso descendente, estimándose que posiblemente en un corto periodo de tiempo desaparezca totalmente. Durante los primeros días de este mes sólo han muerto de cólera en la villa seis personas frente a las 130 que murieron en el mes de agosto. A partir de este momento ya se produce una mayor relajación en cuanto al tema de la entrada y salida de los habitantes de la población, así como al trasiego de comerciantes y arrieros que abastecen Cehegín, permitiéndoles ya pernoctar y quedarse en dicha villa. No obstante se estima que es prematuro aún el regreso de aquellas familias emigradas a causa de la enfermedad, entendiendo que se les debe de prohibir la entrada hasta que no haya una absoluta seguridad de que no se produzca por ellos un nuevo brote epidémico, por lo tanto deberán de quedar en la sierra de Burete, donde se habían desplazado por mandato de la Junta. Las fuentes reflejan la desesperante falta de conocimientos acerca de la transmisión de la enfermedad, pues mientras que no se permite el regreso de los acampados en el Coto Real y con el fin necesario del abastecimiento, si pueden entrar y salir los arrieros y comerciantes, a este respecto se dice:

Como quiera que todos los vecinos que han permanecido en esta villa se hallan aclimatados con su atmósfera podrán salir libremente, aún cuando pernocten fuera de la población

Indudablemente el texto no deja lugar a dudas acerca de la idea que se podía tener en la época sobre la transmisión del cólera.
Después se especifica que cuando se cante el Te Deum podrán volver a sus casas aquellos “exiliados” de la Sierra de Burete. El susodicho Tedeum será cantado el día 16 de septiembre para dar gracias a Dios por la desaparición de la enfermedad. Tampoco podrán entrar ni volver a la villa aquellas gentes que emigraron voluntariamente durante la epidemia hasta ese momento que, al fin y al cabo, significa la declaración de desaparición total del cólera de Cehegín. Se trata, pues, de que aquellos que se hallan fuera pudiesen traer la enfermedad consigo, por estar contagiados o enfermos y provocar un nuevo brote en la villa.

Los propios profesionales que trabajaban junto a los enfermos, básicamente los practicantes y médicos pasaban, indudablemente, miedo, hasta tal punto que, según reza acta de la Junta Municipal de Beneficencia de veinte de agosto de este año de 1855 se han recibido quejas con respecto a la atención que los practicantes practican con los enfermos, llegando hasta tal punto que algunos de ellos se niegan a realizar fricciones a los coléricos, a pesar de cobrar veinte reales diarios, por  lo que son sustituidos para el primer distrito por Juan Espín, el segundo Martín García, el tercero Luis Torres, el cuarto Vicente Mellado y como sobresaliente Sebastián Ibernón, este último para ayudar en todos los distritos y suplir en caso de falta de alguno. Todos cobraran a veinte reales diarios.
El mes de agosto resultó ser extremadamente duro en Cehegín

Estadísticas.

La epidemia de cólera es declarada formalmente, como comentábamos anteriormente, el día seis de agosto del año 1855, pero ya desde finales del mes de julio se están dando casos, aunque con mucha menor intensidad, de enfermos y muertos por el cólera-morbo asiático. El estudio de las actas de defunción del Archivo Parroquial de Santa María Magdalena nos ofrece los datos estadísticos que resultan extremadamente reveladores de la situación en que se hallaba Cehegín en este mes de agosto y siguientes.



Tabla nº 1. Fallecidos totales en Cehegín entre enero y diciembre del año 1855, referido a todo tipo de muertes, incluidas las del cólera. Fuente: Archivo Parroquial de Santa María Magdalena, de Cehegín.


