martes, 22 de diciembre de 2015

El fósil de un árbol del Pleistoceno, en Cehegín.






 
 
La imagen que el lector puede ver en las fotografías es el molde de un tronco de árbol fosilizado, que tal vez tenga en torno a unos 30.000 años, o sea, que se puede datar en el Pleistoceno Superior, y está aquí en Cehegín. Lo que se puede ver es el hueco que quedó al desaparecer la madera. Es muy probable que se trate de un abedul. Se corresponde con una época de clima templado, más frío que el actual. Durante un tiempo también sirvió de conducto natural para una surgencia de agua de época posterior. El árbol quedó fosilizado al ser cubierto por el agua que afloraba de un manantial y poco a poco se recubrió con el carbonato cálcico. Así se fueron formando, a lo largo de miles de años, grandes masas de tobas y travertinos mediante la mezcla del carbonato cálcico del agua y la abundante vegetación que éste iba cubriendo. En aquella época el agua manaba en abundancia y había muchísimas fuentes y manantiales. Aquí no hubo glaciaciones, pero sí grandes periodos pluviales, con épocas intensísimas de lluvia. Entonces debió de ser un espectáculo ver los ríos Argos y Quípar. Había fauna mayor incluyendo a osos, uros (toros salvajes), algunos tipos de felino y también sabemos que había poblaciones neandertales, por ejemplo en la Cueva Negra de la Encarnación y presencia del Hombre Moderno. Este territorio debió de ser maravillosamente hermoso durante el Pleistoceno. Hay algún lugar donde aún quedan las surgencias (como agujeros en la roca) de agua de estas fuentes antiguas, como reliquias fósiles. Este árbol es una reliquia de un tiempo muy diferente, una joyita de nuestro patrimonio paleontológico


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