viernes, 4 de marzo de 2011

Y el viejo cementerio de Cehegín dejó de existir



El viejo cementerio de Cehegín dejó de existir, aun abandonado desde el año 1912, en el año 1985. El cementerio de la Cuesta del Olivar entró en funcionamiento en el año 1805, siendo la primera persona enterrada en él Leonor Fernández. Hasta ese momento los enterramientos se hacían bajo el suelo y en los aledaños de los lugares sagrados, en iglesias, ermitas y otros. Fue en el año 1775 cuando Carlos III abolió los entierros en iglesias, obligando a que los difuntos fuesen sepultados fuera de los núcleos urbanos.

“…el qual siendo difunto quiero sea sepultado con el auito y cordón  de Nuestro padre san Francisco, digo, con el auito y cuerda de la Terzera Orden, de que soy hermano profeso, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario de la Parrochial desta villa…”
                                    
                                    Fragmento del testamento de mi antepasado Lucas Hidalgo Fresneda, del año 1708.

En el año 1869 se construyó el llamado panteón de los condes. En Acta de 27 de marzo de 1869, se tomó acuerdo municipal con respecto a solicitud de d. Pedro María Chico de Guzmán para construir un panteón particular para su familia en el cementerio municipal. Esta obra dio una vistosidad y hermosura nueva al cementerio. Después de los brotes epidémicos de la segunda mitad del siglo XIX, el cementerio comenzó a quedar pequeño y, ya saturado, fue necesario adquirir terrenos para construir uno mayor, inaugurado, como decíamos en el año 1912, en la Cañada de la Zorra, obra que pudo ser concluida, a pesar de los problemas económicos que habían retrasado la construcción, por las aportaciones de la Condesa Viuda de Campillos, que, desgraciadamente, no pudo llegar a ver la inauguración de la obra.
Lo cierto es que yo nunca he terminado de entender del todo el derribo de este cementerio. En el fondo creo que fue algo que no debió hacerse, fundamentalmente por cuestión artística, arquitectónica y patrimonial.
Las fotografías que presentamos son del derribo y desescombro del viejo camposanto de la  Cuesta del Olivar. Al mirarlas uno recuerda aquel viejo poema de Jesús Hernández Puerta, publicado en el periódico Cehegín, 1911 y reproducido también en un magnífico artículo de Isabel Gómez de Rueda en Alquipir, nº 10, sobre los cementerios de Cehegín, cuando cantaba el poeta

“…en aquel camposanto, ya ruinoso,
se remueven los besos,
los afectuosos besos que  mi madre
me dio abrazado al cuello.
Allí están los cantares
y los arrullos tiernos
que al compás de la cuna
como tórtola en celo
la pobre madre mía modulaba
acariciando mi inocente sueño…

Por eso no os extrañe
no os asombre por eso
que yo le tenga amor al camposanto
al cementerio viejo
porque está allí mi madre,
porque está allí mi cielo
porque está allí mi espíritu fundido,
con las tristes cenizas de mis muertos…”

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