Enero
Febrero
Marzo
Abril
Mayo
Junio
Julio
Agosto
Sept
Oct
Nov
Dic
22
17
18
12
9
25
37
150
45
27
26
16




La tabla superior, a pesar de lo escueta que parece, guarda una cantidad de información que nos resulta absolutamente interesante para la investigación que llevamos a cabo. En ella viene reflejado el número de fallecimientos totales que se produce en Cehegín en dicho año, dividido en meses. A primera vista, y sin profundizar en los datos, solamente con echar un vistazo superficial podemos comprobar varias situaciones que nos llevan a hacer cálculos demográficos, ligeros, pero muy constructivos para el tema que nos ocupa. La media aritmética de fallecimientos en un año normal ronda en torno a los 22 muertos mensuales en el municipio, lo que está contrastado con otros años en que no ha habido epidemias que lo alteren. Es una media normal, propia de países en vías de desarrollo y lógica para esta zona y en esta época. La mayoría de estos muertos son niños, pero esto no es una regla y es cosa común que aparezca alguna enfermedad, sin llegar a ser epidemia que haga que el número de fallecimientos sea superior.



Tabla nº 2. Fallecidos totales en Cehegín entre enero y diciembre del año 1855 a causa del cólera-morbo. Fuente: Archivo Parroquial de Santa María Magdalena, de Cehegín.


Enero
Febrero
Marzo
Abril
Mayo
Junio
Julio
Agosto
Sept
Oct
Nov
Dic
-
-
-
-
-
-
2
130
7
-
-
-



Los meses en que el cólera azota Cehegín, son los de finales de julio, todo agosto y principios de septiembre, como se puede comprobar en la tabla nº 2. Es claramente ilustrativo el aumento desmesurado de muertos que se produce en el mes de agosto, donde a la gente que muere por otras causas hay que añadir 139 personas que lo hacen por el cólera-morbo. En julio fallecen dos y en septiembre siete. Sin duda alguna, agosto es el mes del cólera. En total durante dicho mes de agosto fallecen 150 personas, de ellas 130 de cólera y a los que hay que sumar los fallecidos a finales de julio y principios de septiembre.
Según estudios médicos, el número de personas que llega a desarrollar la enfermedad es bastante bajo, entre el 8% y 12% de todas aquellas que incuban la bacteria. Es posible que más de 2000 personas llegaran a incubar el Vibrio Cholerae en Cehegin, pero una gran parte no desarrolló la enfermedad. No obstante, lo único que conocemos con seguridad es el número de muertos, que ascendió a 139 personas, no quedando claro el número de enfermos, quizás pudieron pasar de 200, incluyendo a los que llegarían a fallecer. Parece ser que la gran mayoría no llega a esta situación, de ahí el que podamos sorprendernos cuando, al realizar el estudio estadístico de los fallecidos por cólera en Cehegín entre Julio y septiembre de 1855, veamos que el número es de 139 personas durante el largo mes que duró la epidemia. La media de muertos en un mes normal del año estaba en torno a las 15 o 20 defunciones.
Comparado, por ejemplo, con las epidemias de peste, la mortandad del cólera era menor, pero no así su efecto en los miedos de la gente. Para unos el castigo divino estaba presente, para otros era la propia ineptitud de los dirigentes. En este año de 1855 ya se conocían en España los resultados de la investigación realizada por John Snow, pero aún no se habían tomado las medidas adecuadas en cuestión de salubridad, a pesar de las Reales Ordenes dadas a tal fin desde el año 1849.


Cementerio, hospitales y lazaretos.

