domingo, 20 de marzo de 2011

Retazos de vida cotidiana.



Retazos de vida cotidiana

Relaciones sociales

Antonia nace y vive en un marco eminentemente rural, donde trabajo y pobreza van unidos de la mano. Su vida se desarrolla en el partido rural del Escobar, concretamente en el Cortijo de los Reyes, la cortijada más grande de las treinta que aparecen reflejadas en la documentación municipal constituyendo dicha diputación.
Hija y nieta de jornaleros, su existencia viene marcada por las necesidades que pasó a lo largo de toda ella, primero como hija y después como esposa y madre.
Como más adelante comentaremos, la mayoría son caseríos aislados, aunque cercanos entre si, de modo que, aunque hablemos de tal cantidad de cortijos, son 74 las casas censadas para el partido en este año de 1898. A pesar de referirnos a cortijadas y de núcleos diseminados, la realidad es que las relaciones sociales entre los habitantes del partido son, de hecho, muy estrechas. El simple hecho de lavar la ropa ya suponía que las mujeres se congregasen en un lugar determinado, donde, mientras trabajaban, departían y se solicitaban ayuda mutuamente. La elaboración del pan, básico en la alimentación de la época, cuando se podía, era realizada por varias vecinas a la vez y se utilizaba el mismo horno, de modo que se podía ahorrar leña y esfuerzo, haciendo la faena de forma comunitaria, por ejemplo, entre las dos o tres casas mas próximas entre si o con un nivel de amistad mayor. La ermita era punto de reunión el domingo por la mañana y desde las duras faenas del campo hasta la fiesta suponían un estrechamiento de los lazos sociales. Aquí, la ayuda vecinal es muy importante, pues ante cada necesidad no se puede estar viniendo al pueblo, y la mayoría de las veces la pobreza hace que no sea posible comprar mas de lo que resulta estrictamente necesario. De hecho si establecemos un nivel de comparación entre un grupo de vecinos de una cortijada en esta época y los que forman una comunidad de vecinos actual en un bloque de pisos nos daremos cuenta del cambio tan drástico sufrido en cien años con respecto a las relaciones vecinales. Hoy en día se vive, por regla general ,más desde la puerta de la casa hacia adentro, en la época de Antonia García la vida cotidiana se dirigía más hacia la luz de la calle.
A pesar de la dureza en las condiciones de vida, en la mentalidad de la gente el concepto de vivir deprisa no se entiende. Es una concepción del tiempo y de la vida radicalmente diferente a la actual. Los trabajos no se suelen hacer con prisas arrebatadoras si no es absolutamente preciso. Si se tiene que ir andando a Bullas y tardar dos horas en la ida y otro tanto en la vuelta, se hace. Si hay que ir a la Sierra de Burete a pie, en pos de una carga de leña, se toma con tranquilidad y se va trayéndola a las espaldas. Por cierto, que este ha sido un elemento absolutamente fundamental en la vida de las gentes. Un invierno crudo sin provisión de leña suponía un peligro evidente para la familia. La leña buena quedaba reservada para la gente con mejor disponibilidad económica y los de menor poder adquisitivo se tenían que contentar con chaparras secas, ramas de pino y todo tipo de plantas leñosas a que se pudiera acceder. En los montes comunales sólo se podía cortar bajo autorización municipal y había que pagar una cantidad según la que se quisiese llevar la persona en cuestión. Hay que entender que la intimidad de la vida familiar se desarrollaba en torno al fuego, en una sala de la casa que hacía las funciones de cocina y comedor, donde se hallaba la chimenea y donde prácticamente transcurría la mayor parte del tiempo para la familia. Es interesante resaltar que en estas casas la vajilla era, como casi todo, muy pobre, y la familia solía comer habitualmente de una fuente o plato grande, o de la misma sartén, que se colocaba en el centro de la mesa y del que los miembros de la familia o invitados comían, según se pudiese cada día.
Aunque se piense lo contrario, no todo el vecindario tenía un asno para las faenas cotidianas. Es la fuerza de la costumbre. Podemos decir que la vida se hace paso a paso, como años mas tarde cantaría Antonio Machado.
Es un mundo tranquilo donde el tiempo pasa más lentamente, aunque, por regla general, la gente muera antes que hoy en día. Aunque todo se aprovechaba muy bien, también la diversión.
Después de la cena, que era temprano, la gente, en tiempo de verano se solía juntar a tomar el fresco y departir; en tiempo de invierno, los vecinos se juntaban en torno al fuego. Se acostaban relativamente temprano y en torno a las cinco de la mañana los hombres se levantaban para arreglar las faenas propias, antes de partir para el tajo, normalmente antes de salir el sol. Las mujeres también madrugan mucho, pues estaba muy mal visto el levantarse después del amanecer.
Imagino a aquellos grupos de jóvenes que vendrían a “mocear” al pueblo, todos juntos tomando el camino del Escobar hasta llegar al cementerio y la Cuesta del Olivar. Desde allí bajarían y cruzarían en dirección a la calle de la Tercia, tranquilamente, para llegar a Cehegín, hasta la Plaza Vieja donde podían cortejar a alguna joven y visitar las tabernas, entre unos vasos de vino y unos “garbanzos torraos” que les hacían pasar la tarde-noche a mejor.

Fragmento del artículo realizado por Francisco Jesús Hidalgo García, el que os escribe, y titulado " El año 1898 y la Desgraciada del Escobar", del año 2004.

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