Como bien sabrá el lector, el cementerio de Cehegín, extramuros de la villa, como suele aparecer en los documentos de la época, hubo de ser una realidad tras la prohibición que se produjo en el reinado de Carlos III sobre enterrar a las gentes en las iglesias y aledaños de estas. No obstante, no fue hasta el año de 1827 cuando este recibió su primer entierro. El cementerio de Cehegín, ubicado en la Cuesta llamada del Olivar, todavía hoy conocida con ese nombre, fue elemento primordial en cuando a los intentos por evitar la propagación de la enfermedad aunque, lógicamente, en vano.
Ya comentábamos páginas atrás que se toma decisión en la Junta Municipal de Sanidad de que se abran dos zanjas en el cementerio, las cuales deben de tener doce pies de profundidad, con igual anchura y dieciocho de longitud. Efectivamente aquí se echaba cal viva y en estas fosas comunes se arrojaban los cuerpos de los muertos por la enfermedad, quedando bien tapados en espera de que ello sirviera en la no propagación del cólera.
En cuanto a los lazaretos ya hemos visto como se habilitan al menos dos de ellos fuera del pueblo, uno en la Ermita de la Virgen de la Peña y el otro en la casa del Lentiscar, aparte de que en el atrio del Convento Franciscano una vez comenzada la epidemia se ubicará otro. Estos servirán como lugares de cuarentena para las personas que viajen o quisieren entrar en la Villa. Ya se ha hablado con anterioridad de las funciones que habrán de tener dichos lazaretos, así como del abastecimiento que se les bebe proporcionar para que los allí obligatoriamente encerrados puedan subsistir sin problema alguno, por lo cual la Junta Municipal de Sanidad toma las medidas adecuadas, algunas ya comentadas.
Se habilitará el hospital de Caridad para acoger a más gente. Como es sabido el llamado Hospital de Caridad estaba desde el siglo XVI ubicado junto a la ermita de la Purísima Concepción, extramuros de la villa. Ante la crisis se intentará dotar de todos los medios posibles para curar a los numerosos enfermos que iban llegando. En un acta de la Junta Municipal de Sanidad se dice que en el caso de que el número de coléricos pasase de seis personas, se habilitaría el claustro del Convento de Nuestro Padre San Francisco, y así, indudablemente pasó, ya que el Hospital de Caridad ni era lo suficientemente espacioso, ni tenía medios para poder luchar contra una avalancha de enfermos como la que se presentaba a mediados del mes de agosto.



La sociedad ante la crisis en sus diferentes estamentos.

Verdaderamente toda la Sociedad se verá afectada por la epidemia de cólera, y no sólo en el aspecto sanitario, sino en el puramente social y económico también. La diferencia va a estar en que quien puede salir de la villa lo hace, y sale lo más rápido posible hacia el campo, a otros lugares donde aún no se ha declarado la enfermedad o a donde les es posible ir; esa es la diferencia entre ricos y pobres. Recordemos como en cierta manera se extiende la idea de que la propia vida de las familias pobres es un acicate para la expansión del mal. Sabemos que en esta época el 30% al menos, de la población total de Cehegín vivía por debajo de lo que hoy en día consideramos el umbral de la pobreza, que entonces era más bajo. Solían vivir en casas pequeñas donde convivía en muchos casos tres generaciones, con un número elevado de hijos, lo que hacía que pudiesen residir más de seis o siete personas en una casa de dimensiones reducidas. El hacinamiento estaba considerado como una de las posibles cusas de la expansión de la enfermedad, por ello se toma la determinación de crear una lista de pobres para trasladarlos al Coto Real, a varios kilómetros del pueblo pensando que ello sería una buena medida. Pero, ¿que hay de las clases medias? En Cehegín en esta época hay una clase media alta emergente y cuyo estatus viene marcado por una nueva mentalidad basada en los negocios comerciales, la minería y la inversión en tierras, y una clase media baja de la que, en cierta manera, va a depender un poco el futuro de la población durante la crisis, son los tenderos, abaceros, carniceros, en fin, un conjunto un tanto variopinto, pero de quien en ultima instancia depende el abastecimiento a la villa. No vamos a hacer énfasis en ello por que ya lo hemos comentado anteriormente. La lógica diferencia, por razones obvias, reside en que éstos no tendrán problema de abastecimiento alimentario en tanto que más de un 30% si sufrirá escasez
El cólera une a todas las clases sociales en el aspecto de que al no haber una cura conocida en este momento todos se pueden ver afectados, pero tiene un componente, hablando en materia de sociedad, que refleja claramente las diferencias existentes en un marco donde, se quiera o no, sigue habiendo unas distancias enormes entre unas clases sociales y otras. En estas epidemias de cólera unas veces de manera directa y otras indirectamente se culpó a los pobres de la transmisión de la enfermedad por sus hábitos de vida. Sólo así podemos entender que lo que en principio y a primera vista parece un acto de caridad y salvaguarda de la salud de unas gentes sea, en realidad, una especie de repudio de los humildes hasta que la enfermedad pasase. Por eso se observa como son enviados a la Sierra de Burete los habitantes de las hacinadas casas del Puntarrón donde “viven amontonados en sus pequeñas casas con el burro y los cochinos familias enteras”.En cierta manera fue un acto de caridad hacia ellos, o al menos así se planteó, pero indudablemente mucha gente quedó en el casco urbano y nadie los obligó a salir de él, simplemente se iba el que quería o podía, a excepción de los comerciantes, abaceros y otros, que estaban obligados a quedarse para evitar el desabastecimiento de la villa, aunque muchos también salieron fuera al campo buscando lugares más sanos. A los pobres de entre los pobres se les sacó fuera porque se les consideraba un elemento de propagación de la enfermedad por la insalubridad de sus viviendas, sucias, pequeñas y sin ventilación alguna. Aunque hoy en día sabemos que la culpa no era de ellos más que de los demás, es cierto que el comportamiento general de la población en materia de higiene pública incidía en crear las condiciones óptimas para la propagación de este tipo de enfermedades, como hemos comprobado con anterioridad.
La epidemia de cólera tendrá unas repercusiones importantes en la economía local y de toda la Región de Murcia, no obstante no hemos de magnificar las pérdidas, ya que durante el periodo que estalló la epidemia en Cehegín, que fue el mes de agosto, las cosechas de trigo ya estaban recogidas, no así en otros lugares donde la enfermedad llegó en el momento de la siega de la cosecha, doblando los males, si ello era ya posible. También decir que las pérdidas en vidas fueron elevadas, hubo muchos niños, ancianos y mujeres, y en general atacó a todas  las edades. En cuanto al tema de las personas en condiciones de trabajar el número de muertes, aunque considerable, no supuso un problema grave en los siguientes meses con relación a la mano de obra necesaria, aunque durante la epidemia la enfermedad cayó como una losa en la clase social de los braceros que debían trabajar todos los días para poder comer ellos y sus familias. Todo el tiempo que no pudieron ir al jornal, dos o tres meses como mínimo, bien por enfermedad o por la propia situación, reincidió en un mayor empobrecimiento de estas familias.

Epidemia, religión y religiosidad popular.

Desde que el pueblo existe como tal hubo epidemias de toda clase y condición, unas más fuertes y de mayor virulencia y otras de menor intensidad, pero de un gran calado en los miedos de la gente. La muerte siempre ha estado presente, y lo estará en la conciencia de las personas, pero tal vez hoy en día, desde nuestra perspectiva actual como hombres y mujeres del siglo XXI no lleguemos a entender nunca la convivencia casi diaria que en otros tiempos se tenía con respecto a la muerte y la capacidad de resignación de que podían hacer gala. Peste, cólera, tifus, sarampión, viruela, tuberculosis, gripe (en el siglo XX), aparecieron periódicamente a lo largo de los siglos y con ellas infinidad de enfermedades comunes que hoy en día son casi inofensivas, pero que en otro tiempo eran letales. La gente moría, fundamentalmente los grupos más débiles como ancianos y niños, pero la entereza ante su llegada era también evidente debido a la costumbre de tener la muerte tan cerca. Recuerdo una escena de la maravillosa película, obra maestra de Ingmar Bergman titulada “El Séptimo Sello” en la que uno de los comediantes recita en un cierto aire burlón cuando la epidemia de peste se extendía por toda la Suecia del siglo XIV.

Escucha hermano el hecho cierto, hoy estás vivo, mañana muerto, si breve es el placer largo será el padecer

Aunque en términos absolutos no se pueden comparar las epidemias de peste con las del cólera, siempre es interesante buscar analogías. Los miedos de la gente están ahí, pero nunca en tal estado como cuando algo de este calibre se acerca. La gente se vuelve aún más religiosa y no sólo la Religión sino la religiosidad, que siempre ha permanecido en el ámbito de las zonas rurales, aflora todavía con más fuerza. Entonces los temores se multiplican. Imaginen cuando las noticias llegaban e indicaban que el cólera se había instalado en Murcia, y al poco tiempo en Cieza, y luego en Calasparra y Caravaca y se veía imposible evitar que llegara a Cehegín. Los que pueden se van, pero ¿a dónde? cuando el cólera ya lo ha invadido todo. La gente se encomienda a Dios, se reza en las iglesias, se hacen rogativas. Para la población el mal viene traído por el Diablo y un remedio bueno para ahuyentarlo es la sal. Los lectores recordarán como hasta no hace mucho tiempo se veía durante las tormentas hacer a la gente más mayor cruces de sal, a modo de profiláctico contra la entrada del demonio en la casa. Aunque estemos ya a mediados del siglo XIX la religiosidad popular ha variado poco con respecto a la Edad Media en el mundo rural. Desde luego muchas cosas llaman la atención, pero hay algo que resulta casi estremecedor cuando se trata de las epidemias, el culto a los muertos se trastorna, y me explico. En el mundo cristiano, y ya desde la época paleocristiana el culto a los muertos, que comienza desde la mortaja hasta el velatorio y el entierro, de cara a su preparación para la vida eterna, es una parte realmente importante en la propia cultura tradicional cristiana. Pero con la llegada de una epidemia el ritual se rompe. En la mayoría de los casos el difunto no puede ser amortajado y termina en una fosa común rodeado de cal viva. Cuando ha habido varios muertos en un mismo día y es necesario su traslado urgente al cementerio, estos se colocan en la puerta de la iglesia dentro de sus féretros y en una breve ceremonia son despachados. El ritual del duelo ha desaparecido. Entonces son subidos a un carro que los transporta hasta el propio camposanto y allí son enterrados con la toda la dignidad posible, que en estos casos es muy poca. Todas estas situaciones calan en la gente y aumenta no sólo el dolor, también la sensación del abandono divino. El impacto psicológico es muy fuerte, aún a pesar de lo habitual de las muertes que se producían por diversas causas dentro de lo cotidianeidad de la vida en el pueblo. La gente se pregunta, cuando ve que se llevan al vecino, ¿acaso el próximo partirá de esta casa?


5. Despues de la epidemia

“En el día de hoy se ha cantado en esta parroquial el Tedeum en acción de gracias por haber desaparecido de esta villa el cólera-morbo asiático. Cehegín, septiembre, 16, de 1855”

Indudablemente al igual que la epidemia llegó a Cehegín, pasado un tiempo hubo de comenzar a remitir para desparecer totalmente durante la segunda semana del mes de septiembre. Aparte del gran número de afectados y muertos que provocó la enfermedad el gasto económico también fue elevado.
Después de este tipo de desastres la población intenta buscar la normalidad lo más pronto posible, y lo consigue a fuerza de costumbre. Cuando la situación se normaliza sanitariamente se intenta reactivar la economía local y todo vuelve a estar casi como siempre. En cuanto se permite el libre trasiego, sin restricciones, de personas y bienes entre el casco urbano y el exterior todo parece volver a su ser normal. Durante el mes de agosto la villa estuvo paralizada absolutamente y sólo la venta de mercancías de cara al abastecimiento hacían recordar una situación normal, aunque tengamos en cuenta que ello era producto de lo almacenado anteriormente, pues no se podía entrar ni salir del pueblo y únicamente, cuando ya estaba avanzada la epidemia se permitía que arrieros y otros entraran para abastecer a la población, pero teniendo la obligación de salir de ella después y dormir fuera. En cuanto la epidemia termina la gente vuelve al campo y a sus oficios, todo intenta normalizarse. En el mes de octubre las tiendas funcionan, no sabemos exactamente si a un rendimiento normal, y los hornos, almazaras, fábricas, quieren retomar el pulso, pero a lo largo de este mes de agosto la economía local quedó muy dañada y así continuará durante algún tiempo.
A nivel político la villa no se estabiliza hasta el mes de diciembre. En el periodo de agosto a noviembre las Actas Capitulares del Ayuntamiento prácticamente coinciden con las Actas de la Junta Municipal de Sanidad y aunque parece que la actividad fue mínima durante la epidemia el Juzgado Municipal también funcionó, incluso en los momentos de mayor auge del cólera, como lo indica, al menos, un juicio de conciliación que se celebró en dicho mes, y prosiguió en los meses posteriores. Desde el mes de agosto hasta diciembre no se registrarán más defunciones, nacimientos ni matrimonios en los libros-registro. Por el contrario, en la Parroquia de Santa María Magdalena si se continuará con los registros.
Aunque bajo mínimos, las instituciones municipales siguieron funcionando. La mayoría de componentes de la Corporación Municipal huyeron durante la epidemia, ausentándose desde el día seis de agosto sin permiso del Presidente el Alcalde segundo, los dos síndicos y los cinco regidores, por lo que, aunque se quiso por orden del Gobernador de la Provincia, sustituirlos con concejales del año anterior o por gente que no quisiera irse del pueblo, no fue esto posible por no haber nadie dispuesto a tal fin.  Así, pues, en el primer día de diciembre el Ayuntamiento aún se hallaba bajo mínimos, a pesar de haber pasado ya casi tres meses desde la desaparición del cólera:

En la Villa de Cehegín, a primero de diciembre de mil ochocientos cincuenta y cinco, reunidos los únicos señores de que se compone el Ayuntamiento Constitucional de la misma, d. Amancio Ruiz Sahajosa, Alcalde Primero de ella, d. Alfonso Clemente Abril, Segundo Alcalde Interino, d. Amador Zornoza, Síndico también interino y d. Diego Ramón Abril , Regidor…”

Ante la urgencia del Gobernador para que se apremie a los concejales del año anterior a volver a estos puestos, se dice en el oficio de contestación:

“Contestando al oficio de V.E.  relativo a que invite nuevamente a los concejales del año anterior para completar esta Municipalidad, debo manifestarle que en esta villa se encuentra siempre una resistencia para los cargos públicos de esta especie y que reconvenidos amistosa y extrajudicialmente todos contestan que continúen los actuales, puesto que ya regresaron a sus casas..”
 Para finales de este mes de diciembre, ya se habrá compuesto totalmente la nueva Corporación Municipal.





6. Conclusiones

Es posible que, tal vez, no sea necesario marcar unas conclusiones una vez que el lector ya haya desentrañado este artículo. Es evidente que el cólera-morbo asiático no puede ser entendido sólo para Cehegin ya que, es un fenómeno epidémico, una pandemia, que recorrerá Europa durante el siglo XIX de modo casi general. Afectará a los países más industrializados y desarrollados de la época, pongamos por caso a Inglaterra, de modo que, el cólera, demuestra que en el siglo XIX, los avances técnicos y tecnológicos van por delante de los propios en medicina y sobre todo en sanidad e higiene pública, y por supuesto afectará igual o más a los menos desarrollados, como España. Aquí volverán nuevas epidemias, como la del año 1885, que tal vez estudiemos en profundidad en otra ocasión.  La búsqueda de conclusiones de la investigación realizada, inexorablemente nos lleva por un lado a plasmar las enormes desigualdades sociales, pero por otro nos conduce hacia la realidad de una España que, a mediados del Siglo XIX, fundamentalmente en las zonas rurales, prácticamente no había cambiado nada desde el siglo XVI, y aún desde tiempo atrás. Ahora recuerdo como en los tiempos universitarios un profesor me comentaba que nunca hasta el siglo XX se dieron condiciones higiénico-sanitarias en el mundo cristiano como las existentes en la época romana. En algún documento se habla de los vertederos que había en los ejidos y laderas que hay debajo de la iglesia de la Concepción, donde la gente iba a tirar los residuos sólidos urbanos que no servían de basura para el campo. No existía un sistema de alcantarillado y las calles hacían de canalillos para evacuar las aguas sucias que no podían terminar en la acequia del chorrillo, el ¡agua va! era cosa corriente, en tal manera que aunque se sacaron bandos advirtiendo que se debía hacer énfasis en la limpieza de las calles, corrales, albañales, aun así, la medida no fue efectiva por no cumplirlo la población. El cólera se extendió en tal manera simplemente porque las propias condiciones favorecían la expansión de la epidemia. La epidemia de 1855 nos muestra, además, como los médicos eran incapaces de contener la situación, falleciendo incluso el titular de Cehegin a causa de la enfermedad. A pesar de haber sufrido varias invasiones a lo largo del siglo no se sabía como combatirla. Esta fue una de las muchas epidemias de diversas enfermedades que sacudieron Cehegin desde que este existe.
Hoy en día vemos como esta enfermedad ha desaparecido totalmente de las regiones desarrolladas, pero sigue apareciendo periódicamente en los países del tercer mundo, en muchos lugares no en sí mismo por la falta de medidas higiénicas más bien porque la propia falta de agua hace que la población acuda a zonas encharcadas e insalubres a buscarla como único remedio para la subsistencia.
Por lo tanto y simplificando, decir que, básicamente, las consecuencias de la epidemia son demográficas, económicas, sociológicas, de tipo psicológico para la población y hasta en el aspecto de la propia religiosidad popular viene a influir en gran manera. El calado e influencia en los miedos de la gente lo podemos observar todavía en la tradición popular, cuando los más mayores, que no vivieron estas epidemias, hablan de los tiempos del cólera como una descomunal plaga que azotó el pueblo, tal y como a ellos se los contaron sus padres y abuelos. En esta zona ha habido epidemias de peste (hasta el siglo XVII), sarampión, viruela, gripe (año 1918) y otras, que también causaron estragos desde tiempo inmemorial, sin embargo, ninguna ha sido tan recordada y contada de generación en generación como el cólera-morbo.
“Decían entonces los viejos que en el tiempo del cólera la gente se moría en la calle” y “en tiempos del cólera los muertos eran amontonados en fosas en el cementerio” son algunas de los comentarios que podemos escuchar de los ancianos de hoy en día. Muchas de ellas tal vez sean un tanto exageradas por el propio hecho de la transmisión oral entre generaciones, pero ciertamente otras tantas se aproximan bastante a la realidad. Lo cierto es que el cólera marcó una época (los tiempos del cólera, normalmente referidos a la epidemia del año 1885) y los rescoldos aún permanecen alimentando la tradición popular.


Fuentes

Archivo Municipal de Cehegín.

1804-1805- Libro de reales y Superiores Ordenes y diligencias de cumplimiento referidas en su mayor parte a sanidad y epidemias. A.M.C. Sec 1ª Leg 55 nº 1

1846- Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España de D. Pascual Madoz. Tomo 6.

1849- Expediente relativo a la instalación de la Junta Municipal de Sanidad. Incluye los acuerdos adoptados por la invasión colérica de 1855. A.M.C. Sec 2ª leg 44 nº 3

1853- Expediente relativo a distribución de médicos y practicantes, por distritos en caso de epidemia. A.M.C. Sec 2ª leg 44 nº 4

1855- Expediente relativo a Actas de la Junta Local de Sanidad para la adopción de medidas con motivo de la epidemia de cólera-morbo A.M.C. Sec 2ª leg 44 nº 19

1855- Libro de Actas Capitulares de dicho año. Sec 1ª leg 21 nº 1

1823-1865 Expedientes varios de documentación de Beneficencia y Servicios Sociales.

Archivo Parroquial de Santa María Magdalena

1855- Libro de defunciones de dicho año.



Otros

-Landa, Nicasio. “Memoria sobre la menor intensidad con que el cólera-morbo se ha desarrollado en los terrenos plutónicos de España. Madrid 1861.” Memoria inédita transcrita por J.J. Viñes en el artículo denominado “El Dr. Nicasio Landa, médico oficial de epidemias en la de cólera de 1854-1855. Universidad Pública de Navarra”

-Gaceta de Madrid, diciembre 1857.

-Boletín Oficial de la Provincia de Murcia. 9 de abril de 1849.